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La Lección de mi Primo

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Finalmente fuimos a Viña del Mar porque después de varios años mi papá había arreglado sus diferencias con su hermano mayor. Nos quedaríamos en su casa. No veía a mis tíos desde el funeral de mi abuela, años atrás. Como mi primo Lorenzo se había ido con unos amigos a La Serena, mis tíos me ofrecieron su pieza. Él también era hijo único como yo y de él si no me acordaba para nada.

Después de cenar subí corriendo a jugar con la Play 3 de mi primo. Me quedé dormido con la tele encendida. Desperté con un golpe. A los pies de la cama había un chico mirándome que supuse era mi primo. Enojado me preguntó quién era. Le dije que era Franco, su primo de Santiago. Se rió, me pidió disculpas y me dio la mano. Lorenzo tenía diecisiete años, moreno, de pelo negro crespo y corto, ojos verdes, alto y flaco aunque se notaba que ejercitaba porque tenía los músculos marcados, sobre todo en su estómago. Yo tenía doce años, alto para mi edad pero obviamente más bajo que mi primo; flaco, pálido; cabello rubio liso y largo, ojos celestes.

Me dijo “huevón ¿te corriste la paja? Ta pasao a moco aquí”, me puse rojo, le dije que no. La verdad, en ese tiempo yo no entendía muy bien qué era correrse la paja o pajearse. Intuía que era algo relacionado con sexo por lo que había escuchado en los baños del colegio, pero exactamente no sabía. Miré la hora, eran las 12:50 de la noche. Lorenzo empezó a sacarse la ropa. ¿Tú no estabas en La Serena? –le pregunté. Me contó que un par de amigos se intoxicaron con mariscos así que uno de los padres de los afectados los trajeron a todos de vuelta. Cagó la fiesta –dijo Lorenzo. Oye huevón, voy a bajar al jacuzzi ¿querí venir y nos tomamos unas chelas? –me preguntó. Acepté. Entré al baño a mear y al salir mi primo ya tenía su traje de baño puesto. Me dijo que me esperaba abajo y se fue. Me puse un traje de baño y bajé.

Mi primo me observó un rato mientras tomaba los primeros tragos de su cerveza y me dijo “tai muy flaco, huevón; tení que hacer más deporte”. No sé cómo adivinó que yo no jugaba ni taca taca. Sacó del refrigerador otra cerveza, me la pasó. Al seco –me dijo y así lo hicimos. Era la segunda vez que tomaba cerveza. Sacó otro par y nos dirigimos al patio. La noche estaba súper tibia para ser noviembre y el agua del jacuzzi estaba exquisita. Estuvimos como una hora metidos ahí, nos tomamos tres cervezas cada uno y subimos a acostarnos. Oye huevón vamos a tener que compartir cama ¿o preferí dormir en el suelo? –me preguntó. Me da lo mismo, igual tu cama es grande –le dije. Vale, duerme aquí no más entonces, espero que no ronques –me dijo, le aseguré que no. Los trajes de baños quedan colgados acá, en la barra de la ducha –me gritó desde el baño. Al salir lo vi desnudo. Su pene era grande, oscuro y grueso; tenía la cabeza afuera y su color rosado contrastaba con el resto de su miembro. Me llamó mucho la atención. Se metió a la cama. Caminé hasta el baño, me saqué el bañador, miré mi pene; lo sentí enano, le di una sacudida y caminé hasta la cama. Me quedé de pie ahí, con los brazos a los lados sin saber qué hacer. Mi primo me miró de arriba abajo. ¿No trajiste pijama?—me preguntó. No –le mentí. ¿Oye, cuánto mides? –me preguntó. Le respondí que no sabía. Salió de la cama y fue hasta el baño. Me dijo que fuera. Me mostró una cinta de medir que estaba pegada detrás de la puerta. Ponte ahí –me dijo y sosteniendo mi frente contra la puerta me dijo “un metro sesenta y cinco”. A ver tú –lo invité. Se puso en la misma posición, tomé un cepillo de dientes y lo sostuve en la marca porque yo no alcanzaba a verla. Se quitó y medimos un metro ochenta y dos. Eres un enano –me dijo riéndose burlesco. Demás que te alcanzo en dos años más –le dije. Lorenzo volvió a la cama. Me pidió que le llevara una regla que tenía en su escritorio. Se la pasé. Acuéstate no más –me dijo. Metió la regla debajo de las tapas y la sacó. Me dijo “mi pico mide catorce centímetros, toma y mídete el tuyo a ver”. Tomé la regla y marqué con un dedo dónde llegaba la punta de mi pene. Miré el número y le dije “ocho”. Soltó una carcajada. Le dije “ya para de huevearme huevón, tú eres cinco años mayor que yo, cuando tenga tu edad voy a tenerlo más grande que tú”. Sí claro, y eso que no me lo hai visto parado huevón –me respondió riéndose, se dio vuelta y apagó la luz. Me volteé hacia la ventana y me quedé dormido.

Desperté con un portazo. Mi primo había entrado al baño. Escuché sus pedos. Me estiré y me di cuenta que mi pene estaba erecto. Otra vez. Qué molesta sensación. No sabía qué hacer con él. Levanté las sábanas. Lo miré, lo apreté, no se bajaba. Decidí ponerme un short por si salía mi primo. Demasiado tarde. Mi primo salió del baño de nuevo en pelota. Me senté en la cama. Oye huevón, me voy a duchar y voy a bajar a la playa ¿querí ir? –me preguntó, le agradecí pero rechacé la oferta. Me fijé en su pene. Esta vez el glande estaba oculto. No entendí por qué hacía eso, yo sacaba el glande sólo al lavármelo. Cuando Lorenzo se fue, salí de la cama y me metí a la ducha. Al salir, me sequé bien, tomé mi pene y me eché el cuerito para atrás. Como siempre, se me corrió para adelante solo, volví a hacerlo y lo mantuve así con los dedos. Me miré en el espejo. Me sentí ridículo así que dejé de hacerlo.

En la tarde yo estaba en la piscina cuando llegó mi primo y de un salto se unió. Al rato subimos a su pieza a jugar Play. La mamá de Lorenzo nos avisó que “los grandes” irían a pasear y de ahí se pasarían al casino. Estuvimos jugando un par de horas hasta que bajamos a la cocina a calentar pizza. Mi primo dijo “me meo” y se empinó un poco en el lavaplatos y se puso a mear. Me reí y le dije “huevón cerdo”, él se rió y me dijo siempre hago esta huevada cuando no están mis viejos. Se sacudió su tremenda verga y se la guardó. Es liberante mear en esta huevada huevón, debería hacerlo algún día –me aconsejó. Sacó un par de cervezas, comimos y subimos. Tomábamos cerveza, jugábamos Play y mi primo fumaba cigarrillos. Me preguntó si yo fumaba. Le dije que no. Me preguntó si ya me pajeaba. Fui sincero –gracias a las cervezas supongo– y le dije “¿sabí qué? he escuchado esa mierda varias veces y no sé qué chucha es”. Mi primo se rió. Me dijo “es masturbarse po primito”, y qué es masturbarse –le pregunté. Puta el huevón perdido, ven pa’cá, te voy a dar la lección de las lecciones –me dijo acercándose a su computador. El se sentó y yo me quedé de pie a su lado. Empezó a poner unas fotos de chicas desnudas. Se me empezó a poner duro. Crucé las piernas. Mi primo giró hacia mi paquete y me dijo “ok, ya se te para al menos, a mí también” y se agarró el bulto del short. Ahora bájate el short e imítame. Puso un video porno, se bajó el short y su verga gigante saltó como un resorte. Le tocaba el estómago. Mi primo agarró su pene y empezó a frotarlo como limpiando un rifle. Mi corazón se puso a latir a mil. Mi primo veía el video y seguía en lo suyo. De pronto me miró y me dijo “pero huevón, haz lo mismo, esto es pajearse o correrse la paja o masturbarse o como querai decirle, vai a ver lo bacán que se siente” y diciendo esto me bajó el short. Una gota de líquido transparente salió de la punta de mi pico. La recogí con un dedo y me la limpié en la pierna. No huevón, no seai gil –me dijo– esa gota la esparces por la callampa y la usai como lubricante, así –mi primo subió el cuero de su pico lentamente y apretando fuerte y al bajarlo salió una larga gota transparente. La cogió con el dedo índice y la esparció por toda la cabeza. Mientras lo hacía me decía “así ¿ves?” y yo veía y sentí que otra gota salía así que eché el cuero para atrás y lo imité. Empecé el sube y baja más rápido. Comencé a sentir una rica sensación, como eléctrica. Mi primo revisó mi técnica y me dijo “tení que ir tapando y destapando la callampa, hasta atrás ¿o te duele?” Un poco –le dije, échale saliva –me dijo, y eso hice. Con el tiempo el cuero se te va a ir soltando –agregó. La electricidad en mi cuerpo aumentaba, la película estaba cada vez más caliente y mi primo se la estaba cascando a toda máquina diciendo garabatos y respirando fuerte. Sentí temblar mis piernas y dije “¡conchetumadre!” y de mi pico saltó un chorro de algo blanco y espeso. Cayó en la pierna de mi primo. Mi primo se impresionó un poco, aceleró sus movimientos, cerró los ojos, se apoyó hacía atrás en la silla y saltaron no uno sino varios chorros de lo mismo sobre su estómago. Exhaló fuerte, yo me sentí débil. En un gesto de complicidad mi primo estrechó su mano toda mojada con la mía y me dijo “esto es semen primito, es lo que sale de tu pico cuando estai en el placer máximo. También le dicen leche o moco. Bienvenido al club de los pajeros” dijo sonriendo algo exhausto. Sonreí. Fuimos a ducharnos. En la ducha me explicó la importancia del aseo personal y más cosas del sexo y del embarazo y de los condones. Nos revisamos los penes con atención mientras nos jabonábamos.

Después de eso, bajamos a comer algo y subimos a ver una película. Nos quedamos dormidos. Desperté y mi primo tenía sus brazos alrededor mío, estábamos acostados de lado. Me quedé dormido nuevamente.

Colaborador: Franco


Mi hijastra me sedujo

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Hola les quiero contar como mi hijastra me sedujo.
Esto sucedió hace 6 años, por entonces yo tenía 52 y vivía con mi compañera Paty de 34 años, sus hijas Nadia de 15, Jannet de 17 y una hija de ambos Valeria de 3 años Con Paty llevábamos una vida sexual plena y abierta.
Valeria asistía a la guardería mientras que Nadia y Jannet concurrían al secundario Soy funcionario estatal y trabajo de 09 a 15 Hs. Paty trabaja de 06 a 14 Hs. en el área de la salud. Así que yo la acompaño y después vuelvo para preparar el desayuno de Valeria y Nadia que concurren a estudiar en la mañana
Después salimos los tres y Jannet queda en la casa porque ella va de tarde a estudiar Como ese día estábamos de paro prepare el desayuno de las niñas y después que se fueron, volví a la cama
Rato después y ya medio dormido y ciento un roce, era Jannet que se había metido en nuestra cama. Que haces acá, le pregunte. Me respondió que tenia un poco de frio y que hoy estaba con muchos mimos (siempre fue muy mimosa conmigo desde que la conocí) así que se arrimó a mi y me abrazo por la espalda.
En un principio todo estaba bien, pero después sentí que se apretaba mas contra mi y sus manos acariciaban mi pecho, le pedí que se estuviera quieta y así lo hizo
Pero al rato estaba entrando en esa somnolencia cuando vuelvo a sentir sus caricias en mi pecho y que me susurra al oído, “como me gusta el hombre con vellos en el pecho”. Esta todo bien pero soy tu padrastro y no esta bien que hagas eso. Me contesto “y a mi que, sabes que me gustan los mimos” Siguió así pero luego su mano comenzó a bajar más y más, “quédate quieta porque sinó me voy a levantar” y la muy descarada me dijo al oído y de forma muy suave “no seas malo papi si me encanta acariciarte” Lo se pero ya basta le conteste.
Su mano seguía subiendo y bajando y por momentos llegaba hasta el borde de mi bóxer. Esta situación ya me estaba molestando y excitando a la vez Trate de ponerme boca abajo pero me pidió mas bien me rogo que me quedara así, por lo que accedí Luego su mano se deslizo por encima del bóxer y rozo mi pene con lo que me puse boca arriba y le dije “basta es suficiente, quédate quieta”
Me miro con su carita tierna y me dijo “que linda la tienes, hace mucho deseaba acariciarla, besarla y tenerla dentro mio y gozar como la haces gozar a mamá”
Pero te das cuenta de lo que estas diciendo
Si papi que hace mucho los escucho gozar y me tengo que conformar con acariciarme y disfrutar sola Pero ahora te tengo para mí y quiero que me hagas el amor como se lo haces a ella Trate de levantarme pero me tenia abrazado y me dijo que si no le hacia el amor iba a decir que yo la había violado y ahí nomas tomo mi bóxer y tiro de él, quedando mi pene a su disposición.
Pero esto no puede ser sabes que amo a tu madre y que siempre las he respetado a todas Uds. Sin darme tiempo a reaccionar o hacer algo, tomo mi pene y comenzó a lamerlo y besarlo Esto no podía permitirlo pero estaba sucediendo y lo peor es que me estaba gustando y lo disfrutaba muchísimo Se lo fue introduciendo de a poco en la boca y al sacarla decía “que rica y grande que es por eso mamá disfruta tanto contigo”. La verdad que me estaba volviendo loco de placer
Me llevo una mano hacia su vagina y pude notar lo mojadita que estaba Ya no aguante mas y le empecé a acariciar y apretar sus tetitas que están bien formaditas y duritas Veía como estaba disfrutando y suspirando, después subió y me dio el más dulce y apasionado de los besos, el cual respondí con mucho amor y pasión
Ya arriba mio corrió un poco su tanga y empezó a rozar su vagina con mi pene
Le pregunte si ya había tenido relaciones con alguien y me dijo que un par de veces pero que siempre se quedaba con ganas, así que quería hacerlo con un hombre
La puse boca arriba y le fui sacando la tanga y me dedique a saborear su jugosa vagina Se quejaba de placer y me decía “si papito cómele la conchita a tu bebota que es toda tuya” “como te deseo papi” Ahhh, ahhh así. Como me hace gozar mi papito, mi amor Note que su cuerpo se arqueaba y me dio su primer orgasmo en mi boca el cual trate de tomármelo todo Luego subí y nos dimos un apasionado beso. Mientras poco a poco fui introduciendo mi pene en su jugosa y ardiente vagina para no provocarle dolor y que disfrutara más. Al rato de estar gozando así me pidió subirse ella y así lo hizo sentándose encima y cabalgando con mucho frenesí y lujuria Papito toma la lechita de tu mujercita me dijo y arqueando su cuerpo me dio su segundo orgasmo Le dije que yo también le estaba por dar mi lechita y se salió para comenzar a comerme el pene con gran entusiasmo y deseo pidiéndome que se la diera en la boca que quería sentir el gusto del semen de un hombre “mi hombre” dijo
Al no poder aguantar mas le di todo mi semen que fue abundante ya que estaba gozando como hacia tiempo no lo hacia Nos quedamos abrazados y me dijo “gracias papito me has hecho la mujer mas dichosa” Que ese iba a ser nuestro secreto y que siempre que pudiéramos lo íbamos a repetir Seguimos teniendo muy buenas secciones de sexo por mucho tiempo. Pero eso lo contare en otra historia de nuestra vida de amantes

Colaborador: El Ciudadano

A la prima.

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Existe un dicho por estos lares que dicta: “A la prima, se le arrima”. Razones del porqué de este dicho sobran, la más evidente es que por lo general se cuenta siempre con mínimo una prima que le provoca a uno olvidar cualquier tipo de lazo sanguíneo y fantasear hasta el punto de intentar algún tipo de encuentro o contacto que materialice el mentado dicho.

Mi historia resulta de una gran amistad forjada a través de los años con una prima, hija menor del hermano de mí papá, la cual es tres años mayor que yo. Nuestra afinidad en la pasión por el diseño y la música nos ha mantenido cercanos en amistad y en colaboraciones profesionales. Al momento que nuestro esporádico encuentro sucede ella tiene un novio con el cual mantiene una relación en constante conflicto, mientras por mi parte llevo unos cuantos meses saliendo con una amiga que ella me presentó. Ella tiene 29, y yo 26, no puedo decir que no me había fijado antes en ella, pero al encontrarnos ambos en diferentes relaciones personales e íntimas, teniamos poco tiempo de aumentar nuestra cercanía.

Es entonces en este momento de madurez profesional e independencia sentimental de ambos (debido a nuestras no muy fortalecidas relaciones amorosas), que procuramos una mayor comunicación, nos juntamos en ocasiones a hablar de trabajo, de vez en cuando colaboramos laboralmente, y seguido salimos a algún bar con amigos, de vez en cuando por nuestra cuenta… Estás pocas, pero sustanciosas salidas solitarias, comienzan a crear en ambos una empatía más allá de lo amistoso y familiar. La primera, recuerdo, una salida a un antro de música electro al que no se asiste más que para bailar. Bebemos, palticamos en un rincón lejos de la concentración sonora, nos reímos, nos emocionamos y nos ponemos a bailar; nada fuera de lo común, un baile individual compartido, hasta que comienzan canciones con ritmos más pausados, casi lounge y muy eróticos.

Entonces evitamos intimidarnos y continuamos bailando, primero riendo de que lo estemos haciendo con canciones “románticas”, después con ese sentimiento de palpitación acelerada al rozar nuestras cinturas, piernas ligeramente cruzadas, cada vez más pegados, respiración entrecortada… se rompe la hipnosis al sentir una erección que indudablemente siente ella subir por su pierna en dirección de su ingle y roza constantemente su entrepierna, me despego y sugiero, con voz nerviosa, ir por unas bebidas. Los dos seguimos con una plática sin tocar el tema, hasta que por fin se olvida la situación y volvemos a un baile más alegre y movido. En ciertos momentos ella realiza movimientos de cadera y acercamientos que nos hacen reir a los dos, divertidos, mofándonos, pero conscientes de que esa noche abrimos posibilidades que no habíamos considerado antes, como lo es la atracción sexual creciente entre ambos.

Las salidas siguientes, presentan pocas situaciones similares en contacto, pero aumentan el coqueteo entre ambos, ella se viste cada vez más sexy y yo me enciendo de solo verla y saludarla, cada oportunidad que tengo le abrazo, inocentemente algunas, otras con morbo, casi sin poder controlarme al ver sus estilizadas y suaves piernas morenas bajo sus faldas desconocidas por mí anteriormente, o la tanga que asoma del pantalón cuando accidentalmente se agacha frente a mí en su departamento para alcanzar algún objeto que ni recuerdo. El colmo es cuando me abraza y pega sus labios a mi oido para decirme algo tan simple como: “tengo muchas ganas de beber hoy…”

El punto culminante llega cuando una noche decidimos quedarnos en su departamento, bajo el pretexto de trabajo nos desprendemos de nuestras respectivos compromisos de pareja y bebemos media botella de ron en menos de cuarenta minutos.

Recuerdo perfectamente su look esa noche, blusa entallada que dejaba ver sus portentos de senos y unos pezones atrapados en un delgado sostén. Pantalón de mezclilla que remarca su cintura y presenta un par de nalgas que a primera vista parecen libres de cualquier tipo de ropa interior. Me recibe, los dos estamos nerviosos por un secreto que nunca hemos compartido, como si supieramos que se tratara de un momento decisivo entre los dos…
La plática se centra en el trabajo y algo de nuestras relaciones en principio, hasta que ella saca a colación un tema que me manda a otra dimensión inmediatamente: “Tu crees que de cumpleaños mis amigas me han regalado un… como te diré… un dildo, venga, sin tapujos”… Me quedo en shock, inmediatamente me envuelven imagenes de ella… de la poca concentración que me queda logro preguntarle… “pero, ya lo usaste?… se siente bien?”… a lo que responde platicándome con todo detalle la sensación de sentir un trozo vibrante de plástico en lugar de uno de carne. “Me gusto, algo que jamás hubiera atrevido a hacer es la estimulación por… atrás… y este es de esos que tiene para ambos, sabes como?”… CLARO QUE SE COMO!, pienso completamente mareado, no creo haber tomado aún ni dos cubas. Mi mente me grita en medio de mi estupidez… Algo quiere ella! venga, dale entrada! A lo que solo concreto preguntar: “Oye, Bere, haz escuchado la frase… A la prima se le arrima?… Me ve con cara total de asombro, pero noto también como cambia su expresión a la de una cara embriagada más por la carga sexual en el ambiente que por la cantidad de alcohol injerida… “Mmm, sí, pero siempre he pensado que eso es impensable, intentar romper ese tabú…”

Me acerco: “yo siempre te he querido muchísimo, como una hermana, pero últimamente he llegado al punto de verte distinto, te has preguntado como sería besarnos?”… Ella se encoje, con los ojos cerrados, temerosa… La tomo de las piernas y la siento sobre las mías… “Oye, que te pasa”… dice sin hacer siquiera el mínimo esfuerzo de levantarse. No le contesto, la beso intempestivamente, ella me responde abriendo la boca, un beso tan apasionado y con tal desfogue que nos empapamos los labios. Bajo mi mano por su cintura a su culo y la recuesto, meto mi mano en su blusa y ella aprieta mi bulto cada vez más apretado dentro del pantalón. DEsabrocho su pantalón u bajo lamiendo su abdomen, subiendo hasta sus tetas que he liberado del brassiere. Ella respira muy fuerte, y con sus manos baja su pantalón con todo y el pequeño hilo dental que trae por tanga solo por encima de sus rodillas, toma mi cabeza y la empuja hacia su depilado pubis… está empapado y lo siento más al meter mi mano por debajo de sus nalgas, subiendo los dedos para abrir más sus labios y continuar con un ritmo acelerado de lengua. Ella gime, me pide más, me ruega entre pujidos que se la meta, que necesita que la llene.

Se ha quitado la blusa y juega con sus grandes senos, los besa y pellizca sus pezones, ya me he bajado el pantalón lo suficiente para dejar libres mi miembro y los huevos. Levanto sus piernas y le quito el pantalón solo de un lado, no aguanto más el calor de mi falo y ella no ha perdido el tiempo, frotandose el clítoris mientras me he puesto a modo. Abre las piernas y cierra los ojos mientras la embisto… Siento el increíble calor de su humedad y entro lo más que me deja su trasero… Ella grita, casi llora de tanto placer , me pide que le de por atrás, que quiere que la llene… y así lo hago, entro de un solo movimiento en su lubricado ano… ella grita, no tarda en tener un orgasmo descomunal que provoca que no aguante más y eche un chorro de semen caliente dentro de ella…

Terminamos los dos tumbados en el sillón, atónitos, como si de un sueño se hubiera tratado, no cruzamos palabras, solamente nos quedamos dormidos. Abrazados, listos para una continuación aún más caliente a la mañana siguiente…

Colaborador: Alehorn

VECINA GORDITA

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Hola, con está historia comienzo una serie de narraciones que todas ellas son reales niguna basada en ficció o fantasias todas son reales y de como en mi fraccionamiento fuí conociendo varias muejeres que a la fecha me sigen proporcioando placer y comienzo con VECINITA GORDITA. Cuando mi casa hubicada al norte d ela ciudad de México requrio reparaciones me vi en la necesidad de estar arregalndo el techo de mi casa y el cuarto de servicio y en una de esas ocasiones a pesar de que ya llevaba viviendo más de 10 años en la colonia nunca me habia percatado que mi vecina gordita, tendia su ropa interior en el techo de su casa, que queda pared con pared y no hay división alguna entre ambas casas, asi que ese día vi como tendia su ropa interior sinque ella me viera y como la curiosidad me gano más en cuanto ella se retiro puede ver con detalle que las tangas eran negras ( mi color favorito ), de hilo dental transparentes y algunas e ellas, aunque trato de esconderla se notaba que eran sin entrepierna, asi como baby doll, blusas transparentes y más, pero el imaginar que esa gordita tuviera esas prendas me indicaba que le encantaba el sexo, asi que pasados algunos días, se repitió la acción ahora eran otras prendas que igualmente me exitaron, en una ocasión salio a barrer el frente de su casa y coincidimos, así que al recoger la basura se agacho y pude ver como ese trasero tenia metido el hilo dental dentro de sus nalgas que dejaban ver un ligero bello negro, eso me exito mucho y al ponernos a platicar me dicuenta que tenia puesto un mallon negro muy apretado y pude ver entre rehojo y rehojo que tenia una panocha muy prominente, se notaba muy abultada y muy grande, con el paso del tiempo cada que la veia me calentaba mucho ya que siempre las imaginaba con esa prendas diminutas. Debido a que mi esposa se encontraba delicada de salud y a que nos distanciamos mucho por cuestiones de trabajo teniamos periódos sexuales muy distanciados y para mi ( Manuel ) que soy muy caliente no me dajaba más que masturbarme ocasionalmente para apagar mi calentura, en una tarde ya caso obscura debi subir nuevamente al techo de mi casa y gran sorpresa, ahí en el tendedero tenia una gran variedad de tangas a mi disposición, una de ellas de color rojo me llamo mucho la tención por que se notaban restos de residuos vaginales, ya que era completamente transparente y con una entrepierna de algodón donde se notaba los residuos mencionados, así que no me aguante más la tome prestada, me la lleve al cuarto de servicio y ahí comence a masturbarme con ella, imaginando que cogia a es Gordita, así que no dure mucho y me vine sobre la prenda, precisamente en la entrepierna de algodón llenandola de mi semen caliente y abundante por los periódos de abstinencia sexual, así que la avente para el lado de la casa de mi vecina y la deje ahí llena, pude ver como a los 15 minutos mi vecina se llevaba su ropa y me inquieto el pensar que se daría cuenta ya que no se seco mi semen, y el único lado donde se puede acceder a su techo es mi casa y obviamente sería el único con ese acceso, pero a su vez me exito saber que ella se podría poner esa prenda llenado con ella parte de mí. El sábado siguiente coincidimos en elTianguis de la colonia y ella al verme se notaba nerviosa, pero a la vez más platicadora que de costumbre, ella me veía con cara un poco picara y hasta la note más arreglada que de costumbre. Pasaron varios meses y cada Lunes en la tarde pasaba por mí prenda intima y repetía la acción, masturbarme y aventar la prenda a su casa, al fin que no habia reclamo alguno. Uno de esos Lunes de masturabación, en la noche escuche ruidos en el techo de mi casa como a eso de las 9:30 PM, el ruido se repitió y me subi a ver que psaba, trate de no hacer ruido y al llegar al techo ¡oh! sorpresa, mi vecina se encontraba recostada en la pared del cuarto de servicio para que no la vieran los vecinos de enfrente con la piernas habiertas con la tanga en la mano con la cual me habia masturbado unas horas antes y con ella se estaba masturbando se notaba como embarraba mi semen en su vagina, frotando fuertemente su clitoris, pude darme cuenta que era estremadamente peluda, su bello pubico negro, muy finio y brillante sobresalia con el reflejo de las luces tenues, pude ver la inmensidad de su vagina, – enorme- muy grande, ella gemia, se restregabasu pantaleta como queriendo meter cada gota de que lograba exprimir, la escena era sensacionalmente exitante, me quede viendo como metia sus dedosen su vagina, uno, dos, tres, hasta que ella se arqueba en cada orgasmo, y brotaban pequeños chorros que dejaban el concreto mojado, pude ver como se vino unas cinco ocasiones hasta que de su vagina salia un liquido blancusco, espeso que formaba hilos blancos que embarraba en sus dedos y los llevaba a su boca saboreandose a si misma, la escena me dejo tremendamente exitado, con una erección muy fuerte, podía sentir como mi pene enrojecido palpitaba tremendamente, la exitación fué mayuscula y al no aguantar más me asome para que me viera mi Gordita cachonda, ella se sorpendió mucho al verme y dando un brinco trato de incorporarse y cubrir su panocha, pero producto de su nerviosismo torpemente se rodo a un costado, la tome de la mano y la levante diciendole con una señal de mi dedo que guardará solencio, ella obedeció y simplemente se dejo llevar al cuerto de servicio de mi casa, solo bastaron unos cuantos pasos para llegar e inmediatamente sin previo aviso arremeter sobre de ella, ya no podia más esa calentura acumulada de meses de verla salir de su casa con esos pantalone pegados, y masturbarme imaginando como tenía sexo con ella, al fin se me hizo realidad,no hablamos simjplemente la acomode en la cama con las piernas abierta y con mi boca comence a succionar todos sus líquidos, era impresionante como su vulba se encontraba inchada,rojiza, totalmente empapada de sus flujos vaginales, su aroma a mujer exitada, me clanetarón aún más, ese aroma que amanba de su vagina era en verdad muy penetrante, me encanto su sabor dulzón, y como en cada lenguetazo su vagina trataba como de succionar, se notaba como palpitaba, saliendo de ella unas pequeñas puntas rosadas como una ventosa, queriendo atraer su pene, cuando comence a rozar su clitoris, ella no pudo más y pude sentir como emanaban liquidos ahora en mayor abundancia, sus convulsiones su arqueo era desenfrenado, pedia más y más y ese monte de venus extremadamente abultado, lleno de bello pubico al fin era mio, jamás ímagine que ese mujer gordita estuviera tan caliente, y menos me imagine estar conalguien así, no me llamaban la atención las gordita, pero ahí estaba en medio de sus piernas oliendo, probando succionando sus fluidos, mi exitación no pudo más y me levante lentamente besando sus monticulo belloso, su ombligo, chupe sus pechos firmes, sus aureolas rosadas y erectas simbolo de exitación se incharon, las succionada con fuerza y pude darme cuenta que tuvo dos o tres orgasmos más, nunca imagine que una mujer podia tener orgasmos con solamente chupar sus pechos, de pronto su mano trataba de tomar mi pene para sentirlo y comenzó a susurrar, – metemela,.metemela, ya no aguanto más, quiero sentirte dentro de mí, yo queria sentir su vagina y me acomede encima de ella, levante sus piernas para poder penetarla más y poco a poco meti mi pene a su vagina, primero sentí una humedad tibia mojar mi glande, después paulatinamente un calor envolvente invadio mi tolamente mi pene, su temperatura era tal que un ardor agradable me invadio totalmente en esa zona, al meterla toda, ella me tomo de las nalgas y me apreto fuertemente contra de ella, como queriendo sentir todo con más intensidad, comenzamos con un ritmo lento pausado, mete, saca, mete saca, en cada salida demi pene de su vagina sentia como emanaban líquidos vaginales, ella solamente exclamaba – así papito, así metemela más- el ritmo fué subiendo de intensidad, el movimiento de mis caderas era tal que un sudor comenzó por recorrer mi fremte, mi pene sentia como en cada penetrada, mi gordita me succionaba, es increible lo que una vagina como esa puede hacer, me apretaba me clanetaba, me mojaba, poco a poco senti como mi pene se inchaba más y más y como por dentro ella tambien se dilataba y me di cuenta que tenia lo que pocas mujeres tienen, tiene esa capacidad que llaman que es tener perrito, que barbaridad que forma de succionar, era como tener prendido en mi pene una boca chupando y succionando, no psados apenas cinco mínutos, ella comenzo a tener orgasmos multiples, en cada orgasmo tenía que concentrarme mucho para evitar que ella me hiciera venir, me apretaba más y se elevaba aún más la temperatura de su vagina se arqueaba y me apretaba contra su cuerpo, apretaba mis nalgas y gemia sin parar, al tratar de cambiar de posición ella aprovecho y comenzo a chupar mi pene, succionaba con tal fuerza que me incho áun más mi pene de lo que estaba, era como querer sacar todos mis jugos, en cada lamida sacaba mi líquido lubricador y lo saboreaba, ella susurraba, eres mio, eres mio y ya puesta en cunclillas, posición de perrito comenzo nuevamente ese mete y saca, esa posicióme encanta por que puedo meter mi dedo ensu ano y así lo hice, mientras metia mi pene en su vagina metia mi dedo pulgar a su ano, ella al sentirse penetrada por ambos lados gimio más y comenzo a apretar la vagina y el ano,podía sentir como sus espasmos se reflejaban tanto en la vagina como en el ano, en cada orgasmo apretaba más y se convulsionaba, sus palpitaciones internas eran muy frecentes y de pronto me dijo al ahido, papito metemela por atráz quiero sentirte por los dos lados, asi que se lo metí, la sensación fué maravillosa, apreataba aún más y mientras se la metia en el ano, con mi mano le metia los dedos en su vagina, claramente sentia como de su interior emanaban líquidos espesos, sus orgasmos eran muy intensos y en cada uno de ellos me mojaba la mano, su aroma es a la fecha muy exitante, muy intenso sin llegar a ser desagradable, por momentos ella misma incrementaba el ritmo y susurraba, me vengo, me vengo y se arqueba y apretando intensamente el ano y su vagina. Mi pene nunca habia estado tan inchado,su cabeza era muy grande, lo ancho del tronco se duplico por tanta succión y cada vez me costaba más trabajo contener mi orgasmo, así que nuevamente la puse con los pies abiertos sobre la cama, y al momento de cambiar de posición, con la fuerza de su abdomen salio un chorro de liquido blancusco lo cual me exito mucho ver esa panocha totalmente dilatada, empapada, sus bellos pubicos pegagosos pegados a su piel ahora mojados me dejaban ver todo el esplendor de esa panocha, gigante, pidiendo ser penetrada, así que si más perdida de tiempo puse sus pies en mis hombros la comode al filo de la cama y comence a penetrarla, no se si la inchazon de mi pene funsionó como un retardante, pero por más que limaba esa panocha no podia venirme, a pesar de sentir como se venia ysuccionaba, poco a poco la temperatura se fue intensificando aún más, mi pene sentia literalmente hablando fuego, mi cuerpo totalmente empapado de sudor escurria por mi espalda, mi frente y goteaba en los senos de mi gordita, ella al sentir que estaba a punto de tener u orgasmo, arremetio contra mi pene,aprentando aún más sucuerpo al mío me abrazo con sus manos sobre mis nalgas y apretaba cada vez más, nuestros gemidos, eran cad avez más intensos, y cuando deje salir el primer chorro de semen, ella gimio con placer como recibiendo su regalo favorito, seguido del primer espasmo multiples espasmos nos invadieron, ella comenzó a coordinar sus contracciones con las mias, tal vez algunos lectores sepan de que hablo, es algo mágico, e incluso esos espasmo llevan el semen a lo más profundo de la vagina, como queriendo fecundar al ser querido y deseado, nos abrazamos y pailatinamente dejamos de tener contracciones, poco a poco hasta que nos fundimos en un abrazo prolongado, sintiendo como su corazón palpitaba fuertemente, como su respiración agitada,paso a un simple suspiro cuando mi pene perdió erección y salio de la vagina, mi gordita no conforme con todo, se puso en cunclillas y comenzo a pujar para expulsar todo el semen deposito en su vagina, mientras salian chorros mezclados con sus propios flujos, con una mano recogia todo, cuando no salió más se lo llevo a la boca tragando todo, sin dejar una gota lamiendo la mano hasta practicamente dejar la lavada, ella sonrio y me dijo, despues de esperar tantos años a que esto ocurriera no quiero desperdiciar mi gran regalo, con el tiempo me confeso que yo le gustaba mucho y que cuando tenia sexo con su marido se imaginaba que era yo, que seimpre disfrutaba el semen en sus prendas intimas y que siempre esperaba con ansia su regalo delos lunes, tambien me contó que desde que se caso no habia tenido orgasmos durante el actos exual con su esposo por que para empezar ella es más alta y que él y el tiene un pene muy pequeño, siempre se consolo consu mano y con un desodorante en forma de pene que compro en Wallmart, ahora entiendo por que la intensidad de sus orgasmo y por que fué tan intenso ese momento, claro que despues de un descanso vinieron dos sesiones más ese mismo día, casualmente su marido estaba de viaje y mi familia se encontraba de vacaciones, asi que parte de la noche seguimos teniendo sexo, antes de la llegada sus hijos de la universidad. Se que es una historia larga, pero decidí darle el tiempo justo,¡ Por que?.
-Nunca Imagine tener sexo con una gordita
-Jamás imagine que alguien tuviera ese tamaño de vagina y que apretara de esa forma
-Fué uno de los momentos sexuales más grandiosos de mi vida
-Por que a la fecha nos vemos ocasionalmente y el día que pudimos estar juntos todo un día me quede completamente seco, me exprimió como nunca.
-Por que sus jugos son maravillosos.

En el próximo capitulo les voy a contar de como reaccionó cuando le regalé su primer consoldaor, tamaño Jumbo y de como seguimos disfrutanndo de ese sexo intenso.

Colaborador: mardelibros

yo ii mi perro

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hola me llamo pauli y tengo 20 años. esta historia paso hace mas o menos 3 años.
me levante una mañana con muchas ganas de cojer, eran las 9 a.m. y estaba sola en mi casa, sola con mi perro, entoces m resigne a q no iba a coger.
llame a mi perro q duerma conmigo y este empezo a lamberme en la cara y lo corri y empezo a querer lamberme la concha, primero lo corri y despues me entregue al el, deje q me la chupe, me la chupa tan lindo, esa lengua q me recorria toda mi concha y me metia la lengua en mi aujero, mientras le estaba haciendo una paja, mi perro tiene una pija re grande.
abri el cajon de la mesa de noche y saque un forro, se lo puse a tomi,mi perro, y me puse en cuatro y lo hice que se suba sobre mi. el estaba tan o mas caliente q yo; me cojio como loco perdi la cuenta de cuantas veces acabe. fue la mejor cojida de mi vida, despues en agradecimiento se la chupe yo a el…. ahora casi todas las mañanas el viene a dormir conmigo…
si qieren hablar conmigo escribanmen a paulita-19@live.com

Colaborador: pauli

Amigos de mi Hijo

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Soy Juan y tengo 41 años, estoy casado con mi esposa Helena de 39, vivimos en edificio departamental en USA, tenemos 2 hijos Shawn de 16 y Mery de 19. Pero hace un par de meses Mery se mudo con su novio a otra ciudad por tanto solo vivimos con Shawn.
Shawn es un chico muy trabajador como yo y me ayuda en mi negocio de Restauran que poseemos en la planta baja del edificio, Mi esposa siempre esta atendiendo el apartamento y casi nunca baja al restauran y yo me la paso en el restauran casi todo el día así que la intimidad no es muy seguida.
Al incio de las vacaciones de Shawn de su High School el comenzó a traer a sus amigos al departamento ya que por ayudarme en el restauran no podía salir mucho.
En una ocasión el trajo a 3 de sus amigos que rondan entre los 15 y 17 años pero el restauran estaba muy lleno ese día por tanto que Shawn no podía atender a sus amigos y yo les dije que subieran que arriba estaba mi esposa.
La tarde paso tan rápido que yo y mi hijo Shawn nos quedamos en el restauran, al caer la noche note que Shawn se había quedado dormido en una mesa del Restauran, imagino que por el cansancio así que lo deje ahí dormido, cerré el restauran y subi a ver que hacían los amigos de Shawn.
Al subir la escaleras me percate que tenían el radio encendido a todo volumen, pensé que bailaban como lo hacen los adolescentes. Iba a abrir la puerta cuando note que estaba cerrado con llave por dentro y por suerte llevaba las de repuesto en mi llavero, abrí la puerta y no había nadie en la sala de estancia, eso me inquieto así que sigilosamente revise el apartamento. Cuando llegue a la habitación de Helena y yo note que estaba cerrada por dentro, así que salí al balcón haber si ellos estaban ayí dentro.
-Salí por el balcón y mire por la ventana y estaba mi esposa masturbando y chupando la verga de los amigos de mi hijo.
-Me sorprendí pero al momento ya estaban acabando y para no levantar sospechas salí rápidamente del apartamento como si yo no hubiera estado ahí.

Pasaron como 2 semanas y volvieron los amigos de mi hijo pero esta ves con 1 amigo más, Les dije que subieran que aya estaba mi esposa y ellos subieron, Mi hijo Shawn no se dio de cuenta que sus amigos llegaron porque el estaba en atendiendo a los clientes.
Deje pasar un rato y decidí subir a ver que hacían los chicos aya arriba.
-La puerta como la primera ves cerrada con llave por dentro.
-La abrí con mi llave y entre, entonces tuve que cerrar la puerta rápido ya que mi esposa se acercaba, me escondí en un armario del pasillo principal que tiene completa vista a la Sala de estancia. Me quede ahí y vi como mi esposa ponía la música y les despezaba a bailar.
- Los chicos empezaron a bajarse los pantalones y a masturbarse
- Luego ella se agacho y empezó a manarles el pene a los 4 chicos.
-Yo me excite y lejos de ponerme celoso solo seguí disfrutando el espectáculo.
- Mi esposa le dijo a uno que la penetrara y así mismo lo hizo, un chavo de solo 15 años penetrando a mi mujer, no lo podía creer.
Ella gemía con una pasión inimaginable, me recordaba cuando empezábamos a ser novios en la juventud.
Luego los demás uno por uno la empezaban a penetrar. Ella gemía y gritaba de excitación, y yo en el armario solo jalan dome la polla excitado.
La pasaron un buen rato ahí teniendo sexo brutal, luego note que entre 2 chavos la empezaban a penetrar a la misma ves y los otros 2 solo se masturbaban. Entonces vi la cara del chavo que la penetraba por la vagina, era una cara de excitación brutal y luego vi que lo que había pasado era que el chico se le había corrido dentro de ella. Ella solo estaba en su máxima excitación que no se dio cuenta y así la pasaron toda la tarde.
Hasta que todos se metieron al baño imagino yo a asearse y aproveche para salir del apartamento.
Esa noche de la excitación acumulada le hice a mi esposa el amor como nunca en su vida, pero decidí ser inteligente y me le corrí fuera de ella.
Todo transcurrió normal hasta que 1 mes después mi esposa me da la noticia de que esta embarazada. Yo me quede pensando que y me di de cuenta que ese hijo que ella esperaba no era mío, si no de Orlando el amigo de mi hijo de 15 años y solo me da lujuria pensar en ese día en el que mi esposa y los 4 amigos de mi hijo tuvieron una orgía en nuestro apartamento.
Ahora mi esposa ya tiene 5 meses de embarazo y yo como responsable me are cargo del niño en camino, no pretendo delatarme solo.

Colaborador: Juan

mi cuñada

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Tal vez no sea tan particular el tener sueños eróticos con una cuñada, pero creanme que he tenido la necesidad de contarlo para ver si así, desahogo un poco del deseo que tengo por ella. Lo mejor de todo es que no sólo es un sueño que yo tenga sino que ella ha tenido mucho que ver con todo esto. Todo empezo cuando fuimos a la playa y estandonos asolenado, mi esposa nos dijo que fueramos al soleadero del hotel y que ella se quedaría con mi hija para cuidarla en la alberca, así que insistió y me dijo: ve con ella y untense todo lo que se tengan que untar. No se si yo sea un depravado, si ellas sean tan inocentes o todo sea al reves y yo he sido un imbecil al no darme cuenta que ya me la pude haber cogido alguna vez. Subimos al soleadero y bueno, ella me dejo untarle bronceador en la espalda, en las nalgas y en las piernas, que por cierto lo más que me gusta de ella son precisamente sus piernas. Tan rico fue el masaje que me atrevía a subir un poco su bikini para que quedaran sus nalgas más decubiertas y fuen cuando ella las bajo y dejó que siguiera con el bronceador.
De ahí han sido varias las ocaciones que repito, no sé si sea muy inocente o perverso e interpreto mal las cosas pero esta niña si que me ha hecho venirme varias veces pensando en todo. Una vez desayunando en un buffet mi esposa se fue al baño y platicando con ella me dijo que sus calzones eran muy comodos, que se sentía muy cómoda con ellos y me enseño un poco. En una ocación estando en su casa salieron las dos y me quede sólo. Obviamente subí a su cuarto a buscar sus deliciosas tangas, pero encontre algo mejor: estaba su celular sobre su cama, entonces empece a usmear y encontre fotos cogiendo con su novio. Sólo tuve tiempo de bajar al mío 4 fotos: de sus tetas, de espaldas, poniendose su tanga y chupandosela a su novio, despúés escuche la puerta y me baje de inmediato. Seguro había videos, pero ya no pude hacer más.Se imaginaran que desde entonces me muero pr su cuerpo, por estar con ella al grado de casi decirle a mi esposa. En casa de un tío de ellas me mandaron a la tienda para darles tiempo para que se cambiaran, entonces salí pero comoestaba muy oscuro me quede cerca de la puerta para verla y en segundos ella se estaba quitando su brassier y pude ver sus pechos brevemente, ya que me fuí por temor a que se viera desde adentro de la habitación. La más reciente imagen que tengo de ella fue en la casa de rancho de su mamá, fue a cambiarse la ropa por pijama y cuando salió, salió con ropa blanca térmica el cual su pantalón transparentaba todo su calzón y mi hija le dijo que se le veían los calzones, pero ella respondió está muy rica, no me importa. Esto es por mencionar algunas de las cosas que he vivido con ella, que es mi obseción. Ustedes me podrán decir que es obvio que ella está buscando algo más, pero cuando he tratado de acercarme ella lo evita a toda costa y hasta me hace ver como un pervertido. La deseo como no tienen idea. Sueño con su cuerpo, haciendolo muy rico. Creo que el deseo se me nota y cada vez me importa menos que sea así.

Colaborador: Alex

Diletto sobre el blanco sillón

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Miro a través de la ventana del restaurante en este helado viernes de Julio, espero a Miriam (mi amiga) para cenar, como lo hacemos cada segundo viernes de mes, ambas nos hacemos un tiempo y nos regalamos este espacio para disfrutarlo solo nosotras, charlamos compartimos una cena (como hoy) o a veces una salida al cine o una obra de teatro.
Miro a través de la ventana y pienso en como pasa el tiempo, como pasa mi vida, en como invertí ocho años en una relación que la tenía que haber cortado hace largo tiempo, pero bueno al fin pude dar el paso y ya hace tres meses que estoy sola, con trabajo nuevo y mudándome, es como si el haber cortado esa relación tan toxica hubiera afectado algo cósmico y se hubieran abierto todas las puertas…va todas no, se cerró la del sexo, si bien con mi ex hacía ya tiempo que no enloquecía de placer, algo era algo, peor es nada( dice el dicho), así que la autosatisfacción se hace presente en aquellos momentos de urgente soledad, peor es nada…peor es nada y sonreí sola al pensar esto, sin darme cuenta me sorprendió mi amiga que acercándose a la mesa y viendo mi sonrisa e interpretando que no era por un gesto de bienvenida sino por otra cosa me dice..
-¿Hola, de qué te reís?
-Jaja, de nada jaja (me puse colorada)
-Hummm, quien solo se ríe de sus picardías se acuerda
Reímos ambas y nos dispusimos a cenar.
-¿Qué pedimos Miri?
-No se ¿vos qué tenés ganas de comer?
-¿Pollo y ensalada?-Contesto
-si si pollo y ensalada ¿de…?
Leo la carta y sin pensar leo pepinos.
-Jaja (sonrío)
-¿Qué te pasaVanina, la lectura de la carta viene acompañada de humor grafico, ¿de qué te reís?-Pregunta ella en buen tono.
Miriam es una mujer muy abierta y le puedo contar cualquier cosa sin que me prejuzgue.
-Nada, me da cierta vergüencita contártelo, recién cuando llegabas me sonreía porque pensaba en los muchos cambios que se han producido en mi vida inexplicablemente desde que corté con mi ex, el daño colateral es cero sexo pero lo “compenso” yo solita jaja..¿Me entendés? jaja
-Si si jaja
- ay me da vergüenza contártelo… (me sonrojo)y algo que he utilizado y la he pasado… mejor dicho que utilizo y la paso genial… es un pepino enfundado en un preservativo…
Miriam me observa muda y dice de pronto
-siiii, usá siempre preservativo en esos casos, hay que tener cuidado con las enfermedades que transmiten los vegetales consumidos de esa forma.
Nos miramos mudas por un momento con cierta vergüenza y explotamos de risa.
Pedimos lo que vamos a comer mientras seguimos con la charla, entonces le cuento que por internet en un sex-shop el cual aseguraba absoluta reserva pedí un consolador con una crema lubricante, a vuelta de correo en una semana recibo un envío muy discreto (tal cual lo aseguraba) pero con el contenido equivocado, ya que me habían enviado un consolador añadido a un cinturón (arnés) mas otro consolador aparte muy largo con la forma de la cabeza del pene en ambos lados.
-No me animo a hacer el reclamo, “por vergüenza”, así que estoy aprovechando el envío equivocado, pero viste como soy yo de romántica y nostálgica, cada tanto siempre vuelvo a mi primer amor.
-¿Primer amor, no te entiendo?- Pregunta mi amiga
-El pepino, jaja jaja. -Contesto
-Si de alguna manera te volvés “vegetariana” pero además provoca adicción, la abstinencia es tremenda jaja. -Agrega ella
-¿Y vos cómo sabes que provoca adicción y cierto síndrome de abstinencia? jeje
Entre sonrisas cómplices y también con cierta vergüenza abriéndose aún mas a la charla, me cuenta que con su marido solía también usar este sex-toy vegetal, ella en posición de perrito mientras que Claudio (su marido) la penetraba por la vagina le introducía un pepino por el ano y lo empujaba con la ingle. A lo que agrega:
-Hummm no sabes que bien la pase, aún lo recuerdo y se me eriza no solo la piel jaja.
Miro sus pechos y claramente sus pezones estaban muy duros, a lo cual le comento
-Si ya veo, ahora me doy cuenta entonces que eso (señalo con la vista sus pezones) no te lo provocó una corriente de aire porque abrieron la puerta jaja.
Terminamos de cenar y me acerca con su auto hasta mi nuevo departamento, vamos a tomar un cafecito ahí, así lo conoce. Suena su celular y atiende.
-Hola Clau, no puedo hablar mucho, estoy manejando, la llevo a Vani al departamento nuevo tomo un cafecito y vuelvo…ok…ok…beso…yo también, beso.

-¡!Adelante, adelante¡¡. -La invito a pasar
-¡Guauu qué lindo depto Vani¡
- Si estoy muy contenta, chiquito, pero para mi esta regio ¿Tomamos el café prometido para sacarnos el frío?, ¿o querés algo mas fuerte, algún licorcito?, igual ya encendí la calefacción a full, sabes que soy re-friolenta.
-¿No me digas que tu vieja aún hace ese licor tan rico?, si quiero, aunque solo para acompañar el café jaja
-Si, siempre hace, así que me aseguro una botellita o dos para pasar el invierno, jaja
-¡Es riquísimo!

-Ya está el café, Miri por favor trae un par de copas para el licor, están en el mueble y vení sentate en mi nuevo, amplio y blanco sillón de dos cuerpos jaja, qué por cierto me mataron con el precio, pero bueno che los gustos hay que dárselos en vida jeje.
-Si, tal cual, ¡qué hermoso sillón!

Ambas se sentaron en el nuevo, amplio y blanco sillón, mientras con el café tomaban, tomaban y tomaban licor casero. En un momento Vanina se levanta, apaga la luz y abre en su totalidad la cortina del amplio ventanal, todo se iluminó exquisitamente como un delicado estallido de luz de luna. Se acercó al ventanal, hasta apoyar sus pequeños pechos se apoyaron contra el vidrio, la reacción fue inmediata, sus pezones se erizaron y fue ese mix del frío del vidrio, el licor casero, la calefacción al máximo, que inconcientemente la desinhibió se desabotonó la camisa. Alegre por el licor tambaleó al dirigirse hacia el sillón y se dejó caer sobre este, donde Miriam aún no habiendo tomado lo que le quedaba en la copa (la séptima u octava), el contenido fue a parar sobre su camisola.
-Sos una borracha boluda jaja…-le dijo Miriam
-Uy perdón, sacate la camisa que trato de limpiarla, si te detiene la policía con el aliento a alcohol mas el olor del licor en la camisa vas presa segura jaja.-dijo Vanina
-Me mojaste hasta el corpiño, ya estoy bastante alegre por lo que tomamos, mas la calefacción entre en calor jaja.
Ambas se paran para limpiar el desorden y Miriam se saca la camisa y el corpiño para intentar secar o limpiar la ropa. Vanina está a menos de un paso de distancia, queda como hipnotizada por el tamaño de los senos, no puede quitar los ojos de esos maravillosos melones de carne. Miriam se da cuenta como es observada y quizás la mezcla de alcohol, calor extremo y vaya a saber que más fue lo que rompió el hielo. Vanina se deja llevar y Miriam acepta el impulso de su amiga que muy suavemente lleva su mano hasta el impresionante botón rosado, acariciándolo primero para luego animarse a acercar su boca morderlo con sus labios y masajearlo con la lengua, abriendo la boca completamente ante tal deliciosa oferta, enloqueciendo en lamidos y besos. Miriam excitada por la fiesta bucal que está recibiendo, con ambas manos abriendo la desabotonada camisa llega hasta los diminutos pechos de largos pezones de su amante, los acaricia, los apreta, los pellizca. Suavemente le quita la prenda y ambas caen sobre el sillón ya desnudas del torso superior, Vani observa los inmensos senos de su amiga y comienza a chuparlos alternativamente, mientras esta acaricia el sexo de Vani y trata de desabrocharle el pantalón, al lograrlo Vanina se recuesta sobre el sillón y Miriam se agacha poniéndose de rodillas en el piso delante de ella, le saca el pantalón junto con la bombacha y comienza a besar el lado interno de ambas piernas hasta llegar a la vagina, sus manos en un primer momento abrazan fuertemente las nalgas y la levanta como acercándola a su boca, tratando sin éxito de llegar con un dedo hasta el agujero anal del increíble culo de su amiga.
Dejando reposar el descomunal orto sobre el sillón pero sin dejar de lamer y meter la lengua en la vagina, las manos se dirigen a los diminutos pechos de largos pezones, Vanina parece enloquecer, sus ojos se ponen blancos y muerde los labios mientras que con ambas manos presiona la cabeza de Miriam contra su hinchada vulva.
No existen las palabras, solo gemidos y sonidos de lamidas, lengua y vagina.
Miriam se pone de pie se quita la bombacha pero se deja puesta la amplia pollera de bambula, la cual la levanta hasta la cintura y la anuda. Se deja caer suavemente sobre un rincón del sillón y tomándola del pelo a su amiga la lleva hasta su concha…
-¡Ahora te toca a vos puta, chupa!-Le dice
La lengua de Vanina es increíble, mientras con ambas manos acaricia el macizo cuerpo de su amiga, de hermosas y firmes piernas como columnas que llevan hasta el centro mismo del placer, donde ella empuja y arremete con su lengua produciendo una epifanía de jugos y movimientos. Las manos siguen su juego por todo el cuerpo aferrandose por instantes con fuerza en aquellos portentosos pomelos, de rosados timbres. Hasta que en un momento la lengua de Vanina se aleja un poco del caliente capullo para darle paso a un dedo, luego a dos, se suma la lengua y tercer dedo, mientras Miriam se contorsiona en un placer exquisito.
-¡Ponete en cuatro perra! -Dice Vani
Miriam muy lenta y sensualmente se pone en cuatro sobre el sillón, apoyando su cara, levantando su culo y apenas entreabriendo las piernas (cae una gota de jugo vaginal sobre el sillón) cierra los ojos y espera recibir nuevamente la lengua de su amiga o quizás un beso negro. Vani tarda unos segundos más de la cuenta y justo cuando Miriam iba a reaccionar ante la tardanza, recibe la esperada lengua de su amiga en la vagina pero apenas una lambida para luego sentir un par de dedos encremados y luego tres y luego cuatro masturbándola, alcanza a abrir algo más las piernas cuando Vani la sorprende con su cinturonga totalmente encremada. Solo la penetra dos veces con la mitad de la longitud del consolador para luego arremeter y dejar toda la prótesis dentro de la concha de Miriam, la cual jadea incontrolablemente mordiendo y arañando el almohadón del sillón. Vani arremete frenéticamente con su prótesis en la concha de su amiga mientras esta estalla de placer. El frenesí lo controlan ya que ambas sin decir palabra entienden que de seguir así llegarán al final en cualquier momento y en cambio tienen la intención de seguir jugando un largo rato más. Los movimientos son más lentos sacando la totalidad de la prótesis e introduciéndola en lapsos más cortos de tiempo.
Vani aún tiene un par de sorpresas mas, detrás del sillón se apoya una mesa que es coronada por una frutera, la cual camuflada, nunca falta un pepino o una zanahoria y un preservativo a lo cual Vani echa mano en momentos de necesidad. Esta vez la necesidad es distinta o mejor dicho la intención, sin dejar de bombear con la prótesis, toma un gran pepino, le coloca el preservativo, saliva el culo de Miriam e introduce un dedo… quejido de dolor y placer… placer… y placer.
Mientras Miriam, entregada a seguir recibiendo goce por cualquier agujero, (ignorante de los planes de su amiga) espera la prótesis por el círculo anal, Vani la sorprende ya que sin sacar la prótesis de la concha arremetiendo muy pausadamente ahora acompaña por el culo con el fálico hijo de la tierra enfundado en látex.
Los movimientos de Vanina eran excelentes, comenzando muy suavemente y apoyado sobre su ingle provocando una doble penetración en aquel delicioso cuerpo, tal cual su amiga le había contado que lo recibía de su marido. Vani se inclina hacia delante y sin dejar de empujar y soltar muy pausadamente acaricia los pechos de Miriam, la cual no gime sino que grita de placer, con sus manos trata de aferrarse a algo, araña y acaricia el sillón, mientras jadea y grita. Así estuvieron algunos minutos hasta que Miriam a erguirse y al incorporarse completamente el sex-toy-vegetal por efecto de la gravedad se desprende del estimulante orificio y cae al piso.
Se acarician mutuamente mientras se besan, las lenguas juegan y se mueven como víboras dentro de un canasto de mimbre hasta quedar casi anudadas, se acarician al unísono ambos sexos, dejando que algún dedo juguetee con duros clítoris al entrar y salir de las vaginas.
Vanina aleja suavemente a su amiga, se recuesta sobre el sillón, apoya la cara, yergue ese tremendo culo, llevando el brazo por sobre la espalda con sus dedos medio e índice se acaricia ambos orificos, y ofrece el anal separando ambos dedos como tijera que se abre, ese culo erguido y parado esperando recibir placer era sencillamente esplendido.
Miriam descubre a un costado y aún no utilizado el consolador doble, lo tiene al alcance de la mano, pero primero lo primero, encrema el orificio anal de su amiga y comienza a masturbarla con los dedos. Siempre detrás de Vanina, Miriam se para pero colocando una pierna en el piso y la otra sobre el respaldo del sillón, le devuelve el cumplido a su amiga salivando su ano y ya con la cinturonga colocada penetra progresivamente el hermoso orto sin llegar a un ritmo frenético pero si terriblemente placentero. Vani enloquece, grita y grita de placer…pero Miriam no la deja acabar, se arranca el cinturonga toma el doble pene y le introduce la mitad a su amiga y le dice
-Convidame
Se arrodilla también en el sillón quedando culo con culo y con toda furia se introduce su parte en la concha y ahí si ambas gritan, jadean incontrolablemente empujando una hacia otra. Demasiado aguantaron, explotan ambas dejando caer sus jugos sobre el nuevo amplio y ya no tan blanco sillón, sin sacarse la prótesis ambas quedan exhaustas, dormidas.

4:30 AM Claudio duerme, se despierta y Miriam aún no está, le envía un mensaje en tono de broma…
.- ¿Dónde y con quien estás? ¿Todo Bien?
A los cinco minutos recibe un mensaje de texto acompañado de una foto:
-En la casa de Vani con Vani disfrutando de un nuevo amplio y blanco sillón de dos cuerpos, PD. Adjunto foto jaja, todo ok en un ratito estoy por allá.

Claudio vuelve a dormir, luego de ver la foto adjuntada al mensaje, donde están ambas amigas sobre el trajinado, caliente y no tan blanco sillón de cuatro cuerpos.

Colaborador: Claudio


Conociendo a los padres de mi novia

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-¿Pero te has puesto esa corbata?

-La roja no me queda bien.

Sandra me miró, intentando ganar algunos segundos.

-Va, pruébate la roja-dijo al fin.

Efectivamente, no me quedaba bien la corbata roja. Pero ya que íbamos a casa de sus padres, qué menos que llevar la corbata que a ella le gustaba.

Esperaba que también le gustase a ellos, pues era la primera vez que iba a verlos.

Había conocido a Sandra en el sur de Francia. Yo estaba allí cerrando varias operaciones de compraventa que tenía mi empresa con otra alojada en Tolouse, y Sandra se encontraba por allí de paso tras terminar su carrera de Psicología clínica.

Ocho meses después ya vivíamos juntos. Ella estaba empeñada en que conociese a su familia, por lo que, al no poder alargar más mis excusas, había reservado un vuelo a Zaragoza para que los conociese aquel fin de semana. Era un pecado, según me decía, que nunca hubiéramos ido a verlos estando tan cerca.

-Ya verás, te van a caer súper bien, sobretodo mi padre-me decía ella en el avión.

-¿Estabais muy unidos, verdad?

-Bueno… soy su única hija, qué quieres…

-Ya…

-Por cierto, ya sabes que no tienes que mencionar aquello, ¿no?

-¿El qué?

-Pues eso… que tú y yo…

No pude evitar que se me escapara una carcajada que resonó por todo el pasillo. El guiri que llevaba los calcetines hasta los tobillos se giró hacia nosotros y nos miró como si fuéramos un par de locos.

-¿De qué te ríes?-me preguntó Sandra.

-Pues… digo yo que tus padres ya se lo imaginarán, ¿no?

-No te creas-dijo ella con su cara filosófica-Mis padres son muy inocentes.

-¿Cómo de inocentes?

-Juan, ya te lo expliqué. Te acuerdas, ¿no?

La primera noche junto a Sandra ya me había explicado que su abuelo había sido pastor de no sé qué iglesia, y que, aunque su padre no había seguido a rajatabla con eso, era muy tradicional y algo antiguo.

-¿Y si me lo pregunta? ¿Y si no le caigo bien? ¿Y si me dice que…?

Mi batería de preguntas se alargó hasta llegar a la misma puerta de su casa. Los padres de Sandra vivían en una casa entrañable a las afueras de la ciudad, toda blanca y reluciente.

-Tú solo haz lo que te digan, aunque no te guste-me dijo ella como si hubiese contestado a todas mis preguntas de golpe.

-¿Qué? ¿Qué quieres decir con eso?

La puerta de la casa se abrió entre las manos de una mujer pelirroja y algo huesuda que nos miró con sus ojos verdes y relucientes.

-¡Mamá!

Sandra y su madre se fundieron en un abrazo mientras yo no sabía si dejar la maleta en el suelo o decirle al taxista que me llevase de nuevo al aeropuerto.

-Mamá, este es Juan, el chico del que os he hablado tanto.

Yo me quedé inmóvil, limitándome a asentir lo que ella iba diciendo.

-Juan… dale dos besos a mi madre, ¿no?-dijo algo mosqueada.

-¿Eh? Ah, sí, sí…claro.

No llevaba ni un minuto allí y ya la había fastidiado. Eso era empezar con el pie izquierdo.

-¿Dónde está papá?

-Debe estar atrás en el patio, no os habrá oído llegar. Pasad, pasad…

Yo caminé con la mirada agachada mientras la madre de Sandra cerraba detrás de mí la pesada puerta. Oí como sellaba mi condena al cerrarla, pero enseguida puso sus manos en mi espalda y nos preguntó:

-¿Qué tal el viaje?

-Bien, no sabes lo que nos ha pasado: un grupo se puso a cantar y…

Sandra se puso a divagar con su madre mientras ambas se perdían por el interior de la casa, olvidándose de mí y dejándome allí solo sin saber qué hacer. Aquel salón era inmenso, por lo que fui de allá para acá con una actitud cotilla y con mi maleta todavía colgada de un brazo. No sabía en qué momento tendría que salir huyendo. Al lado de la mesita del teléfono había una foto de una niña con un señor, una tarde de verano en la piscina. A la niña le caía el pelo rubio y mojado por los hombros y al señor le iban a reventar los brazos de tanto músculo que había sacado.

-O dejas eso donde estaba o te vuelo la cabeza-me dijo una voz desde atrás.

-¿Eh?

-Tienes tres segundos para decirme quién eres y qué coño haces en mi casa o esparciré tus sesos por la alfombra.

Me quedé blanco. No es que no supiera qué decir, es que mi cuerpo no me dejaba articular palabra.

-¡Papá!

Sandra se abrazó al hombre que me había amenazado aún más fuerte si cabe de lo que lo había hecho con su madre.

-Cómo te he echado de menos papá…

Su madre contemplaba la escena, casi con ojos llorosos, mientras yo me pasaba la mano por la nuca intentando que la sangre me llegara de nuevo al corazón.

-Veo que ya os habéis conocido-dijo Sandra.

-Pues…

-Dame un abrazo, coño-dijo su padre rebosando felicidad.

La palmada que me dio en la espalda, seguida de un par de bofetadas, casi me dejaron noqueado, pero estaba contento de que el tema se hubiese solucionado. O al menos eso creía yo.

-¿Queréis tomar algo?-preguntó la madre de Sandra.

-No, señora, gracias.

-Llámame Ruth.

-Llámala Ruth-añadió su marido.

-Sí, claro… Ruth.

-Que sí hombre, si estáis muertos del viaje, seguro. Voy a prepararos algo.

-Voy a ayudarte mamá.

-Voy con vosotras-dije casi como un acto reflejo.

Pero ellas ya habían pasado a la cocina.

-Ven aquí coño, ¿no quieres ver mi casa?-me preguntó él.

-Sí… claro que quiero.

Subimos por las escaleras hasta la segunda planta, donde su padre me llevó directamente a lo que él consideraba su santuario.

-¿Bebes whisky o ron?

-Pues… yo… ron.

-Toma-dijo pasándome el vaso.

Bebió un sorbo mientras me miraba antes de articular palabra.

-¿Así que tú eres el cabrón que se está follando a mi hija?

-¿Perdón?

-Ya me has oído.

-No… no, se equivoca, yo no…

-¿Qué?

-Pues que yo no he hecho eso con ella.

-¿Pero si con otra?

-No, yo… con otra no…

-¿Eres virgen?

-Bueno, yo…

Sin que hubiese respondido aún, sonó el teléfono.

-Salvado por la campana.

Él descolgó el teléfono mientras yo me reclinaba en mi sillón como un niño regañado.

-Sí… no joder, este fin de semana está aquí mi hija. Sí… No… Pues hazlo tú joder, reúne a los chicos… 1 … X … 1… 2… No, espera. Ponle una X al Real Madrid…. Y yo qué sé… Sí… Adiós, adiós…

Yo me bebí todo el vaso de golpe, esperando mi muerte.

-Esta panda de maricones no sabe hacer nada sin mí.

-Oiga, señor…

-¿Qué?

Él se levantó sin dejar que yo terminara mi frase.

-¿Fumas?

-No, por Dios, no…

-Toma-dijo pasándome un habano a la vez que ignoraba mi respuesta.

-Yo quiero a su hija.

Por un momento él me miró con su puro encendido en una mano y el vaso de whisky en la otra.

-Yo quiero a su hija, es una mujer increíble. Desde que la conocí…

-Sigue-dijo dándole una calada.

-Estoy enamorado de ella.

-Bien-dijo levantándose de la butaca.

-Si algún día…

Antes de que acabara la frase, Sandra entró por la puerta.

-Pero bueno, ¿qué es todo este humo?

-Tu novio, que ha insistido en que me fumase uno.

-Papá, tú no puedes fumar. Voy a tener que castigarte-dijo ella riéndose.

Él la besó mientras ella se volvía a abrazar a su padre.

-Bajad, ¿vale? Vamos a comer algo.

Casi como una búsqueda de ayuda más que como una muestra de cariño, le cogí la mano a mi novia y salí de allí con los hombros más tensos que haya tenido nunca. Su padre apagó el puro y nos siguió hasta el comedor.

Comimos mientras el padre de Sandra presidía la mesa en el otro extremo. Me miraba con desafío, en ocasiones con asco, hasta que finalmente soltaba una sonrisa maliciosa y bebía de su vaso.

Al caer la tarde me senté por fin en el sofá junto a Sandra, como había hecho esos últimos ocho meses. Sus padres, distraídos con las plantas, habían salido al patio.

-¿Bueno…qué te ha parecido?-me susurró ella.

-Tu madre es un encanto.

-¿Y mi padre?

Sandra me miró con su cara tierna, esperando que yo no la desilusionara.

-Es… nos llevamos bien.

Ella me besó en la boca a la vez que ponía su mano en mi pecho.

-Como me alegro de que os llevéis tan bien.

Sandra volvió a besarme.

-¿Sabes lo que me gustó mucho? ¿Te acuerdas aquel día cuando…?

Sandra empezó a susurrarme cosas al oído mientras me mordía la oreja con sus dientes.

Su mano se deslizaba por debajo de mi camiseta, y ella no dejaba de repetirme su impresión de cómo le había recorrido el cuerpo con mi lengua.

-Sandra…

Ruth nos miraba a menos de un metro con cara de asombro.

-Mamá…

-Tu padre quiere pasar un momento por el club.

-¿Por qué no lo acompañas?-me preguntó Sandra.

-¿Yo?

-Sí, tú. Le encantará. Va, cariño…

-Ve, está en el coche. ¡Corre!-me dijo su madre.

Yo salí por la puerta mientras el padre de Sandra me esperaba junto al capó de su coche.

-Cariño, te olvidas el móvil-dijo Sandra bajando las escaleras.

-Gracias.

-Oye, pase lo que pase no se lo digas a mi padre, ¿entendido? Si llevas una mentira hay que llevarla hasta el final.

Sandra me besó y volvió a subir las escaleras.

-¿Nos vamos o qué?

-Voy, señor…

El club no era ni más ni menos que el bar de turno donde se reunían el padre de Sandra y sus amigotes con el fin de elevar su nivel de testosterona.

-¿Nos pones dos medianas, guapa? Gracias.

-Voy cariño-le dijo la camarera.

-Está buena, eh.

-¿Perdón?

-Esther, la camarera.

-No… no sé…

-¿No has visto el culo que tiene?

-Bueno…

-¿Qué pasa, no te gusta?

Me gusta el de su hija, estuve a punto de decirle. Pero aquello me hubiese hecho ganar un puñetazo.

-Sí…

-¿Sí, verdad?

-Supongo…-dije tratando de adivinar sus intenciones.

-¿Qué le harías?

-¿Qué?

-¿Qué le harías?

-¿A Esther? A ella nada…

-¿Eres maricón?

-¿Qué? No, claro que no…

-Joder, si me dices que no te follas ese culo qué quieres que piense…

-Yo no he dicho que no… señor…-dije para decorar la frase.

-Tampoco has dicho que sí.

-Bueno…. sí que lo haría, pero…

-¿Qué harías?

-Pues lo que usted ha dicho.

-Aquí tenéis, preciosidades-nos dijo Esther pasándonos las cervezas.

-Esther, llegas justo a tiempo. Mi amigo quería decirnos una cosa.

Esther me miró, esperando que yo dijera algo.

-No, sólo que…

-A este no tienes que tomártelo en serio…-dijo Esther hablando como si él no estuviese.

-¿Cómo que no? ¿Entonces no nos vamos a fugar al Caribe como habíamos planeado?

-Claro que sí-dijo Esther cogiéndole el moflete como si él fuera un niño.

Cuando ella se hubo ido, el padre de Sandra volvió a la carga.

-¿Y entonces?

-¿Qué?

-¿Lo harías o no?

-Sí…pero…

-¿Qué harías?

-Pues… follar por el culo, ¿no? Es lo que ha dicho usted…

-Yo no he dicho eso.

-Sí que lo ha dicho…

-No, eso lo has imaginado tú.

-No, estoy seguro de que lo ha dicho antes.

-¿Pero sabes el gusto que da? La polla entre los dos cachetes…

-Sí…

-¿Cómo que sí?

-Quiero decir que no.

-¿No qué? ¿Y ese sí de antes? ¿Cómo vas a saberlo si no lo has probado? ¿O es que sí…?

-No, a ver… yo quería decir que…

Aquel cabrón me había hecho una encerrona y yo había caído de cuatro patas.

-Yo con mi mujer nunca hice nada hasta el día de nuestra boda-dijo aliviando la tensión-Pero nunca dejé que le faltara de nada desde entonces.

Yo sonreí en señal de aprobación.

-Como le hagas daño a mi hija…

-Señor, no voy a hacerle daño a su…

Mis ojos se pusieron como platos al ver que destrozaba una lata de Heineken ya vacía.

-Pero… ¡pero qué hace!

-¿Me he explicado bien, no?

-Joder, sí.

-Bien.

Volvimos a casa sin que yo dijera mucho, con el miedo metido en el cuerpo.

-Anda mira, qué bien os lleváis ya, ¿eh?-me dijo Sandra al recibirme.

-Sí. Genial…

Dándome una palmada en el culo me hizo subir las escaleras.

-Bueno, ¿y de qué habéis hablado?

-¿Nosotros? Pues… lo típico…sólo cosas de tíos… fútbol y tal…

-Qué bien cariño.

-Y… Sandra, tu padre…

-¿Qué ocurre?

-No, pues que…

-Entrad, vais a coger frío-nos gritó la madre de Sandra.

Sandra se escabulló con su padre mientras yo me quedaba a solas con su madre, quieto como la escoba que estaba en la cocina.

-¿Qué tal?-me preguntó.

-Pues bien, ¿y usted?-dije absurdamente.

-No me trates de usted, ¡me haces sentir vieja!

-No, por Dios… quiero decir… no querría ofenderla.

-Y dale… llámame Ruth, ¿vale?-me dijo con su mano en mi mejilla.

-Sí, sí… claro, Ruth.

-Vale.

Di un par de pasos antes de decidir marcharme, pero Ruth me detuvo.

-Ah, una cosa más.

-Dígame… dime.

-Usad lubricante.

-¿Qué?

-Así no le dolerá.

-No sé de qué habla…

Sin tapujos, Ruth me miró a la cara.

-Sandra ya me ha dicho que la tienes demasiado grande.

Yo tratando de evitar que su padre supiese la verdad y Sandra se lo había contado a su madre, ¡y encima con detalles! No pude evitar sentirme traicionado.

-¿Qué le ha dicho?-quise saber.

-No, simplemente que aveces le duele al hacer el amor contigo.

-Pues a mí no me ha dicho nada…

-No te preocupes, eso es normal. Si no puedes estimularla naturalmente, tendrás que utilizar algo para que no le duela, ¿no?

-Sí, bueno…

-Pues eso cariño.

Ruth me guiñó el ojo y me dio la espalda mientras yo sabía que estaba sonriendo a pesar de que no le veía la cara. Por un lado me sentía enfadado con Sandra, pero por el otro pensaba que era absurdo molestarse por eso.

Lo mejor sin duda de aquel día fue poder estirarme en la cama junto a mi novia, aunque quise ser precavido después de lo que su madre me había comentado.

-Sería mejor que durmiese en otro sitio.

-No seas tonto, la gente también duerme en pareja sin hacer nada más.

-Ya… no creo que sea la mejor idea.

Cogí la almohada y me puse de pie.

-Juan, por favor. Ahora en serio.

-Vale, vale… sólo voy a lavarme los dientes. Ahora vuelvo.

Salí de la habitación en calzoncillos y mi camiseta blanca manchada de mostaza hacia el lavabo. Dentro me encontré de golpe con Ruth.

-Perdone, no sabía que estaba ocupado.

-Oye, te voy a dar la próxima vez que me vuelvas a tratar de usted.

-Disculpa…

-Pasa.

Cerré la puerta, intentando disimular los nervios.

-Sólo venía a…

Sin hacerme caso, Ruth se metió las manos por debajo del camisón y sin apenas dejar que se viese nada deslizó las bragas que llevaba puestas hasta sus tobillos.

-Será mejor que me vaya.

Ruth se agachó para coger sus propias bragas y alargó su brazo hasta dármelas.

-¿Las pones ahí, por favor? En la cesta al lado de la bañera.

-¿Esta?-dije señalando la cesta.

-Sí, esa. Gracias corazón.

Ruth empezó a desmaquillarse mientras yo la miraba. Era una mujer delgada y morena, con una sonrisa brillante y pequeños lunares repartidos por sus brazos. Su camisón negro se pegaba a su cuerpo de tal manera que empecé a recorrerla más con la mirada.

-¿Qué tal con Jorge, con mi marido?-me preguntó

-Ah… bien, bien…

-Acércate.

Di un paso al frente.

-Un poco más, que no muerdo.

Me acerqué un poco más hasta quedarme a su lado.

-Nosotros queremos mucho a Sandra.

-Yo también la quiero, señ… Ruth.

-Lo que te he dicho antes es porque no quiero que le hagas daño.

-No sé porque piensan que quiero hacerle daño.

-Ya lo sé. Pero quiero que mi hija también disfrute de las relaciones sexuales.

-Yo… bueno, y qué hago, ¿se lo pregunto?

-Mira, Juan. Yo no soy sólo la madre de Sandra. Quiero que sepas que aquí también tienes a una amiga. Y quiero ayudarte en lo que pueda.

-Joder, muchas gracias Ruth.

Aquellas palabras me emocionaron tanto que la abracé, sin importar el contacto tan frágil que había entre nuestras partes íntimas y entre nuestros cuerpos.

-Es sólo un consejo, pero si yo estuviese en vuestro lugar prescindiría de hacer el amor esta noche.

-Sí… ya lo habíamos pensado.

Ruth me cogió las manos y las puso en su cintura.

-Mira, acaríciala por aquí, ¿ves? Eso le gustará.

-Sí…

Yo me desprendí de ella, pero fue Ruth quien puso sus manos en mis brazos.

-Así, por ejemplo, por los brazos también…. ¿ves?

-Sí, ya sé lo que le gusta…

-¿Y qué le gusta?

-Quiero decir….

-Juan, por favor. ¡Qué tenso estás hijo!

-Pues… besos, y tal…

-Abrázala, así.

Ruth hizo que abrazara su culo. Instintivamente yo lo cogí como si fuese a caerse.

-Así, muy bien. Lo haces muy bien.

Con mi mano subió ligeramente su camisón.

-¿Lo notas? ¡Si me dan escalofríos hasta mí!

Parecía mentira, pero Ruth tenía el culo más duro y firme que hubiese tocado, más que el de Sandra.

-Le acaricias las piernas, así.

Ruth pasó las yemas de los dedos por sus muslos con tanta naturalidad que me asustó. No sabía si ella era consciente de lo que estaba pasando, o si solamente pretendía ayudarme en mi relación con Sandra.

Pensando en aquello me aparté.

-Bueno… gracias, Ruth.

-De nada corazón.

Pasé a toda prisa por el pasillo rumbo a nuestra habitación, donde Sandra ya dormía profundamente. Yo apenas sí podía cerrar los ojos.

Tras probarlo varias veces y ver que el reloj marcaba la una y media pasadas, me levanté sin despertar a Sandra y fui hasta la cocina, donde no encontré más que leche en un tetrabrick. Por miedo a que alguien se despertase me tomé la leche fría sin meterla en el microondas. Al pasar por la biblioteca que el padre de Sandra había montado, vi una tenue luz que brillaba desde el interior. Empujé la puerta y Ruth se giró inmediatamente. Al verme me pidió que encendiese la luz.

-Ei.

-Hola…

-¿Qué pasa, no puedes dormir?

-No, bueno…

-Ven, siéntate.

Le hice caso y me senté en el sofá, solo con la intención de decirle que iba a marcharme. Un poco contradictorio, pero aquella era mi verdadera intención.

-Yo aquí, viendo la tele.

-¿Qué dan?

-Una reposición de El Paciente Inglés.

Ruth seguía con su camisón y ni siquiera había desdoblado la manta de cuadros que tenía a su lado. Ella me miró con curiosidad.

-¿Y bien?

-¿Sí…?

-¿Qué tal ha ido?

-No te entiendo…

-Pues… si has hecho lo que te dije, por ejemplo.

-Ah… no, no… Sandra ya estaba dormida, debía estar muy cansada.

-Está bien, mejor así. Es igual que su padre, Jorge también duerme profundamente en nuestra habitación.

-Y yo también debería dormir un poco. Buenas noches.

-Sabes, Juan… me gustaría mucho que Sandra y tú me dierais un nieto.

-Bueno-reí nervioso-Sí… nos estamos conociendo, de momento.

-¿No tienes frío?-me preguntó al ver que seguía yendo en calzoncillos.

-¿Y usted…tú… no tienes frío?-dije apelando al camisón que llevaba.

-Anda…

Ella me pasó la manta y yo, más por incomodidad que por frío, me arropé, tapándome con ella.

-¿Así nunca habías salido con otra antes de estar con ella?-me preguntó.

No sabía de donde había sacado aquello, pero aun así le contesté.

-Sí, bueno… Con un par de chicas.

-Lo digo porque te veo muy tenso, como si no te gustara estar aquí. Nosotros queremos que te sientas en familia.

-Lo siento…

-No me pidas perdón. Cariño, es normal estar así, pero relájate un poco, ¿no? Ahora vas a formar parte de nuestra familia también.

Con sus palabras de Corleone, empecé sin darme cuenta a darle un repaso más lento de lo que me hubiese gustado a Ruth.

-¿Vale?

-Sí, claro…

-Sandra ya no es una niña, te habrás dado cuenta de eso.

-Sí, claro que sí… Ruth.

-Ya sabemos que tiene algunas necesidades, como todos.

-Soy consciente.

-Por ejemplo, ¿tú cómo la haces sentir bien?

-¿Perdón?

-Sí, por ejemplo… ¿cómo eres a la hora de besarle el cuello?

-¿Qué cómo soy? Pues no sé, me sale solo…

-A ver, ven.

Ruth se acercó a mí hasta el punto de arroparse ella también con la manta.

-Imagina que soy Sandra.

Yo la miré, mientras ella esperaba que me lanzase directo a su cuello.

-Juan, por Dios, relájate.

-Pues… le daría un par de besos, y luego…

-No, no me lo expliques, hazlo directamente-me ordenó.

Me acerqué más a Ruth y le di un par de besos en el cuello. Justo en el mismo sitio mis labios pasaron a morder su morena piel, y la punta de mi lengua lamía el camino que mis besos habían dejado.

Ruth me puso la mano en mi mejilla, incluso se atrevió a bajarla y darme pellizcos en mi propio cuello.

-Lo has hecho muy bien cariño.

-¿Gracias?

-Tú ya lo sabrás, pero es importante que cuando le hagas el amor no solo te preocupes de meterla. Parece una tontería, pero créeme… no debes olvidarlo.

-¿Quieres decir por ejemplo, que si estamos follando… haciendo el amor… es importante estimularla con besos?

-Si estáis follando…-me guiñó el ojo al decirlo.

-Ya lo he… entendido-dije para ponerme de pie e irme.

-¿En qué habías pensado?

-¿Cómo?

-Sí, supongo que al decirlo habrías pensado en cierta situación, ¿no? Incluso en alguna postura concreta.

-Yo… sólo pensaba…

-¿Qué corazón?

-No… en besarle la espalda, por ejemplo.

Ruth se estiró poco a poco en el sofá, tirando inconscientemente de la manta con su cuerpo.

-Es decir, si Sandra estuviera así, ¿no?

Ella me hablaba con su boca casi besando el sofá, dejando su espalda totalmente boca arriba.

-Sí, por ejemplo…

-Prueba besando la espalda.

-Yo… no creo que…

-Si no puedes, sube un poco el camisón, no pasa nada-me dijo ignorando lo que yo iba a decirle.

Pensando en ganármela e irme de una vez por todas, le di unos besos cortos.

-Muy mal.

-¿Qué?

-Pues que no, no… Juan, tienes que ser más cariñoso.

Volví a acercarme a su espalda, esta vez subiendo el camisón como me había sugerido. Ruth seguía estando sin bragas desde que se las quitara en el lavabo, y al acercarme mi polla rozó con su culo desnudo y firme. Ella no dijo nada, incluso dudé de que lo hubiera notado.

A medida que subía el camisón iba besando su espalda.

-Así, muy bien…

Ruth soltaba pequeños quejidos, mientras yo me empeñaba en creer que lo hacía para animarme.

El camisón finalmente chocó contra su pelo. Sus pechos se aplastaban contra el sofá y su culo seguía en contacto conmigo.

-Yo… voy a ir arriba, me está entrando el sueño ya-le dije.

-Vale, cariño.

Ruth se quitó el camisón del todo y se tapó ligeramente con la manta.

-Bueno, pues eso… que buenas noches.

-¿Por qué no intentas una última cosa? Así podré quedarme tranquila.

-Eh… ¿de qué se trata?

Ella se levantó, tirando el camisón que tenía en su mano directamente al suelo. Completamente desnuda, se mantenía frente a mí sin temblar lo más mínimo.

-No me digas que nunca has visto a una mujer desnuda…

-Sí, pero no a la madre de mi novia…

-Si te sientes incómodo…

-Sí, mejor que me vaya…-dije en voz baja.

-Si te sientes incómodo no me mires el coño, ya verás como es mucho más fácil.

La seguridad y naturalidad de aquella mujer me sorprendía, e incluso podría decir que aquello dificultaba el que no le hiciera caso.

Ruth se estiró en el sofá, igual que había estado dos minutos atrás.

-Pruébalo sin ropa, ¿de acuerdo? Será más fácil.

-Perdón… ¿probar qué? ¿qué será más fácil?

La madre de Sandra pasó directamente a las instrucciones, sin que yo pudiese saber lo que pretendía esa mujer.

-A ver, quítate la ropa.

Yo obedecí, tapándome cuando estuve desnudo.

-Deja que eche un vistazo.

Yo no aparté las manos hasta diez segundos después, cuando Ruth se mordió el labio inferior.

-Ponte encima.

-Eh… no.

-¿No qué?

-No voy a…

-Que no, tonto. No la metas, sólo ponte encima.

Aquella tontería me calmó, como si estar encima de ella desnudo fuese cualquier tontería sin maldad

Me acomodé junto a Ruth, casi sin tocarla, mientras ella me hablaba con la cabeza de lado.

-Bien, voy a abrir un poco las piernas y tú metes la polla.

-No… no la entiendo…

De repente me sentí como un quinceañero frente a su primera vez.

Ruth separó un poco las piernas sin apenas esfuerzo.

-Métela por ahí, pero no la metas dentro del coño.

Sin comprenderlo, la metí por el espacio que había dejado y que como una cueva volvió a cerrarse una vez que hice lo que me ordenó.

Los muslos entraban en contacto directamente conmigo, pero lo mejor fue cuando apoyé mis manos en el sofá para no caerme y me di cuenta de el placer que daba tener la polla aguantada por Ruth.

-Buf…-se me escapó.

-Prueba a hacer lo que hemos hecho antes, sin olvidar los besos y los cariñitos.

Al moverme volví a notar la estrechez entre las piernas de Ruth, muriendo de placer en cada roce.

-Joder, no sé si voy a poder.

Instintivamente, besé la espalda de Ruth y le pasé la lengua mientras ella sonreía. Moví despacio mi cintura, simulando que empezaba a follar con aquella mujer.

-Sí…

Ruth sonreía de placer y me animaba a que le besase la espalda hasta llegar a su nuca, y yo obedecía como si fuese un criado suyo.

Había encontrado el equilibrio perfecto, pero a medida que las muestras de cariño crecían, Ruth cerraba más sus muslos, dificultando que yo pudiese seguir moviéndome por los temblores que sentía en mi cuerpo.

-No… no puedo…

-Si lo haces muy bien corazón…

-No, es que… me gusta mucho…

-Así, sigue…

Me había llegado a creer que estaba follando, y fue por eso por lo que mordí la oreja de Ruth.

-Sigue cariño…

Los pezones duros de excitación de Ruth rayaban el sofá, luchando por esconderse de mis manos que inquietamente querían tocarlos.

-Ruth… no puedo más…

Me abalancé sobre ella, sudando de calor y dejando que mis labios chocasen contra su hombro.

Ella lo notó y, hermosa como era y sin dejar de sonreír, juntó sus piernas y sus muslos hasta que ya no pude moverme al soltar todo el semen que me había producido aquella situación.

Me quedé allí, rendido, exhausto pero contento, y sin saber por qué yo también sonreí, besando a Ruth en la mejilla como si aquella mujer fuese mi novia.

Al fin me incorporé, medio avergonzado de aquello. Ruth se puso de pie, examinando si tenía alguna gota de semen alrededor de su vagina.

Yo la miraba con preocupación, pero ella seguía tan tranquila como siempre.

-Te lo he manchado todo, el sofá… lo siento.

Ella no dijo nada, solo me miró y se dio la vuelta.

-¿Ya no tengo nada, no?-me dijo mirándose el culo.

N… No. No, no tienes nada, Ruth.

-¿Ya estás más relajado?-me preguntó.

-Sí…

-Espero haberte ayudado un poquito. Y que ahora puedas dormir mejor.

-Yo…

Ruth volvió a poner su mano en mi mejilla, sin preocuparse si quiera de que ambos siguiéramos desnudos.

-Nos vamos a dormir, ¿no?

Sandra seguía profundamente dormida en su habitación. Abrazaba su almohada y sonreía igual que su madre.

Aquella noche yo pude dormir igual que ella. Lo sucedido con Ruth… tendría que haberme puesto más tenso que nunca, pero ella había tenido razón. Había conseguido relajarme entre toda la tensión acumulada.

Por la mañana me levanté primero que nadie, y yendo de puntillas pude acercarme hasta la cocina donde nuevamente tuve que beberme el vaso de leche frío por temor a despertar a alguien.

-Buenos días.

-Buenos días, Ruth.

La madre de Sandra se había despertado antes que yo e incluso le había dado tiempo de preparar un zumo de naranja. Ignoraba que estuviese en la cocina antes que yo.

-¿Quieres?

-Bueno…

-¿Cómo has dormido?-me preguntó mientras servía el zumo.

-Bien… muy bien.

-Me alegro.

Las piernas de Ruth eran largas y esbeltas, bañadas en un tono de piel moreno que encajaba a la perfección con su camisón negro.

-Eo-me dijo haciéndome señales con la mano.

-¿Sí?

-¿Qué miras?

-¿Yo? No, yo nada, no…

-¿Qué tal ayer?-dijo antes de beber su zumo.

-Pues bien, pude dormir, como te he dicho…

-No, no me refiero a eso.

-Ah, lo otro…

-¿Te funcionó o no?

Que si me funcionó, pensé. No debería haber visto bien la cantidad de semen que le dejé en el sofá.

Ruth volvió a acercarse hasta ponerme las manos encima. Yo di un salto atrás.

-Sí, yo me voy. Arriba. Hasta ahora.

Salí corriendo hasta llegar a la habitación. Sandra había desaparecido, y donde minutos antes había estado ahora solo quedaba su figura marcada en el colchón.

Entré en el lavabo para refrescarme y lavarme la cara, y no me di cuenta de que había alguien más dentro hasta que una cara se asomó para ver quien había. Tan pronto como me giré, aquella persona volvió a esconderse detrás de la cortina de ducha y abrió el grifo del agua.

-¿Sandra?

Sin que me dijera nada, vi la ropa de Sandra colgada al lado de la toalla, por lo que supuse que mi novia había empezado a ducharse.

-Sandra… creo que será mejor que adelantemos el viaje y nos vayamos hoy en vez de mañana por la mañana.

Ella no dijo nada, pero yo sabía que estaba allí, notaba su figura.

-No te enfades cielo… Tú podrás venir a verlos siempre que quieras, pero…

En ese momento se me pasó por la cabeza que sería más fácil contarle lo sucedido si no le veía la cara.

-Tu madre, ayer… Bueno, no sé muy bien explicar lo que pasó, pero…

Sandra seguía sin decir nada, escuchando lo que yo le decía.

-Intentó… ayudarme… para que estuviese bien con ellos, pero…

Sandra cerró el grifo del agua y por un momento todo quedó en silencio. Ella sacó una mano y me indicó que entrase.

-¿Quieres que entre? Pero…

Ella volvió a abrir el agua, mientras el cristal ya se iba llenando de vapor. Sin desnudarme del todo me acerqué a la bañera, y tras poner el primer pie dentro me di cuenta de que unos ojos verdes me miraban.

-¿No pensarás ducharte con ropa, no?-me preguntó Ruth.

-Ni sin ropa. Perdón, me he equivocado, pensaba que…

-Desnúdate del todo-me ordenó.

-¿Por… por qué no me ha dicho que no era Sandra?

-Ya te he visto desnudo una vez, no sé por qué te entra tanta vergüenza de repente-dijo ignorándome.

-Yo no tengo vergüenza. Bueno, sí, pero…

Ruth volvió a cerrar el grifo, esta vez definitivamente. La bañera ya se había llenado bastante como para cubrir a alguien.

-Ven, todavía está calentita.

Ella entonces salió, apoyándose en mi hombro para no resbalarse.

-Si lo he preparado para ti, tonto.

-¿Qué…?

-Anda, entra.

Yo me acabé desnudando y ante las insistencias de Ruth me senté en la bañera.

-Está rica, ¿eh?

-Sí…

-Es para que te bañes.

-Bueno, gracias.

-A ver, pásame el jabón.

-¿Para qué?

-¿Para qué se utiliza el jabón?

Le pasé el jabón a Ruth y nuestras manos mojadas se rozaron.

-Gracias señorito. A ver, necesitaremos una esponja.

-Tome.

-Gracias…

-Bueno, ya puede irse.

Ruth sonrió, igual que la noche anterior.

-No pienso irme a ningún sitio.

-A partir de aquí ya puedo seguir yo solo-le dije.

Ella mojó la esponja en el agua y le echó una gota de jabón, tras lo cual volvió a sumergirla en el agua.

Con sumo cuidado fue pasando la esponja por mi pecho.

-¿Qué fue lo que más te llamó la atención?

-¿Cómo dice?

-Ayer noté que te costaba moverte. Fue eso, ¿verdad?

Ruth pasó la esponja por mis brazos.

-Bueno, sí… supongo que sí.

-¿Por qué te llamó la atención?

-No sé… supongo que me gustó mucho.

Sin preámbulos, Ruth pasó a acariciar mi polla con la esponja.

-¿Pensaste en algún momento en querer meterla?

-La verdad es que no… Estaba pasándolo tan bien que no me di cuenta…

De golpe, Ruth me cogió los testículos sin llegar a apretarlos.

-Oiga, ¿pero qué hace?

-Los tienes muy cargados. Produces líquido con mucha frecuencia, ¿verdad?

-Pues no llevo la cuenta, sabe… ¿usted qué es, médico?

-No, no soy médico…

-Ya puede soltarlos…

-Espera.

Ruth los acarició, como si realmente estuviese buscando algo. Sin pedir permiso, se puso de pie y entró en la bañera conmigo, situándose detrás de mí. Mi espalda notaba como sus pechos se acariciaban en ella.

Ruth olía igual que Sandra, y era igual de cariñosa que ella. Absorto en mis pensamientos, Ruth lo aprovechó para besarme el hombro.

-Cuéntame, ¿cómo conociste a Sandra?

-Pues… la conocí estando en Francia.

-¿Y cuándo tuviste sexo con ella?

-Dos semanas después.

La mano de Ruth empezó a subir de sitio. Aquel interrogatorio era muy diferente del que había tenido con Jorge.

-Quiero que confíes en mí- me dijo de golpe.

-Y… ¿cómo puedo demostrar que confío?

Ruth hizo que me apartara y se giró, dándome la espalda. La tenía entonces de rodillas, con las gotas de agua resbalando por su cuerpo.

-¿Me crees si te digo que no pasará nada?

-Sí… claro.

-Adelante.

-¿Qué… qué hago, cómo ayer?

-¿No quieres entrar?-me preguntó mirándome a los ojos.

-Yo…

-No es follar. Sólo quiero saber si a mi hija le dolería. Digamos que es… como una prueba. ¿Me entiendes, no?

-Sí, pero…

-Juan… si confías, hazlo. Si no… no lo hagas.

Ruth dejó de mirarme y volvió su cabeza hacia la pared, esperando que yo hiciese algo. Al fin, me di un par de caricias y puse la mano en el culo de Ruth.

-Lo hago despacio-le dije sin obtener respuesta.

Apuntando a su coño, empecé a introducirla con nervios y casi a trompicones, hasta que me pareció que estaba a gusto.

-¿Bien?-me preguntó ella.

-Sí… ¿Qué… hago, la saco?

-¿Tú quieres sacarla cariño?

-Bueno, no es que quiera o no…

Aquella conversación se llevaba a cabo con mi polla dentro de Ruth, y ambos pasábamos desapercibido ese pequeño detalle. Era como charlar con una amiga.

-Ruth, mi polla está en tu coño.

-Ya lo sé.

-¿No piensas hacer nada?

-¿No piensas hacer tú nada?

-Pues sacarla.

-Vale. ¿Pues por qué no lo haces?

Justo cuando iba a hacerlo me detuvo de nuevo.

-Claro está, que tendrás que atenerte a las consecuencias.

-¿Qué quieres decir?

Con toda naturalidad, apoyé las manos en la cintura de Ruth.

-Pues, a ver, cariño. No podré darte una opinión real con que solo la hayas metido y sacado, como aquel que dice. No será una opinión muy realista.

-¿Y entonces?

-Tendrías que moverla un poco. No es follar, es una prueba.

-Ruth, a eso se le llama follar. Que yo sepa, vamos…

-¿Quieres que te dé mi opinión?

-Dime.

-Te cuesta ser cariñoso. Mira cómo estamos y ni siquiera has expresado ninguna sensación.

-Joder Ruth, si sabes que me encanta…

-Intenta… estar más relajado. Los nervios también se transmiten.

-¿Y cómo hago eso?

-Tienes que disfrutar. Pensar en pasártelo bien.

Ruth no paraba de quitarle hierro al asunto hasta el punto de que llegué a creérmelo.

Como si hubieran apretado un botón, me puse a empujarla con las caderas, entrando y saliendo de ella lentamente.

-¿Así?

-Eso… eso es.

-Podría… tocarle la espalda así… ¿no?

-Sí, por ahí…

Mis pulgares amasaban la espalda de Ruth hasta caer en sus caderas. Acaricié su pelo y se lo aparté todo a un mismo lado, cogiendo su cuello con una sola mano mientras ella se empeñaba en estirarlo.

-¿Ves qué bien?

Yo seguía moviéndome, chapoteando en el agua.

-Ruth…

-¿Qué corazón?

-¿Es normal que me gustes tanto?

Ella se quedó en silencio, recibiendo las embestidas que yo, por supuesto, no dejaba de darle.

-Es que…

Ruth giró la cabeza para escuchar lo que yo estaba diciendo.

-Puedes… ¿puedes seguir mientras me lo dices?

-¿Es una orden o una petición?

-Es un favor cariño.

-Sí… sí, claro que puedo seguir.

Mi polla entraba y salía de ella mientras yo observaba su cuerpo medio sumergido.

-Es que… joder, en lo único que pienso ahora mismo es en follar contigo.

-Sigue… lo estás haciendo muy bien…

Ruth se estremeció al notar que una gota de jabón le caía encima y se giró al instante.

Me miró pero no dijo nada, ni yo a ella. Sólo abrí el pote de jabón del todo y se lo eché por todo el cuerpo, haciendo que aflorara su piel de gallina.

El duro culo de Ruth se llevó parte del jabón cuando yo lo masajeaba y lo acariciaba.

Su espalda, sus hombros…

Era maravilloso poder contemplar a una mujer así.

-Eres como un caramelo. Tu color, tu aspecto…

-Cariño…

-Ruth, voy a explotar.

Me estremecí pensando en lo que acababa de decirle.

-No quiero que eso ocurra dentro.

-Corazón…

-Es… es verdad. Puedo terminar yo solo.

-Juan…. tienes que derretirte dentro. No… no servirá de nada todo lo que hemos hecho hasta ahora si no lo haces así.

-¿Tú… tú crees?

-Estoy segura.

-Sí…

-Sigue…

Moviéndome más torpemente, busqué algo a lo que agarrarme al ver que su resbaladiza piel no me daba el soporte que yo necesitaba.

Los bordes de la bañera me sirvieron para poner mis dedos llenos de jabón y seguir follándome a Ruth mientras ella recibía el gusto a empujones.

-Sigue…

-Joder Ruth, me voy a correr…

-Sí cariño…

Sentí frío antes de cerrar los ojos y estremecerme junto a sus piernas. Simplemente perdí el norte y salió de mí todo lo que había estado guardando. No fue sólo el semen que llenó a Ruth, fue la intención de querer hacerlo lo que acompañó aquella muestra de placer que lentamente goteaba.

El semen se mezclaba con el agua mientras yo me mordía el labio para no gritar.

Me dolió no poder seguir, y busqué en seguida el borde de la bañera para apoyar mi espalda en él y calmar los jadeos que había silenciado a la fuerza.

Ruth se estiró conmigo, con su delicada cabeza en mi pecho y su pelo mojado sobre mí.

Instintivamente la besé en la frente antes de rodearla con mis brazos.

Los dos jugamos a acariciarnos los dedos de los pies ante aquel silencio.

-A Sandra le gustará.

Yo volví a besarla en la frente.

Salí del lavabo con la mirada baja y al ir por el pasillo me topé con los enormes pies de Jorge.

Pasé sin decirle nada; no pude. Ni le miré a la cara.

Ahora ya no era el cabrón que se estaba follando a su hija, ahora era el cabrón que se estaba follando a su hija y que se había follado a su mujer.

Akelarre en Carnaval

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El carnaval de Sitges es uno de los más divertidos del país. Eso lo saben miles y miles de catalanes y de gentes de toda España, sur de Francia y de mucho más lejos.

Y lo sabía muy bien Montse, una madurita barcelonesa que estaba revisando las posibilidades de festejos y desmadres varios que podía ofrecer a su alicaída amiga Núria, una bella, atractiva y sexy manresana que había caído en profunda depresión después de su divorcio, acontecido tres meses antes. Montse y Laia, otra amiga egarense (es decir, de Terrassa) se desvivían por animar a la manresana para que recuperara su apego a la vida.

El hecho de no tener hijos parecía muy favorable para que Núria encontrara un nuevo amor, una nueva ilusión, pero las cosas no iban en esa dirección precisamente. Sumida en los más oscuros pensamientos, la divorciada pasaba las noches en blanco y los días en negro, porque negros eran sus pensamientos, su humor, su estado de ánimo.

Núria había adquirido, tras diez años de matrimonio, la sana costumbre de fornicar con su marido, Oriol día sí, día también. Así tenía “ben regat l’hortet”, como solía ella comentar presumida con sus dos antiguas compañeras de la Uni. Hasta que descubrió que Oriol hacía horas extras de jardinería en el “huertecito” de Vilma, una dominicana veinteañera que vendía caramelos en una tienda próxima a la oficina del jardinero infiel. Divorcio fulminante y mudanza de Oriol a un nuevo piso en el otro extremo de Manresa, compartido ahora con la potente mulata que se adueñó así de toda la laboriosa actividad del abogado especializado en la propiedad rústica. Entre tanto, Núria se conformaba con procurarse consuelo con sus deditos, pobre imitación de la potente butifarra de su ex.

Montse marcó el teléfono móvil de Laia y le expuso su idea: Llevarse a Núria a la cabalgata del carnaval de Sitges. Para animarla más, había la posibilidad de disfrazarse las tres. De algo divertido. Ratitas, superheroínas, hadas,.. o brujas. Si, de brujas iba a ser genial. Laia trabajaba en una productora audio visual y tenía relación con algunas empresas de alquiler de ropa y atrezo, así que la idea le pareció perfecta. Sólo faltaba convencer a la compungida y ésta fue la parte más difícil del plan. Hicieron falta más de cincuenta minutos de conversación telefónica, fraccionados en tres llamadas a lo largo de la semana, para que Núria diera su brazo a torcer.

El domingo por la tarde las tres amigas se encontraron en la plaza de Catalunya, donde llegaban los trenes de la línea de Sabadell y de Manresa y donde acudió Montse con su Toyota a recoger a Núria y a Laia. Enfilaron la autopista del Garraf con un ánimo alegre y divertido. Núria no reía con mucha convicción, pero tampoco parecía tan depresiva como de costumbre.

Los vestidos viajaban en el maletero. Laia tenía un amigo en Sitges y éste les había ofrecido su piso para cambiarse. Dejaron el Toyota a las afueras. Era difícil aparcar en el centro en un día como aquel. Cargadas con las bolsas llegaron a la playa de San Sebastián, donde Romualdo, el amigo de Laia ya las esperaba sentado en un banco. Era un gay apuesto y delgado, con el pelo cortísimo, bigotito y barba recortados y una expresión permanente de agradable sorpresa. Era maquillador y estuvo encantado de ayudar a las tres amigas a caracterizarse como tres apuestas brujitas. Él, por su parte, se enfundó un vestido de época rococó lleno de botones, lazos y rematado con una blanca y sedosa peluca.

En el pequeño apartamento de Romu las tres amigas se desnudaron entre risas para ponerse los vestidos de bruja. Montse era la más gordita de las tres y estaba un poco preocupada por cómo le caería el hábito morado y la capa del disfraz. El sujetador asomaba por el escote estropeando el efecto del vestido, así que se planteó prescindir de él. Laia y Núria alabaron las preciosas tetas de su amiga, voluminosas y firmes y la animaron a mostrarlas generosamente a través del escote. “Tot és permés aquesta nit”, decía ilusionado Romualdo.

Núria era bastante más delgada aunque sus pechos no estaban nada mal tampoco. Rubia natural y la más alta, la tristeza de los últimos meses no había hecho apagarse la belleza de sus ojos verde esmeralda ni había marchitado la firmeza de sus nalgas y su vientre.

Laia no era muy alta, ni sus pechos llamaban la atención, pero ninguna podía competir con su belleza. Morena, con ojos negros rasgados, aunque algo miopes, y labios rojos y sensuales era un tipo mediterráneo auténtico. Esto comportaba también que fuera la más peluda de las tres, aunque ella había domesticado el vello con ayuda de la luz pulsada y un montón de cremas. Entre sus ingles una mata negra y espesa invadía muslos y vientre con el consentimiento del marido de Laia que había desarrollado una gran afición a su pelo púbico en los quince años que llevaban juntos.

Laia y Montse sí que eran madres de dos y tres preciosos niños y niñas respectivamente, pero aquella noche serían sus maridos los que se ocuparían de sus hijitos estimados mientras ellas hacían pasar un buen rato a su amiga del alma, rodeadas de gentes de todas partes, disfrazadas de todas las cosas imaginables.

Después de consumir unos cortes de pizza y unas estrellas, se instalaron en una calle estrecha apoyadas en la pared a esperar el paso del desfile. Romu no paraba de saludar y dar besos a diestro y siniestro a la legión de homosexuales que pueblan Sitges todo el año, pero aún más en estas fechas tan señaladas. Al fin se separó de ellas arrastrado de las manos por dos maduritos franceses vestidos de forma similar a él.

Las cervezas iban haciendo efecto y las tres amigas reían y bailaban al son de la música de las lucidas comparsas de sitgetanos y sitgetanas ligeritos de ropa, que ataviados con los disfraces más disparatados y sugerentes, consumían ingentes cantidades de alcohol mezclado con zumos y refrescos. Una carroza de vikingos y vikingas se detuvo unos minutos delante de ellas y un cornudo caballero les ofreció un trago de vodka con limón que fluía por un tubito de plástico desde un inmenso depósito disimulado en la base del escenario de la carroza.

Impresionados por la belleza de las brujas, los supuestos normandos empezaron a intimar con ellas hasta que un par de valkirias los llamaron al orden y la carroza reemprendió la ruta para desconsuelo de las tres amigas, que pronto se animaron de nuevo con la presencia de una horda de antropófagos adictos a la sangría de cava que las rodearon con intención de devorarlas sin dejar de pasarse entre ellos unos pequeños porrones de plástico. El más osado o borracho de la colla regó audazmente el escote de Montse, que se estremeció de frío mientras sus pezones se ponían tiesos como la embocadura del porrón hasta casi perforar la ajustada tela del disfraz. Tras algunos tocamientos y magreos, la banda de salvajes continuó su camino dejando a las tres amigas mojaditas por arriba y por abajo.

Después de nueve carrozas, las chicas decidieron tomar un poco el aire, antes de que los vapores alcohólicos las afectaran negativamente. Así se movieron hacia el paseo marítimo, atestado de gente pero despejado por la zona de la playa, donde pudieron retirarse un rato a descansar de tantas emociones.

Sentadas en la arena, advirtieron la presencia de un hombre sentado sólo en el espigón próximo. Iba disfrazado de algo indefinido, entre vampiro y demonio, con un esmoquin negro de muy buen corte, una capa negra también pero con el forro rojo y una melena oscura peinada hacia atrás que le daba un aire leonino. Su rostro maquillado de blanco, no permitía adivinar su edad. Entre los treinta y los cincuenta. Cuando se puso de pie, las tres amigas entonaron al unísono una exclamación de sorpresa y agrado. Era un hombre alto y con un porte majestuoso. Toda una aparición a las dos de la madrugada en una playa bañada por la luna y con las músicas carnavalescas de telón de fondo a cincuenta metros de distancia.

El individuo caminó en dirección a las tres mujeres provocando algunos codazos y risitas nerviosas. Se paró ante ellas estudiándolas con ojos negros y calientes como el carbón. Habló en español pero con un acento extranjero indefinible, ¿ruso, alemán, noruego?

– Perdonad, pero he de hacer pregunta. ¿Sabéis dónde coger un taxi en pueblo?

Su voz era profunda y hablaba despacio, como midiendo las palabras y el efecto que producían al ser escuchadas.

– No somos de aquí tampoco, dijo Laia agitando su negra cabellera, pero no creo que puedas conseguir transporte hasta que no pase todo el desfile.

– Bien, el hombre se sentó ágilmente delante de las tres amigas en un gesto muy natural. Entonces esperaré.

– ¿Vives aquí en Sitges? Se interesó Montse echando atrás su capote y dejando a la vista sus húmedas tetas pegadas a la tela remojada.

– No. El desconocido no pareció hacer caso de la espléndida visión que se le ofrecía. En urbanización allí arriba. Señalo hacia la montaña próxima, tapada por la silueta de la iglesia. ¿Y vosotras vives aquí?

Siguieron charlando un rato aunque Núria se mantuvo un poco al margen con aire nostálgico. Laia le susurró al oído una admonición. Por Dios, con un tío tan guapo e interesante, cómo podía no hacer caso. Si estaban allí era por ella. Tras unas cuantas frases corteses, el hombre se levantó con la presteza de un felino y se despidió de ellas. Echó a andar y al pasar al lado de Núria se inclinó y le dijo algo al oído. Luego siguió su camino con sus andares elásticos y elegantes.

Las otras dos se precipitaron a interrogar a la afortunada. ¿Qué le había dicho el tío aquel? Núria estaba estupefacta y no podía articular muy bien, pero les explicó que había dicho algo así como que “Hay bellezas que tristeza multiplica”. Oh! Qué cosa tan romántica! Y la animaron a seguir sus pasos y volver a entablar conversación con él, así que las tres salieron a escape en dirección al pueblo.

Claro que allí era imposible distinguir nada. Pasaron una hora mirando las carrozas y buscando al desconocido, hasta que cansadas como burras decidieron ir a sentarse en algún bar y comer alguna cosa para amortiguar los efectos de la explosiva mezcla que bullía en sus vientres amenazadora.

Encontraron un tugurio más o menos decente y se sentaron en una mesa a comer patatas fritas y ganchitos de queso. El local estaba lleno y tuvieron que hacer cola para entrar al lavabo. Sentadas de nuevo, empezaron a cuchichear a gritos sobre el apuesto desconocido. De pronto Montse, que estaba sentada de cara a la puerta del local, abrió los ojos como platos y señaló hacia la entrada. Allí estaba el tipo, con su capa, su melena, su cara pálida y sus ojos profundos. No pareció verlas y se acercó a la barra a pedir una cerveza. Las amigas se miraron alucinadas. ¡Vaya casualidad! Con lo grande que era aquello y con tanta gente…

Iba Montse a levantarse para saludarlo cuando una gótica vampira adolescente se acercó con ebriedad manifiesta al hombre y empezó a estirarle de la capa ofreciéndole un porro a medio consumir tratándole de colega. Él sin embargo no lo aceptó. Dio un sorbo a la cerveza y se giró en dirección al mostrador. La chica le obsequió con un insulto y dos mozalbetes más, vestidos con gruesas botas y cazadoras negras se acercaron a interesarse por la actitud del recién llegado que parecía tratar con desprecio a su coleguita borracha. Hubo un intercambio de palabras breve y uno de los mozos empujó con violencia al de la capa que fue a caer sobre el otro que hizo ademán de sujetarlo.

Las tres amigas no se perdían detalle y lanzaron exclamaciones de alarma y espanto al observar la agresión. Pero aún se espantaron más por lo que ocurrió a continuación. El hombre, atrapado por la espalda por el muchachote, lanzó una rápida y elegante patada que impactó en el centro de los testículos del primer agresor, pisó con el mismo pie al segundo, que le dejó ir con un gemido y se derrumbó manando sangre por la nariz cuando la cabeza del forastero le golpeó en plena cara. Chilló la vampira porrera que se vino con el vaso amenazadora hacia el de la capa, pero éste se apartó hábilmente y lanzó el contenido de su jarra por encima de la cabeza de la muchacha. El líquido helado la dejó tiritando y gimiendo entre sus dos compinches. Sin más el caballero dejó un billete de cinco euros sobre la barra e inició una rápida salida.

Ahora las chicas sí que actuaron con reflejos y se precipitaron tras él con presteza.

Laia actuó como portavoz de las tres y preguntó al tipo si estaba bien. Él la miró con suficiencia y contestó que por supuesto que sí. Sin saber cómo continuar, ofreció al forastero acompañarlo a su casa en el coche de Montse , si quería dar un paseo hasta el campo de rugby, al lado del cual habían aparcado.

Aceptó gustoso con una leve sonrisa. Presionado para dar su nombre cuando ellas se presentaron, dijo llamarse Ángel, bueno, se llamaba de alguna manera que se podía traducir por Ángel en español. Sobre su origen, no hubo forma de sacar nada en claro ya que mencionó provincias y regiones remotas que no supieron ellas circunscribir a algún estado conocido. Por fin Núria se ubicó al lado del sujeto y le dio conversación. Él la miró con algo más de interés y la atrajo hacia sí diciéndole al oído alguna galantería. Montse y Laia se regodearon en su triunfo. ¡Vaya suerte! Un ligue perfecto para disipar las penas.

Por fin subieron al auto y, después de mil vueltas y vericuetos, llegaron a la mansión, que eso era y no chalé o torre, donde residía Ángel.

La casa tenía tres pisos, un amplio jardín y una vista imponente sobre el mar cercano. Mientras aparcaban, Montse comentó con Laia que era mejor no dejar sola a Núria con el supuesto ligue, ya que era casi un desconocido y no se podían fiar de sus intenciones respecto a su amiga. A la cortejada le daba igual en ese momento, ya que estaba alelada mirando y oyendo al hombre de la capa negra y la melena al viento.

Una mujer menuda y nerviosa, de unos cincuenta años, con el pelo cobrizo muy corto y unos enormes aros como pendientes les abrió. No pareció extrañada de que su invitado se presentase acompañado. Recogió la capa del hombre con ademanes de respeto y les hizo pasar a todos al gran salón de la planta baja de la casa. Era una estancia enorme, de techos altos, ya que ocupaba parte del primer piso, y con una escalera y un pasillo corrido que daba a las habitaciones superiores. Las paredes, pintadas de color café con leche, aparecían cuajadas de cuadros, reproducciones, posters y litografías diversas. Hasta diez bellas esculturas se alineaban cerca de los muros. Todas las obras reproducían motivos eróticos de la historia universal del arte. Algunas eran originales de autores contemporáneos, sin duda de gran valor. Escenas de las pinturas negras de Goya ocupaban lugar preeminente bajo la escalera, alrededor de una reproducción a la mitad de tamaño del original del “Éxtasis de Santa Teresa” de Bernini.

Las tres amigas se libraron de sus capas y pasearon embobadas por el salón, deleitándose con tan ecléctica colección. Aunque eran mujeres cultas y podían apreciar la calidad de las obras expuestas, también notaron las tres cómo sus pezones se ponían duros y sus braguitas chapoteaban levemente ante las temáticas tratadas en aquellas imágenes, que iban desde un retrato de un hombre exhibiendo obscenamente sus genitales en “Pintor y modelo”, de Lucian Freud, hasta la impúdica “Danae y la lluvia de oro” de Tiziano.

Se acercó a ellas la que parecía dueña de la casa, la señora del pelo cobrizo, que se presentó como Hortensia y dijo ser, efectivamente, quien residía habitualmente allí.

Sonó la campanilla y una sirvienta de aspecto asiático con un uniforme tipo kimono y que caminaba descalza sobre el parqué, se apresuró a abrir. Era una joven muy atractiva aunque de formas menudas. La puerta se abrió de nuevo para acoger a dos mujeres evidentemente extranjeras. Norteamericanas, se advirtió enseguida por su acento, tejanas para ser más exactos. Conversaron fluidamente en inglés con Ángel, mostrando gran respeto y simpatía, lo que aumentó la curiosidad de las tres catalanas sobre la identidad del caballero. Las recién llegadas eran rubias y gorditas, algo mayores que las tres amigas y vestían con suntuosidad ropas y zapatos de precios prohibitivos, sin que por esto se atisbara en ellas rastro alguno de elegancia. Sus ademanes eran rústicos y poco refinados, sin embargo fueron muy amables presentándose a las tres catalanas y alabando sus disfraces de brujas. “Very appropriate” sentenció la más alta que atendía por Carolyn y se rieron las dos como dos chiquillas traviesas.

En los minutos siguientes continuó sonando la campanilla y la criadita tuvo que afanarse en ir recibiendo a todas las invitadas. Sí, todas. No había ningún hombre allí, excepto el apuesto Ángel que iba de corro en corro repartiendo galanterías y caídas de ojos, sin que a ninguna pareciera importarle tener que compartir las atenciones del galán.

Finalmente se cerró, con trece asistentes, el cupo de participantes en la reunión. La última en llegar fue una negra africana, más oscura que la capas de bruja de los disfraces. Impresionaba por su altura y su volumen corporal. Cada pecho debía pesar tres kilos, por lo menos y el trasero excedía cualquier unidad de medida al uso. Su traje ajustado de vivos colores hacía su presencia todavía más impactante. El resto eran mujeres corrientes, entre los treinta y los cincuenta, mayormente españolas y alguna francesa e italiana.

Hortensia hizo palmas para llamar la atención de todas y comunicó en tres idiomas que la sesión iba a empezar. La sirvienta reapareció acompañada de una especie de gemela un poquito más entrada en carnes, pero con idéntico uniforme y ausencia de calzado. Entre las dos empezaron a encender gruesos velones y fueron apagando las luces, hasta que la semipenumbra reinó en el salón.

Laia, amante de las cosas esotéricas, estaba en su salsa. Sus dos compañeras, algo menos entusiasmadas, le seguían la corriente. Volvieron a salir las dos chinitas, que vistas de cerca eran evidentemente filipinas, empujando un enorme carro de servicio, sobre el que trasportaban una gigantesca jarra para ponche llena de un líquido ambarino muy aromático.

A instancias de Hortensia, las mujeres se descalzaron y se quitaron las ropas más molestas, para acercarse y unir sus manos formando un corro sardanista alrededor del bebedizo. La misma Hortensia tomó un largo bastón encendido y lo acercó a la superficie del líquido, que se inflamó de inmediato con una llamarada anaranjada que sobrecogió a las mujeres. Aquella luz rojiza las iluminaba desde abajo, dando un aire siniestro a la reunión. Empezaron a moverse en círculo de derecha a izquierda, mientras Hortensia entonaba una salmodia monótona y lúgubre en un idioma desconocido.

El fuego menguó hasta extinguirse quedando iluminada la sala únicamente por los cirios. Las sirvientas trajeron tazas para todas las mujeres y repartieron la bebida servida con dos largos cucharones. Bebieron todas a la vez y de un trago apuraron más de la mitad de la ración. Era dulce y deliciosa, aunque al final la boca parecía amargar y un picor intenso penetraba garganta abajo saturando los pulmones, acariciando los senos y deslizándose por el vientre hasta concentrarse entre los muslos.

Con grandes risas, Hortensia y la negra floreada empezaron a desnudarse por completo, siendo imitadas enseguida por las otras asistentes. Laia no vaciló en hacer lo mismo, presa de gran excitación y Núria y Montse le siguieron la corriente. Un misterioso rito se estaba ejecutando allí y parecía conveniente seguir las reglas de la casa, o como diría mi abuela “adonde fueres haz lo que vieres”. Una música rítmica de bongos o timbales se dejó oír sordamente para ir in crescendo después.

Sin bragas ni sujetadores, parecía que Rubens, Velázquez, Boticcelli, Milo Manara i diez artistas más se hubieran puesto de acuerdo para exhibir a sus modelos en un mismo cuadro, que era el que componían aquellas bacantes que bailaban y bebían, riendo y empujándose amistosamente por todo el salón. Las dos chinitas, perdón, filipinas, se habían apuntado al festín con sus bellísimos y estilizados cuerpecitos completamente depilados contorsionándose entre la montaña de carne oscura que era la africana y las dos cochinillas tejanas, que lucían unos grandes y rosados pezones sobre sus rotundas mamas y las piernas sin depilar cubiertas de un vello dorado.

Las catalanas bailaban a ritmo de discoteca, con poca gracia pero con entusiasmo, sobre todo Laia, que tocaba el suelo con su negra melena cada vez que se inclinaba.

Una música de órgano llenó de pronto la estancia, sustituyendo la percusión. Se detuvo la danza y todos los rostros se giraron hacia el fondo del salón. Ángel avanzaba hacia el grupo con la elegancia habitual en él, contoneando las caderas levemente y haciendo bailar entre sus piernas un pene de dimensiones infrecuentes. Aún más llamaba la atención la mata de vello negro que cubría sus piernas, como las de un animal, subiendo hasta el vientre y el pecho, en contraste con su bello rostro lampiño y sus brazos blancos y fibrosos.

La negra avanzó hacia él como polilla atraída por la llama. Cayó de rodillas y tomó el prodigioso falo entre las manos, dirigiéndolo así hacia sus labios y su lengua, que se afanaron a embadurnar la enorme superficie de saliva. Trabajaba con auténtico frenesí, como si le fuera la vida en ello y pronto consiguió, amén de remojar el miembro, que éste se elevara como en un número de magia hasta apuntar al frente.

A pesar de la bebida y de la excitación del momento, Núria retrocedió a la vista de los acontecimientos, pero una mano amiga la retuvo acariciando sus nalgas y adentrándose entre sus piernas por detrás. Sintió unos dedos que manoseaban su vagina húmeda y un aliento cálido en el cuello. Después alguien tomó sus pezones y empezó a morderlos con amorosa saña. Bajando de la nube, reconoció Núria a las dos filipinas que, a instancias de la dueña de la casa, se habían acercado a ella para hacerle más placentera la visita.

Montse i Laia miraban la escena estupefactas, cuando notaron cómo sendas lenguas se aventuraban entre sus glúteos hasta alcanzar los ocultos anos, y dos pares de manos las ceñían por las caderas para acariciar sus vulvas. Antes de poder reaccionar, las dos tejanas les vinieron al encuentro de frente y frotaron sus enormes tetas contra las más modestas de las dos amigas, apabullándolas con unos besos profundos y húmedos que hicieron fundirse las lenguas y la resistencia de las catalanas.

Un bramido desgarrador hizo que se detuviera la recién iniciada orgía. La negrita puesta de cuatro patas, con sus enormes mamas bailando al son que tocaba Ángel, acababa de recibir de golpe en su recto el obsequio de más de la mitad de la polla de éste. A pesar de su motivación, era evidente que estaba sufriendo horrores la pobre. Empezó a negar con la cabeza y a gritar algo incomprensible, en swahili sin duda, pero no le valió la Casa Santa, porque Ángel ya la había fijado bien contra un rincón y, sin ninguna misericordia, fue metiendo y sacando su fantástico instrumento cada vez más hondo, hasta que desapareció, engullido por las tripas de la gorda que ya no tenía fuerzas ni para gritar y lloraba amargamente con la cara entre las manos. Ángel removió velozmente las caderas y anunció con un rugido de león su orgasmo. Durante casi un minuto, las nalgas de la negra parecieron dilatarse al paso de la leche del sátiro. Cuando extrajo su pene medio tieso, diríase que una serpiente surgía del fondo de un pozo. Un chorro de líquido blanco y espeso con grandes manchas rosadas, resbaló entre los muslos ebúrneos de la pobre mujer que yacía medio inconsciente sobre el piso, aunque reflejando su rostro una expresión de infinita felicidad.

Como si nada hubiera pasado, Ángel se ofreció con su tranca inmensa en plena extensión a la concurrencia. Las filipinas se sintieron obligadas a limpiarla utilizando unas servilletas de papel que había sobre el carrito. De rodillas ante él acariciaron delicadamente el miembro hasta dejarlo bien seco. Con firmeza, Ángel tomó las cabecitas por los pelos y las encajó sobre su polla, haciendo que las muchachas la besaran y morrearan a conciencia. Una de las tejanas se acercó provocativa, abriendo las piernas y tumbándose en un sofá delante del tío, que no se lo pensó dos veces, apartó a las asiáticas y se abalanzó sobre la nueva presa largando una embestida que vino a enterrar su pene en la enorme vulva, que no pudo contenerlo como era de esperar. Empezó él a apretar y taladrar, intentando el objetivo imposible de aplastar los huevos contra las nalgas de la mujer. La otra yanqui se afanó a remover las pétreas y peludas nalgas del penetrador y obsequió con una larga y profunda lamida su grieta mientras masajeaba sus cojones con gran energía. La nueva descarga no se hizo esperar, entre aullidos de la afortunada y un rugido sordo que emitía el hombre al correrse.

Para entonces, Laia y Montse habían intimado lo suyo con la italiana y la francesa. No se podían imaginar aquella vertiente lésbica de su sexualidad, pero podía ser una de aquellas cosas que pasan una vez en la vida y después cuesta recordar si fue real o lo soñamos. El caso es que fueron repasando todo el repertorio al uso, empezando por el 69 y terminando con la tijera.

Núria, huérfana de las dos asiáticas se masturbaba a conciencia recostada en un sillón. ¡Por todos los demonios, tenía que conseguir que aquel monstruo se fijara en ella antes de agotar sus reservas seminales! Y eso iba a pasar pronto, porque ya había agarrado por las axilas a la tal Carolyn, levantándola hasta la altura conveniente y hundiendo su insaciable polla en el fondo del rubio coñito tejano mientras sus labios y su lengua se afanaban a succionar y lamer los apetitosos meloncitos.

Las corridas de Ángel no declinaban en potencia y abundancia, al revés, parecía que su vigor y el volumen de semen vertido se incrementaban a cada nuevo asalto.

Al fin se fijó en la ofrecida Núria y se inclinó entre sus piernas obsequiándola con una profunda comida de coño que la llevó al éxtasis. Al fin apunto su incansable polla en la dirección adecuada y se abrió paso entre un mar de fluidos calientes. Núria sintió que se partía en dos, que su útero se ensanchaba y sus intestinos se estrujaban, mientras la vejiga, exprimida por aquel volumen de carne, expulsaba pequeños chorros de orina que empapaban los testículos del macho.

No parecía posible que aquello se alargara ni un minuto más. La polla enhiesta de Ángel desafiaba la física, la química y el sentido común. Y los efectos de la queimada parecían no agotarse nunca, desinhibiendo a las participantes de la fiesta hasta extremos insospechados por ellas. El torbellino de sensaciones se aceleró hasta el vértigo y nuestras tres amigas ya no parecían ser conscientes de nada. Como en un sueño Montse y Laia sintieron sus coños ocupados, bombeados, lamidos y extenuados y no supieron cómo lograron llegar hasta el coche y bajar de nuevo hasta Sitges, que presentaba un aspecto desolado e inhóspito tras la terrible Rua de la Disbauxa.

No sabían qué había pasado con Núria. En un momento dado, el súcubo se eclipsó de la reunión y fue entonces cuando notaron la ausencia de su amiga. Sin fuerzas para investigar y confiando en el buen juicio de la chica decidieron retirarse a descansar y volver a buscarla al día siguiente.

En el piso de Romualdo reinaba el desorden y la promiscuidad. Robespierre dormía abrazado a un pirata del caribe y María Antonieta mostraba sus hinchados testículos y la enrojecida polla mientras un hercúleo verdugo dormitaba abrazado a sus nalgas. Las amigas localizaron un cuartito libre y se derrumbaron literalmente sobre un pringoso colchón.

Al día siguiente tomaron el coche que, mal aparcado, había recibido una multa bien gorda por cortesía del municipio y subieron hacia la mansión. Aquello sí que parecía cosa de brujas. Vueltas y vueltas y no hubo manera de localizar la dichosa casa. El móvil no contestaba y se hacía tarde. Con gran dolor de su corazón iniciaron el regreso, esperando tener noticias al día siguiente.

Pero no fue así. Pasó el día y la semana y nadie, nadie, pudo dar razón del paradero de Núria. Por razones evidentes, las amigas se guardaron mucho de ir a denunciar los hechos a la comisaria de los “Mossos d’esquadra”.

El fin de semana se alargaron hasta Manresa para indagar, pero nada sacaron en claro de sus pesquisas. Sin embargo parecía que Nuria sí que daba alguna señal de vida, ya que un compañero de trabajo pudo explicarles que el martes habían recibido una llamada que avisaba de la indisposición de la mujer. Una conocida de la Caixa que vivía cerca del piso pudo decir que Núria había utilizado sus tarjetas, pero no dio detalles por aquello del secreto bancario.

Y así un día y otro día y un mes y otro mes pasó y un año pasado había y de Nuria no sabían qué demonios le pasó, como hubiera explicado con su relamido verbo el señor Campoamor.

Las dos amigas pudieron averiguar que el piso de Núria fue vendido y el importe ingresado en su cuenta, de donde fue desvaneciéndose con celeridad. En su trabajo la despidieron por ausencia injustificada. Sus amigos y amigas, que no eran muchos, opinaban que había decidido romper con todo y largarse a alguna isla desierta.

Y dos años y medio después, en un viaje a Italia, Montse y Laia recalaron en Venecia y contrataron la típica góndola para visitar el canal. De pronto otra góndola se cruzó en dirección contraria y pudieron vislumbrar por unos segundos la imagen de un tipo alto y pálido con larga melena que se abrazaba impúdico a dos mujeres que le rodeaban con sus brazos. Una era indudablemente caribeña, de piel café con leche y pelo negro y rizado.. y la otra.. bueno. No les quedaron dudas sobre la identidad de la otra. Más gordita, más descocada, más feliz sin duda, Núria navegaba canal arriba abrazada a su infernal destino. No giró la cabeza y por tanto no pudo ver la cara de asombro de sus antiguas amigas.

El sustituto

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Cuando llegó al mostrador y preguntó por ella, Marina no pudo evitar un suspiro de alivio. Su compañero Juan tenía la espalda hecha un ocho y se pasaba más tiempo de baja que trabajando, así que las había pasado de todos los colores con los sustitutos, pero al ver a Tito, tan sonriente como siempre, no pudo evitar un suspiro de alivio.

—¡Hola a todos! ¡Acaba de llegar el prostituto! —dijo Tito a grito pelado haciendo que todos los presentes levantasen la cabeza de sus papeles.

Todo el mundo conocía a Tito. Era uno de los más veteranos y más experimentados de los trabajadores que mandaba la ETT con la que solían trabajar. Conocía la forma de trabajar de la empresa y era un tipo eficiente y trabajador, tanto que el director había dado órdenes a recursos humanos de no hacerle una oferta para un contrato fijo porque le interesaba tener un tipo como él, siempre a mano para una emergencia.

Marina se acercó a él y sonriendo le dio dos besos, sin dejar de apreciar que el muy cabrón estaba como siempre.

Tito era un hombre alto y delgado, con una boca amplia y siempre sonriente y unos ojos color miel enmarcados en unas pestañas largas, rizadas y oscuras que hacían su mirada irresistible.

Tras el saludo y las preguntas de rigor Marina recogió sus cosas, le pasó a Tito el maletín de trabajo y le guio hacia el garaje. Tenían trabajo y no tenían tiempo que perder. Como siempre Tito, sin hacer preguntas, colocó el maletín en el asiento de atrás y se puso tras el volante.

Marina se puso cómoda y le dio las primeras indicaciones. La empresa para la que trabajaban se dedicaba a la topografía en toda la península así que parte del trabajo consistía en pasar largas horas al volante, así que tener un compañero divertido y que no le importase conducir era una gran ventaja.

El trabajo de aquel día no era nada del otro mundo, tenían que medir un par de fincas para corregir errores en el catastro y así poder solventar un largo litigio familiar, pero las fincas en cuestión estaban en el quinto pino y tardaron más de dos horas en llegar al lugar. Afortunadamente encontraron un abuelete paseando por las cercanías que les indicó el sitio exacto y no tuvieron que pasar la mañana dando vueltas de un lado a otro como pollos sin cabeza.

Ante la mirada divertida de Tito, Marina se caló su aparatoso sombrero de paja y salió del coche. Eran solo las once y media de la mañana y el sol ya calcinaba aquel secarral a conciencia. Mientras Marina comenzaba a sudar bajo su vestido safari, Tito cogió uno de los aparatos haciendo bromas sobre las personas capaces de llegar a un juicio por aquellos pequeños pedazos de tierra estéril y reseca y se dirigió al otro extremo de la finca.

Trabajaron rápido, Tito se movía ágilmente entre las rocas y los arbustos secos, sin apenas esfuerzo mientras Marina apuntaba las mediciones en el ordenador y se echaba capa tras capa de protector solar sobre los brazos y la cara para proteger su delicada piel.

A la una de la tarde ya habían terminado y Tito recogió el material mientras Marina bebía de un golpe casi media botella de agua mineral.

—Veo que sigue sentándote muy bien el calor —dijo Tito mientras observaba la pálida tez de Marina ruborizada por efecto del asfixiante calor.

—Muy gracioso, —respondió ella tirando el sombrero de paja en el asiento de atrás y conectando el climatizador del coche— odio este jodido sol.

Tito sonrió, pero la conocía y no siguió con la broma, sabía perfectamente el horror que sentía por el cáncer de piel. Tenía la piel muy clara, casi lechosa y recubierta de un millón de pecas. Su abuela había muerto a consecuencia de un melanoma y ella se sometía todos los años a una revisión completa. Ya le habían quitado más de un lunar sospechoso así que jamás se exponía a los rayos del sol.

Comieron en un restaurante de carretera un menú bastante escaso y volvieron rápidamente al coche deseando llegar a casa cuanto antes.

Con el estómago razonablemente lleno Marina se acurrucó en el asiento del acompañante y durmió durante un rato. Cuando despertó solo estaban a mitad de camino. Tito conducía con una permanente sonrisa en tu cara.

—No entiendo cómo puedes estar de tan buen humor. Si yo estuviese en tu lugar me estaría tirando de los pelos. —dijo ella desperezándose.

—Bueno, es cuestión del punto de vista. Para mí el trabajo es un medio no es un fin. No tengo deudas ni grandes gastos, así que aunque no trabaje más de ocho o nueve meses al año me llega de sobra y que no se entere el jefe pero incluso lo prefiero.

—¿Y no te aburres el resto del tiempo? ¿Qué hiciste en el 2010 cuando estuvimos casi un año sin llamarte?

—Viajar, leer, visitar a los amigos y la familia, escribir…

—¿Escribes? —le interrumpió Marina curiosa.

—Sí, en realidad es lo que más me gusta y mi mejor antídoto cuando estoy aburrido o bajo de moral.

—¿Y qué tipo de cosas escribes? No te puedo imaginar sentado formal en una mesa escribiendo aplicadamente como si fueses Ken Follett.

—La verdad es que soy más como Mark Twain me llevo el portátil a la cama.

—¿Has publicado algo?

—No en el sentido que entiendes por publicar… los cuelgo en internet.

—Aun no me has dicho que tipo de cosas escribes. —le volvió a interrumpir Marina.

—No te rías pero escribo relatos eróticos.

—¿Tú? —preguntó Marina sorprendida— No te creo, ¿Por qué relatos eróticos?

—Por dos razones, primero porque me gusta y segundo porque los relatos eróticos tienen muchos más lectores en internet.

—Ah, entiendo. ¿Puedo leer algo tuyo?

—No sé… —respondió Tito haciéndose el interesante.

—Mejor, invéntate una historia conmigo como protagonista, algo fuerte, estilo Cincuenta Sombras de Grey. —le pidió Marina mordiéndose el labio excitada.

—Vale, lo haré, pero con una condición, cuando termine el cuento me tienes que dar tus bragas.

—Pides mucho, pero está bien, trato hecho.

—Bien, por donde empezamos… Ah sí.

Marina siempre estaba pensando, nunca podía dejar de pensar, ese era su defecto. Cada vez que conocía a un hombre por el que se sentía atraída empezaba a preguntarse cosas, a imaginarse tonterías y a buscar defectos en él. Hasta que llegó él con su impecable traje hecho a medida y su abrigo de pelo de camello, dispuesto a revolucionar toda su vida.

Aquella mujer llamó inmediatamente su atención no era muy alta, pero tenía una espesa melena negra y una tez tan fina y pálida que casi parecía transparente. Sus labios gruesos, pintados de rojo se curvaron en una dulce sonrisa mientras le daba la bienvenida al bufete.

—Hola, buenas tardes. Tengo cita con Fraser Goodman.

—¡Ah sí! Usted debe ser Noel Fisherman. Sígame por favor, Fraser le está esperando.

Noel asintió y dejó que la mujer se adelantase observando su trasero rotundo apretado por una falda de tweed y unas piernas esbeltas realzadas por unos interminables tacones.

Marina guio al desconocido por distintos pasillos sintiendo los ojos clavados en su culo. Sin poder evitar exhibirse, comenzó a cruzar ligeramente las piernas para contonear sus caderas mientras recitaba la típica información sobre el bufete que le daba a todos los nuevos clientes.

Le dejó en el despacho de Fraser y se volvió a la recepción sintiéndose una buscona. No sabía qué era lo que aquel hombre había desatado en ella pero no le gustaba nada. Como siempre que conocía a alguien que le gustaba comenzó a pensar, pero esta vez todos sus pensamientos se ahogaban e interrumpían en esa mandíbula cuadrada, esa sonrisa cruel y esos ojos color miel.

—Vaya, ya veo, ojos color miel… —dijo Marina.

Tito sonrió pero no replicó y continuó con su historia:

Veinte minutos después consiguió librarse de la apabullante sensación de haber estado en la proximidad de aquel hombre y pudo enfrascarse en el trabajo hasta la hora de cerrar. Justo antes de las ocho Fraser le llamó desde su despacho diciéndole que tardaría cinco minutos más en irse y que ya se encargaba él de cerrar. Contenta por poder quitarse los tacones al fin pero a la vez un poco decepcionada por no poder haber vuelto a ver al nuevo cliente, se enfundo las Nike y un ligero abrigo de punto y abandonó el bufete.

El sol se había puesto hacía un par de horas y la nieve azotó su cara haciéndole parpadear incómoda. Apretando el ligero abrigo contra su cuerpo se dirigió paso ligero a la boca del metro, deseando llegar a casa y darse un lago baño caliente.

Al llegar al andén pudo comprobar que su tren acababa de salir. Frustrada se sentó en un banco y armándose de paciencia se dispuso a esperar el siguiente convoy.

Veinte minutos después llegó el tren. No iba muy lleno, pero no había asientos libres, así que se agarró a la barra más cercana.

El tren cerró sus puertas y se puso en marcha. Marina se agarró a la barra para no caer y trató de ponerse cómoda cuando una presencia a su espalda le sorprendió. Sin atreverse a darse la vuelta se agarró a la barra deseando que el desconocido pasase de largo y cerró los ojos. Un intenso olor a perfume caro invadió sus fosas nasales recordándole a…

—Vaya que casualidad. —dijo Noel con una sonrisa.

—Ya le digo —respondió Marina—Pensé que todas las personas que se pueden permitir contratar los servicios de nuestro bufete se desplazaban en limusina.

—A veces lo hago, pero soy un tipo responsable, me gusta el transporte público, nunca sabes que te puedes encontrar. —replicó Noel poniendo su mano en la barra por encima de la cabeza de Marina y abrumándola con el aroma de su perfume.

Encogiéndose de hombros se dio la vuelta esperando que el hombre la acosase con la típica palabrería, pero simplemente se quedó a su espalda dominándola con su presencia. Marina se agarró a la barra mientras sentía el cálido aliento del hombre rozar su oreja y se maldijo por haberse quitado los tacones.

El convoy frenó con brusquedad al llegar a una nueva parada y Marina se agarró a la barra con fuerza. En ese momento el desconocido se dejó llevar por la inercia lo justo para que Marina sintiese su cuerpo firme y cálido. La mujer no pudo evitar responder al contacto con un ligero temblor.

Cuando el tren arrancó de nuevo Marina se dio la vuelta buscando aquellos ojos color miel, pero solo encontró el vacio. Buscó al hombre y lo vio mirando hacia ella desde el andén mientras el tren se alejaba.

Llegó a casa con una inexplicable sensación de hastío. Hurgó en el bolsillo del abrigo buscando las llaves y sus manos tropezaron con algo que no debía estar allí. Sorprendida saco una tarjeta de visita.

Noel Fisherman, Fisherman Corporation, consejero delegado, decía la tarjeta. Marina le dio la vuelta a la tarjeta y pudo ver que había algo escrito a bolígrafo, con una elegante letra, sin ningún signo de haber sido escrita apresuradamente:

Mañana, hotel Hilton, habitación 233, doce y media, si llegas un minuto tarde me habré ido.

Marina le dio la vuelta a la tarjeta sorprendida y sintió como un escalofrío de emoción recorría su cuerpo. Por un segundo se le pasó por la cabeza acudir, pero enseguida la lógica se impuso. No conocía a ese hombre de nada. Ni siquiera sabía por qué había acudido al bufete. Podía ser un asesino en serie un ladrón de bancos o un pervertido…

Con esos pensamientos rondándole en la mente se desnudó y se sirvió una copa de vino mientras preparaba el baño.

Seguramente le había seguido hasta el metro y había aprovechado el frenazo del convoy para meterle la tarjeta en el bolsillo del abrigo. Eso había sido demasiado —pensó Marina mientras se acariciaba el cuerpo con la esponja— ¿Quién se creía que era?

Salió de la bañera y con la toalla envolviéndole el cuerpo se calentó algo de cenar, intentó saborear la pizza, pero un inexplicable nerviosismo la invadía y se lo impedía.

Además ¿Qué pretendía citándola en una habitación de hotel? ¿Acaso creía que se iba a presentar indefensa ante un desconocido que bien podía violarla o incluso algo peor?

Intentó ver la televisión un rato pero se pasó todo el rato cambiando de canal, la tele de los viernes era una mierda.

Porque después de todo ¿Qué tenía aquel hombre? Sí, era atractivo, tenía que reconocerlo y parecía un tipo sumamente educado, pero había en su mirada algo oscuro y retorcido.

Cuando se dio cuenta tenía la mano apoyada en su pubis acariciándoselo con leves movimientos circulares. Tres minutos después estaba en la cama, revolviendo en el cajón de la mesita. Deshaciéndose de la toalla Marina cogió el consolador, su viejo compañero de soledad. Se lo metió en la boca sin dejar de acariciarse con la mano libre.

No, de ninguna manera iba a ir…

Abriendo las piernas se introdujo el dildo poco a poco mientras conectaba la función de vibración. Marina soltó un fuerte gemido al sentir el aparato vibrar en su interior y por primera vez se imaginó que era Noel el que estaba sobre ella follándosela a cara de perro.

Poco a poco la excitación fue creciendo, sentía como todo su cuerpo vibraba al ritmo del consolador cuando el aparato se apagó.

—¡Mierda! —gritó frustrada.

Ansiosa revolvió en el cajón de la mesilla buscando unas pilas sin éxito. Desesperada miró a su alrededor y con una sonrisa de triunfo se lanzó sobre el despertador destripándolo apresuradamente y sacándole las pilas para ponerlas en el vibrador.

Con un suspiro de satisfacción se acercó el aparato al sexo y recorrió la vulva con él. Todo su sexo se hinchó y palpitó placenteramente con el contacto. Tras unos segundos no pudo aguantar más y se metió el aparato profundamente el coño. Cerró los ojos disfrutando del intenso placer metiendo y sacando el vibrador de su sexo mientras se estrujaba los pechos con la mano libre gimiendo y jadeando como una perra en celo.

Rodando sobre la cama se puso a cuatro patas y mientras dejaba el dildo zumbando en su interior se palmeó el clítoris con fuerza imaginando que eran los huevos de Noel los que le golpeaban. Sintiéndose cada vez más excitada cogió el vibrador y poniéndolo a la máxima potencia se apuñaló salvajemente con él hasta que el orgasmo la obligó a arquear su cuerpo varias veces y caer derrotada sobre las sábanas en medio de fuertes gemidos.

Cuando los espasmos cesaron se estiró en la cama, insatisfecha a pesar de todo . Se le pasó por la cabeza volver a masturbarse, pero finalmente se rindió y reconoció que lo único que acabaría con su comezón sería acudir a la cita con el desconocido.

—No es justo, me estás poniendo como una salida.

—Lo siento, pero soy yo el que cuenta la historia. Si no te gusta siempre puedes poner la radio. —dijo Tito antes de continuar con la narración.

Despertó sobresaltada. Se había olvidado de poner las pilas de nuevo al despertador y eran casi las once y veinte. Teniendo en cuenta que necesitaría como mínimo treinta minutos para llegar al Hilton disponía de quince minutos para prepararse.

Salió de la cama de un salto y se dirigió al baño corriendo, sabiendo que solo tenía tiempo para lavarse la cara y orinar. Afortunadamente el no disponer de tiempo le ahorró una mañana de dudas ante el espejo. Se ajustó un conjunto de seda negro con portaligas y unas medias con una elegante costura en la parte trasera. Sin pararse a pensar se puso un cálido vestido de punto y un collar de plata y corrió al baño a maquillarse. Dos minutos después corría por el pasillo calzándose los tacones procurando no matarse en el intento.

Había parado de nevar, pero el ambiente seguía siendo extremadamente frío. Caminó con cuidado entre la nieve sucia y helada y llamó a un taxi que se estaba acercando. El taxi frenó a su lado y Marina entró con un suspiro de alivio. El conductor paquistaní le hizo un par de preguntas en pastún que Marina no se preocupó por entender limitándose a darle la dirección del hotel. El taxi comenzó a arrastrase en medio del congestionado tráfico del centro de la ciudad. Desesperada al ver como los minutos volaban sacó un billete de cincuenta pavos y agitándolo ante las narices del chofer le hizo entender que sería suyo si lograba llegar al hotel en menos de quince minutos.

A partir de ese momento el viaje se convirtió en una locura, como si hubiese sido poseído, el taxista le llevó por las calles atestadas a una velocidad endiablada cambiando de carril con brusquedad e incluso subiéndose en una ocasión a una acera para evitar un cruce congestionado.

Trece minutos después estaba ante las puertas del Hilton un poco mareada pero ilesa. Sin darse un respiro atravesó la recepción y se dirigió a los ascensores. Faltaban dos minutos cuando las puertas del ascensor se cerraron tras ella. Mientras le decía al ascensorista su destino Marina se recompuso su pelo y su ropa frente al espejo.

Con un leve carraspeo el ascensorista le insinuó que habían llegado. Salió al pasillo y llegó a la habitación 232 jadeante. Levantó la mano para llamar a la puerta pero descubrió que ya estaba abierta.

La empujó con suavidad y entró. La habitación estaba a oscuras y alargó la mano buscando el interruptor de la luz. En ese momento una mano la agarró por la muñeca y aparentemente sin esfuerzo se la puso a la espalda.

Asustada Marina intentó resistirse y salir de la habitación, pero la puerta se había cerrado e impotente notó como alguien la empujaba contra la pared y le ataba las muñecas a la espalda en la oscuridad.

Lo siguiente que se le ocurrió fue gritar pidiendo auxilio, pero el agresor con las manos libres le tapó la boca y le cubrió los ojos con un antifaz.

Marina se debatió durante un tiempo que le pareció interminable hasta que se dio cuenta de que toda resistencia era inútil.

Temblando de la cabeza a los pies Marina sintió a través del fino tejido de su vestido como unas manos exploraban su cuerpo. Tras unos segundos el desconocido que la retenía se acercó un poco más dejando que el tranquilizador aroma del perfume de Noel invadiera su nariz.

No hicieron falta más palabras y la emoción y el miedo se transformaron casi inmediatamente en excitación. Cuando un par de manos la cogieron por las muñecas y la arrastraron al centro de la habitación, ella se dejó hacer.

A continuación sintió como las manos de Noel acariciaban sus medias y resbalaban poco a poco hacia arriba recogiendo y levantando la falda de su vestido a su paso. Lentamente sintió como el hombre iba tirando hacia arriba de su vestido sacándoselo por la cabeza hasta dejarlo arrebujado en torno a su muñecas. De nuevo la presencia del hombre se diluyó y se sintió en ese momento más desnuda que nunca. Consciente de que su ropa interior casi transparente apenas cubría su intimidad.

En total oscuridad agudizó sus sentidos, no se oía ningún ruido aparte del apagado rumor del aire acondicionado que enviaba una suave brisa fresca sobre su cuerpo haciendo que se le pusiese la piel de gallina y sus pezones se erizasen.

Se mantuvo en pie, erguida con las manos a la espalda, esperando una voz o una orden que no llegaba.

Noel permanecía sentado en un sofá frente a la mujer, disfrutando, observándola como si fuese una obra de arte. Se fijo en su nariz pequeña, sus labios rojos perfectamente delineados y su pelo largo, negro y espeso derramarse por su cuello y sus hombros blancos y luminosos como la luz de la luna.

El cuerpo de Marina era rotundo, con unos pechos grandes que pugnaban por escapar del suave tejido del sujetador, un vientre liso, unas caderas anchas y unas piernas esbeltas pero un poco cortas que disimulaba con unos tacones de más de diez centímetros.

—Así que soy culona y paticorta. —dijo Marina cruzando los brazos sobre el pecho enfadada.

—También te comparo con una obra de arte… y lo digo sinceramente. —respondió Tito con una sonrisa—¿Por qué coños las mujeres siempre os quedáis con lo malo? Lo que hace bella a una mujer son sus imperfecciones, sobre todo si encajan tan bien en el conjunto como en ti.

—Continúa pelotero.

En silenció se incorporó y se acercó un poco más para poder observar la miríada de pecas y lunares que cubrían todo su cuerpo haciendo contraste con su piel extremadamente pálida. Noel no pudo contenerse más y rozó de nuevo la piel de sus costados bajando por su ombligo y terminando en su ingle acariciando la suave mata de pelo rizado que se adivinaba a través de la fina tela del tanga de Marina.

Marina no pudo evitar soltar un gemido, sentía la presencia de Noel más cerca que nunca y llevada por la excitación entreabrió los labios y ladeó un poco la cabeza invitándole a que la besara. La respuesta no tardó en llegar y notó como algo suave rozaba sus labios. Marina abrió la boca para recibir la lengua del hombre pero fueron tres dedos los que la exploraron profundamente hasta invadir su garganta.

Marina abrió los ojos bajó el antifaz sorprendida mientras trataba de contener las nauseas. Unos instantes después Noel los retiró un poco y Marina comenzó a chuparlos y lamerlos embadurnándolos con abundante saliva que rebosaba de su boca y caía entre sus pechos.

Noel apartó la mano y finalmente la besó. Marina respondió con abandono y se sobresaltó cuando los dedos húmedos de Noel se colaron bajo su tanga acariciando y penetrando su sexo húmedo e hinchado.

Llevada por su instinto comenzó a mover las caderas a la vez que forcejeaba con sus ligaduras. Deseaba colgarse de los hombros de aquel hombre, apretarse contra él, sentir su calidez, sentir su cuerpo envolviéndola.

Noel separó los labios de los suyos y comenzó a recorrer con ellos su cuerpo lamiendo y mordisqueando. Sin dejar de masturbarla bajó las copas del sujetador para poder besar sus pechos y mordisquear su pezones haciendo que el dolor y el placer se fusionasen aumentando su excitación.

Marina no se pudo contener más y soltó un largo gemido. En total silencio Noel se volvió a retirar. Marina desesperada hubiese alargado sus brazos, pero solo pudo dar unos pasos temblorosos en dirección al lugar donde creía que se había ido Noel.

Noel lo esperaba y se apartó en silenció. Cuando Marina pasó por su lado la agarró por la melena y tiró de ella violentamente hasta que la mujer tropezó contra un mueble que no llegó a distinguir. El hombre aprovechó el desconcierto de la mujer para empujar la cabeza de la joven contra la superficie del mueble obligándola a doblarse por la cintura.

Marina sintió la superficie pulida del mueble y el aroma del barniz y la madera vieja invadieron sus fosas nasales mientras Noel le arrancaba su tanga.

Noel no esperó más y la penetró a la vez que estrujaba su culo. Marina sintió como su coño se estremecía de placer mientras se dilataba para acoger el miembro grueso y caliente de su amante. Inconscientemente intentó mover los brazos para colocarse en una postura más cómoda sin darse cuenta de que aun estaba atada.

Ajeno a esto Noel la agarró por las caderas y comenzó a embestirla con movimientos rápidos y secos, penetrando profundamente y golpeando el clítoris de Marina con sus testículos y clavándole los muslos contra los bordes del mueble.

Marina recibía con un gemido cada vez más fuerte con cada nuevo empujón. Sentía como todo su cuerpo hervía de placer y deseo y no podía evitar mover las caderas acompañando las andanadas de Noel.

Estaba a punto de correrse cuando sintió como el hombre la cogía por el pelo levantándola en vilo y se corría en su interior de dos salvajes empujones.

La incómoda postura y el dolor de su cuero cabelludo no le impidieron a marina correrse al sentir el calor de la semilla de Noel inundando su coño. El hombre la mantuvo sujeta en la misma postura mientras los relámpagos de placer se extinguían y cuando creía que la iba a soltar dando por finalizada la sesión de sexo, la obligó a arrodillarse y le metió la polla en la boca.

Marina abrió la boca dócilmente y dejó que el miembro de Noel la invadiese aun recubierto por el semen y sus propios jugos orgásmicos. Sin capacidad para hacer otra cosa se limitó a chupar y lamer la polla de su amante respirando solo cuando él se lo permitía.

Tenía los ojos inundados de lágrimas y le dolía la mandíbula y la garganta de forzarlas para acoger el miembro del hombre, pero seguía sintiéndose tremendamente excitada.

Todavía atada Noel la obligó a levantarse y tras magrear su cuerpo indefenso con lujuria la empujó de nuevo. Durante un segundo se vio levantada en el aire y con alivio sintió un mullido colchón bajo su cuerpo.

Noel no estaba dispuesto a darle una tregua y enseguida sintió como su polla la perforaba de nuevo. Con la cabeza contra el colchón y el culo en pompa le agarró por las muñecas y empezó a penetrarla con fuerza. Marina disfrutaba tanto que ni siquiera se enteró cuando el dedo de él empezó a hurgar en su culo. Gemía y agitaba sus caderas como una loca. El sudor la cubría debido al esfuerzo escurriendo, goteando, haciéndole placenteras cosquillas.

Estaba a punto de correrse de nuevo cuando Noel se separó un instante para cogerse la polla y comenzar a presionar con ella la entrada de su ano. Marina gritó y contrajo el esfínter involuntariamente mientras luchaba inútilmente contra sus ligaduras. Noel no tuvo piedad y siguió presionando hasta que enterró la totalidad de su polla en el fondo de su culo.

Marina mordió las sabanas ahogando un grito de dolor. Todas sus entrañas palpitaban dolorosamente mientras su esfínter se contraía intentando expulsar aquel objeto grueso y ardiente que la asaltaba.

Tras unos dolorosos segundos notó como el brazo de Noel rodeaba su cintura y acariciaba su sexo mientras comenzaba a moverse con suavidad. Marina comenzó a respirar superficialmente lo que unido al placer que comenzaba a sentir de nuevo en su sexo le ayudó a soportar el dolor primero y a acentuar el oscuro placer que comenzaba a sentir en sus entrañas después. En cuestión de segundos el placer se intensificó hasta el punto que los quejidos se transformaron en gemidos y luego en gritos de placer descontrolado cuando se corrió de nuevo. Noel siguió aun empujando unos segundos más acariciando sus medias y sus muslos hasta que no aguanto más y separándose y dando la vuelta a Marina eyaculó sobre sus muslos.

Marina despertó un par de horas después aun atada y con el cuerpo pegajoso de sudor y fluidos, pero cuando abrió los ojos se dio cuenta de que ya no tenía puesto el antifaz y pudo ver el rostro de Noel tan perfecto como lo recordaba observarla sonriendo.

—Eres una mujer encantadora. —dijo él abriendo la boca por primera vez desde que había entrado en la suite y acariciando su pelo con ternura.

Marina no pudo evitar sentir una oleada de placer y agradecimiento y movió su cuerpo dolorido hacia su amante para besarle de nuevo…

—¿Qué tal? —preguntó Tito aunque por el silencio de su compañera ya sabía lo que sentía.

—¡Uff! Muy excitante, pero espero que no le hagas eso a tus amantes.

—En la realidad soy bastante más convencional.

Tito siguió conduciendo con aparente tranquilidad mientras Marina se revolvía incómoda en su asiento como si algo le picase.

Veinte minutos después entraban de nuevo en la ciudad. Como siempre que trabajaban juntos se dirigió a su casa para que luego Marina condujese hasta la suya, quedándose el coche de empresa.

Tito tuvo suerte y encontró un sitio para aparcar casi enfrente de su casa.

—Bueno mañana será otro día. Me encanta trabajar de nuevo contigo.—dijo ella abriendo la puerta.

—Creo que me debes algo.

—¡Ah! Sí. Claro. —respondió ella un poco avergonzada. ¿Si no te importa, podríamos hacerlo en tu casa? En plena calle me da un poco de corte.

—Por su puesto. Pasa. —dijo él abriendo la puerta.

El trayecto en el vetusto ascensor fue el más confuso e incómodo que Marina hizo en su vida. Estaba nerviosa y ansiosa, deseaba a Tito y a la vez se sentía en inferioridad de condiciones ante él, sin maquillaje y con un leve pero inconfundible olor a sudor tras un largo día de trabajo al sol y para colmo Tito parecía disfrutar de su incomodidad.

El ascensor terminó el trayecto y salió tras Tito camino de su apartamento sin poder evitar fijar la mirada en su trasero. Tras abrir la puerta la hizo pasar amablemente y se quedaron en el recibidor mirándose el uno al otro.

Deseando acabar con todo aquello allí mismo, se agachó y metiendo las manos bajo la falda de su vestido tiró de las bragas y las bajó lo más rápido que pudo. Las muy putas se enredaron con las sandalias y estuvo un par de segundos peleando con ellas hasta que consiguió quitárselas con un suspiro de alivio.

Intentando mantener un gesto digno las cogió en una mano y se las tendió a Tito notando como su cara ardía de vergüenza.

Tito las cogió el tanga húmedo y caliente de las manos de Marina y lo olfateó. Marina se ruborizó aun más consciente de el olor mezcla de sudor y sexo que despedían. Tito aspiró el aroma un segundo más y dejando caer al suelo la prenda se abalanzó sobre ella besándola.

Quiso quejarse, sin sus tacones, el maquillaje y un vestido decente se sentía vulnerable, pero aquel hombre con sus labios y su lengua le impidieron decir nada y las manos avanzando por sus costados le hicieron olvidar todo lo demás.

Sin dejar de besarla e inundar su boca con el sabor del chicle de cereza que había estado mascando buena parte de la tarde, las manos de el subieron por su flanco hasta sus brazos inmovilizándoselos por encima de la cabeza.

Tras unos segundos los labios de Tito se despegaron y comenzaron a explorar su cuello y sus hombros hasta llegar a sus axilas. Marina intentó resistirse consciente de que estaban un poco sudadas, pero él sin hacerle daño le sujetó los brazos mientras las recorría con su lengua. Pronto la vergüenza empezó a dar paso a la excitación y no fue capaz de contener un gemido de satisfacción.

Acercándose un poco más el hombre la arrinconó contra la pared dominándola con su estatura y soltándole dos botones del vestido introdujo las manos entre sus piernas. Marina se puso rígida, pero no se lo impidió dejando que con sus dedos el hombre comprobase lo caliente que estaba. El contacto de los dedos con la raja de su sexo la incendió obligándola a soltar un nuevo gemido de placer. Todas las dudas y la vergüenza se evaporaron en un instante mientras se frotaba ansiosa contra esos dedos suaves y experimentados.

Tito se separó obligándola a volver al mundo real. Con una sonrisa tranquilizadora le cogió de la mano y la guio por el pequeño apartamento hasta la habitación. Era bastante grande comparada con el resto del apartamento y estaba decorada con muebles sencillos pero con mucho gusto. En el centro una gran cama cuadrada dominaba la estancia con un cabecero de ébano labrado con motivos tribales. A ambos lados había unas sencillas mesitas y en un lateral había un gran espejo que camuflaba la entrada a un vestidor.

Marina no pudo evitar echar un vistazo a su cara arrebolada y a su pelo enmarañado. Tito se acercó por detrás y le abrazó por la cintura soltando el cinturón y desabrochando el vestido dejándola desnuda salvo por el sujetador.

Observó con desasosiego la forma en que destacaba la blancura de su tez en comparación con el cuerpo potente y moreno de él. Parecía una estatua de alabastro, fría e inanimada. El hombre le besó el hombro y le quitó el sujetador dejándola totalmente desnuda. La contempló a través del espejo, recorriendo con sus dedos las finas venas azules de su vientre y sus pechos que se transparentaban a través de la pálida piel.

Con el deseo de toda una tarde acumulado Marina entrelazó las manos con las de él y se las llevó a la rala mata de pelo negro que cubría su pubis. Tito le dejó hacer y la acompañó en sus caricias mientras pegaba su cuerpo contra ella para que fuese consciente de su erección.

Unos instantes después se dio la vuelta y desnudó a Tito admirando su cuerpo duro, con los músculos definidos y la piel suave y morena. Acercó las manos a sus ingles y mirándole a los ojos acarició su polla grande y rosada haciendo que se irguiese totalmente al sentir el calor de las manos de Marina.

—Veo que también has tenido tiempo de hacer ejercicio. —dijo ella mientras él la cogía en brazos y la depositaba en la cama.

Marina se tumbó y abrió ligeramente las piernas, pero Tito se limitó a tumbarse a su lado y a acariciar su piel pecosa.

—Me encanta tu piel, es como mirar el firmamento.

—¿Ah sí? —preguntó ella escéptica.

—Me encanta buscar las constelaciones. —dijo arañando su piel.— Aquí está la osa mayor… y Hércules —dijo uniendo los lunares con los rastros rojos que dejaban sus uñas en la delicada piel de Marina.

—Que interesante. —dijo ella sintiendo rastros de fuego allí por donde pasaban las uñas de Tito.

—Además han servido durante siglos para orientar a los navegantes. Ves, si coges la cruz del sur —dijo haciendo dos nuevos arañazos en el vientre de Marina— y prolongas cuatro veces u eje mayor llegas a…

Marina sintió un sobresalto al sentir los labios de Tito sobre su sexo. Un calor abrasador se hizo dueño de su bajo vientre extendiéndose por todo su cuerpo en una oleada de placer. Marina abrió sus piernas abriendo su sexo enrojecido y tumefacto por el deseo. Dejando que la lengua de él repasase la raja de su sexo y acariciase su clítoris y la entrada de su coño cada vez más húmedo y anhelante.

Estaba a punto de gritarle que le follase de una puñetera vez cuando Tito se colocó encima y la penetró con movimientos lentos y profundos. La polla del hombre se abrió paso en su coño colmándole de placer. Marina gimió y apoyo las manos contra sus pectorales separándole lo justo para ver como aquel instrumento de placer entraba y salía de su cuerpo una y otra vez sin descanso.

El orgasmo llegó intenso, apresurado, casi doloroso después de que aquel hombre le hubiese estado haciendo el amor todo el día por todos los medios a su alcance. Tito acompañó los estremecimientos y agónicos jadeos de ella con movimientos lentos y circulares de su polla prolongando su placer.

Con las últimas oleadas de placer Tito la levantó y la puso de pie frente al espejo poniéndose de nuevo a sus espaldas. La cogió por las caderas y volvió a penetrarla de nuevo. Marina apoyó sus manos contra el espejo y separó las piernas mientras Tito la penetraba con fuerza obligándola a ponerse de puntillas para no perder contacto con el suelo.

En un minuto estaba gimiendo y jadeando, sorprendida de estar de nuevo excitada y avergonzándose de su avidez. Con un nuevo impulso la empujó contra el espejo. Marina se sintió aprisionada entre el frío del espejo y el calor de Tito que la follaba cada vez con más intensidad hincando los dedos en su culo y sus muslos.

Tito no pudo aguantar más y con un último empujón que la levantó en vilo descargó su leche ardiente dentro de ella. Tras unos segundos Marina se separó con el semen corriendo por el interior de sus muslos pero aun sedienta de sexo.

Cogiéndole la polla le obligó a sentarse en la cama y arrodillándose se la metió en la boca, chupándola y lamiéndola mientras él gemía y acariciaba su negra melena. Poco a poco la polla de Tito volvió a estar dura como una piedra. Con un último lametazo se incorporó y se sentó sobre él, restregando su sexo a la vez que le golpeaba la cara con los pechos.

Un segundo después tenía de nuevo el miembro de Tito dentro de ella. Abandonándose al placer se colgó de su cuello y comenzó a subir y bajar sus caderas tan rápido como podía disfrutando de la sensación de sentirse empalada por el miembro del hombre a la vez que él acariciaba su culo estrujaba sus pechos y los chupaba y mordisqueaba con fuerza.

La cabeza le daba vueltas cuando Tito la cogió en el aire y agarrándola por las caderas siguió penetrándola como un poseído hasta correrse de nuevo en su interior. Esta vez el calor de la semilla de su amante fue el detonante para un nuevo y brutal orgasmo. Paralizada por el placer sus brazos se soltaron del cuello de Tito dejando que su cuerpo se cayese hacia atrás mientras Tito, sujetándola por la cintura descargaba en su interior los últimos restos de su corrida.

Tras unos segundos se separaron y se tumbaron en la cama exhaustos. Dormitaron un buen rato abrazados hasta que Marina se levantó y comenzó a vestirse. Se sentía cansada y satisfecha pero a la vez no sabía que decir a aquel hombre.

Tito se despertó y poniendo las manos bajo la cabeza la observó vestirse con una sonrisa en los labios.

No sabía muy bien qué decir ni qué hacer, finalmente se puso las sandalias y se acercó para darle un beso rápido intentando ignorar la cara divertida de Tito.

—Mañana paso a buscarte a las siete y media.

—De acuerdo, pero no te olvides de que las bragas son mías. Ni se te ocurra llevártelas. —replicó Tito riendo.

FIN

Ayudé a mamá a que recuperara su sexualidad

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Parte primera

Me llamo Ana, tengo treinta años, casada felizmente con un hombre maravilloso que me llena en todas las facetas que una mujer desea de su matrimonio; con dos preciosos hijos (niño y niña) de seis y tres años respectivamente.

Soy excesivamente fogosa sin llegar a la ninfomanía, pero si no hago el amor todos los días, mi cuerpo nota que le falta algo. Gracias a Dios, mi marido responde sin problemas a pesar de sus cuarenta y cinco años.

Pero no les voy a hablar de mí, voy a hablar de mi madre, una hermosa mujer que me dio a luz a sus dieciocho años, por lo tanto, ahora tiene 48. Y lo que más me ilusiona: que para los extraños no somos madre e hija, somos hermanas. Lo que vacilamos con esta situación cuando salíamos juntas por ahí de marcha.

Mi padre, desgraciadamente ha fallecido hace menos de un año; tenía 56 años, un cancer precoz se lo ha llevado en la flor de la vida. Mi madre no lo supera, ha caído en una profunda depresión que la está marchitando, y como no lo supere “se va” con él en poco tiempo.

Me tiene tan preocupada que estoy haciendo todo lo que está en mi mano, y el amor que le tengo para que se recupere. Pero inútil, se ha encerrado en su desgracia y dice que no tiene deseos de vivir, ya que la vida le ha quitado lo que más quería.

-Pero mamá. Le digo con ademán de enfado. ¿Es que yo y tus nietos no llenan el vació que te ha dejado papá?

-Sí, hija, ¡Cómo no me van a llenar! Pero el vació que ha dejado tu padre en mi alma y corazón no hay nadie quien lo llene.

-Pero mamá, la vida sigue, eres muy joven y no te puedes encerrar en ti misma. Va a hacer un año que ha muerto papá, y aunque me consta que va a estar en tu recuerdo eternamente, seguro que si te está viendo se enfada. Sabes de sobra lo liberal que era.

-Dame más tiempo hija, dame más tiempo, todavía siento en mi piel el contacto de las manos de tu padre.

Esta confidencia y la cara que puso al decirlo, me indicó, que, mamá necesita el contacto de un hombre, pero no es capaz de entender que con papá es imposible.

Hablé con Félix, (mi marido) después de haber hecho el amor tan apasionadamente como siempre lo hacemos.

-Me tiene preocupada mamá. Sigue encerrada en si misma con el recuerdo de papá, y me temo que va a entrar en una profunda depresión como no seamos capaces de convencerla que debe rehacer su vida.

-Lo que no me explico. Dijo Félix. -Con lo hermosa que es, y con la vitalidad de la que siempre ha hecho gala, no sea capaz de superarlo; máxime cuando me has dicho que en el aspecto sexual has salido a ella.

-Creo que mamá necesita de un hombre; ayer vi una expresión en su rostro que le delataba; le vi un deseo contenido, unas ganas terribles de follar, pero reprimidas por sus conceptos morales y religiosos.

-¿Sabes si se masturba?

-¡Ay! Pues no sé.

-Mira cariño, vamos a urdir un plan para que mamá recupere las ganas de vivir. Me sugirió Félix.

-¿Qué pretendes?

-Lo primero vigilarla.

-Me parece eso una canallada, marido. Invadir su intimidad.

-No te precipites, que mi plan no es morboso, es para conocer su estado anímico.

-¿Qué propones?

-Voy a instalar una mini cámara en su habitación, de esas que usan los espías, y veremos su comportamiento en la intimidad.

-Me parece una cerdada, marido.

-¡Quieres o no quieres ayudarla! ¿O es qué te crees que lo hago por morbo? No hija no, lo hago para ayudar a mamá, pero si no sabemos su estado psíquico interior, (el que vemos superficialmente no nos sirve) no podremos actuar en consecuencia.

-Vale, marido. Pero lo que grabemos se borra inmediatamente,

-Eso por descontado, niña. Ese material no sale de casa bajo ningún concepto.

Parte segunda

Debo aclarar, que desde la muerte de papá, mamá vive casi siempre con nosotros, porque yo le obligo; no quiero que esté sola en su casa de casi 200 metros cuadrados.

Félix, situó una mini cámara de video en un lugar inaccesible, imposible que pudiera reparar en ella. La toma era de la superficie de la cama en sentido perpendicular; es decir, desde los pies a la cabeza, y se activaba por luz, por muy tenue que fuera. Además de ser de 720X576. Máxima calidad de imagen en ese tipo de mini cámaras.

Como la tarjeta era de 35 gigas, la capacidad de grabación era de varias horas; lo que daría lugar a ver su reacción en solitario. Que es lo que hacía, y como se comportaba en su soledad.

Se acostaba sobre las doce de la noche, encendía la luz de la mesilla y solía apagarla sobre la una. Lo que sí sabíamos, que, le gustaba leer en la cama; por lo que suponíamos que esa hora la dedicaba a la lectura.

Estuvo la mini cámara ubicada en su habitación durante 15 días, tiempo que calculamos habría agotado la capacidad de grabación. Esperamos al próximo fin de semana que se iba a Valencia donde vive mi único hermano, ya que le tenía prometido ese viaje para ver a sus otros dos nietos, pues hacía tiempo que no iba. Mi hermano José Antonio no cesaba de regañarla por no ir a visitarles.

-Jolin mamá. Le decía mi hermano por teléfono. No tienes excusa para no venir. El Inter City tarda sólo tres horas, y vamos a recogerte a la estación.

Una vez dejado a mamá en la estación de Atocha el viernes de ese “finde”, nos invadía la emoción ante la visión de lo grabado, pero no exenta de preocupación; ya que aunque lo hicimos para intentar convencer a mamá de que debería rehacer su vida en vista de lo que viéramos, no dejaba de ser una putada. Si se enterara, no nos dirigiría la palabra de por vida. Pero lo que teníamos muy claro, que lo grabado sería borrado inmediatamente una vez visto por Jorge y por mí.

Nos acomodamos en el salón con dos copas y a través del HMDI de la tele nos dispusimos a ver que hacía mamá en su intimidad. Nos miramos a los ojos como se miran “los cómplices” cuando delinquen.

Paré la cámara, pues me asaltó algo que no había reparado, ¡Pero que tonta fui! Félix verá a mi madre desnuda, y eso me produjo ansiedad.

-¿Qué haces? Me dijo al ver que le daba al stop.

-Cariño, que me da “cosa” el que puedas ver a mamá “en pelotas”.

-¿Ahora me vienes con esas..? Vamos niña, no me seas mojigata. Mamá tendrá el cuerpo como todas ¡No te jode! Eso sí, con dos tetas y un culo algo más desarrollado que la media nacional.

-¡Cómo el mío! ¿verdad? Gracias por la indirecta.

-Vamos nena, no te enfades. ¿Ayudamos a mamá, o no la ayudamos?

-Venga, va.

Le di al play, y nos dispusimos a ver “la película” (presumiblemente porno).

Evidentemente Sara (así se llama la mamá) se desnudó. Pero lo que nos dejó estupefactos fue, cuando del fondo de un cajón del armario sacó un picardías color malva. Se desprendió de hasta la braga y el sujetador y quedó como vino al mundo.

Tuve el arrebato de parar la grabación, pero me di cuenta en un segundo que sería una estupidez, ya no había marcha atrás; aunque con cierta vergüenza, me dispuse a afrontar todo lo que viniera después.

Mamá se puso el picardías color malva que le dejaba al descubierto casi todo el pecho aún turgente; y la mitad de aquellos glúteos y muslos que Félix miraba con los dos ojos abiertos como platos.

Se acostó boca arriba, y se ubicó la cámara de tal forma, que se le veía el pubis y los muslos casi en un primer plano. Estaba esplendorosa, parecía una diosa recién salida del Olimpo.

Yo me sentía rara ¡Coño! que era mi madre, y una no está acostumbrada a ver a su mamá de esa guisa; y temiendo algo terriblemente fuerte. Mi marido estaba más “colorao” que un tomate, y los ojillos le brillaban.

Lo que vino después fue algo que me “heló la sangre” y a Félix le puso lívido. Mamá saco un consolador de un cajón de la mesilla de noche que parecía “la polla de un Senegalés” (No por el color, sino por el tamaño). A la vez de otro cajón de la misma, sacaba dos marcos con dos fotos, una de ellas era la de papá, la otra no se distinguía bien por la ubicación del marco en ese momento.

Colocó ambas fotos, una a su derecha y otra a su izquierda. Se abrió bien de piernas; lubrificó el dildo con una especie de crema transparente que extrajo de un tubo, y se lo metió hasta los mismísimos huevos artificiales.

Entre jadeos y suspiros, mirando a la foto de su difunto marido, y moviendo el culo y caderas de arriba abajo y de izquierda a derecha, decía con palabras entrecortadas.

-Manolo (Así se llamaba mi padre) ¿No querías verme follar con otro hombre? Ya que no te quise dar ese capricho en vida, te lo doy ahora, por si desde donde estás puedas verme.

Tomo el retrato del señor Manolo, le dio un beso y le dejó donde estaba. Se nos heló la sangre cuando tomaba el otro marco, que situándolo delante de sus ojos, le decía en su delirio a la imagen que lo contenía:

-Fóllame Félix, follame, soy todo tuya, pero antes deja que te “coma la polla”. Se sacó el consolar y empezó a lamerlo con una avidez desmedida.

-Seguro que la puta de mi hija, no te folla cómo yo. ¿A que no, Félix? ¡Cómeme el coño, cariño!

Se volvió a introducir el consolador hasta los fondos de sus entrañas con una mano, mientras con la otra besaba aquella foto de hombre guapo al que no cesaba de llamar: Félix… Félix… follame mejor que follas a mi hija.

Parte tercera

Fue tan grande la impresión recibida ante aquel descubrimiento, que a Félix y a mí nos costaba mirarnos a los ojos. Pero como ambos somos personas muy juiciosas y con sentido de la realidad de las cosas, llegamos a una conclusión dialogando.

-Mira amor. Me decía Félix. Lo que hemos visto ni tú ni yo tenemos nada que ver; todo son fantasías de mamá; y si en esas fantasías nos ha involucrado a los dos, yo te juro por mi honor, que jamás le he dado motivos para ser objeto de ellas.

-No hace falta que lo jures, marido, sé de sobra que tú jamás te has insinuado a mamá; que todo es producto de su imaginación. Y ahora lo comprendo.

-¿Qué es lo que comprendes? Cariño.

Conozco a mamá, y sé muy bien que ella es incapaz de realizar esas visiones con un extraño, con un desconocido. Tenía sospechas de que le gustas; hay miradas por muy sutiles que sean, las mujeres las captamos, y aunque en su momento no le di importancia, ahora me doy cuenta que eran miradas cargadas de deseos.

-Te juro Ana, que yo jamás me di cuenta.

-Ya lo sé, si tú no ves “tres montados en un burro”; y menos analizar las miradas femeninas.

-Porque solo tengo ojos para ti, mi amor.

Una vez repuesta de la impresión, ya fría, decidimos trazar un plan para que mamá pudiera hacer realidad sus utopías.

-¿Qué plan trazamos? Me preguntó Jorge.

-Sólo hay uno.

¿Cuál?

-Qué folles con mamá.

-¡Ehhhh!

-Cómo te lo digo. Mamá es incapaz de ligar, le costaría años y dudo que lo consiga.

-¿Ni por algún chat, podría ligar?

-Por ahí menos, se lo he propuesto cientos de veces, y dice que son ridículos.

-Pero… Sabes el peligro que tiene ese plan.

-Por mi parte ninguno. Que hagas feliz a mamá es algo que una hija desea para su madre del alma; además, todo quedará en casa. ¿Tú te la follarías?

-¡Joer Ana! ¡Qué fuerte!

-O sea, que sí.

-Bueno… Si no hay más remedio.

-Entonces.. ¿Qué propones?

-Qué tomes la iniciativa, después de lo visto, no creo que te sea muy difícil llevar a mamá a la cama. El día que tenga guardia de noche (Ana es médico) aprovecha.

Parte cuarta (Viernes siguiente por la noche)

-Ana.

-Dime, marido.

-¿Qué cuando ponernos en marcha el plan?

-¡Ahora mismo! La mamá Sara, entraba en la habitación de sus hijos con aquel picardías malva que tan cachondo puso a mi marido. Hazme un ladito Félix. Y tú Ana, vete a dormir a mi habitación.

-Pero mamá. Dijo Ana llevándose las manos a la cabeza. ¡Qué haces!

-Pues follarme a tu marido, tal cual lo has planeado.

¡Cómoooooo!

-Sí, hija sí. Félix no se percató de que la mini cámara que puso en mi habitación, al activarse se enciende un pequeño piloto rojo; que aunque muy pequeño quedó al descubierto, y por una de esas casualidades y por chiripa lo vi. -¡Qué será esto! Me pregunté.

Cuando supe lo que era, me propuse averiguar las intenciones del que puso la cámara, y como no podía ser más que Félix o tú, o los dos de mutuo acuerdo; coloqué esta pequeño micrófono inalámbrico en el cuadro que hay encima del sillón del salón en el que soléis sentaros, y desde mi habitación, he escuchado todas vuestras maquinaciones.

-Pero mamá. Dijo Félix que al ver aquel pedazo de culo, y aquellas tetas que las tenía pegadas a su boca. No negará que todo ha sido para recuperar su sexualidad que creíamos perdida.

-Gracias hijo. Mi sexualidad nunca la he perdido…

-Ya vimos ya… Cómo se lo monta con su juguete… Por cierto; ¿No lo había más gordo y más grande?

-Prefiero el tuyo, que aunque es más pequeño, es de carne. A la vez le que metía la mano en la bragueta

Miraba la escena estupefacta y no sabía que hacer.

-No te quedes así hija, que al fin y al cabo tú has sido la autora del invento. Vete a mi cuarto, y deja que con tu marido disfrute lo que desde años vengo recreando en mi soledad.

Los dejé solos; me parecía muy fuerte quedarme con ellos. Cuando me repuse de la sorpresa, juro que me entró como una especie de complacencia; ver a mi madre tan eufórica y con ganas de sexo, derribó todas mis preocupaciones con respecto a su futuro; ya que la veía tan decaída que me daba miedo.

Epílogo

Sara se pegó al cuerpo de su yerno como una lapa; su cuerpo parecía encendido debajo de aquel transparente picardías color malva. Su mano derecha asía su pene, al que meneaba de arriba abajo y viceversa.

-¡Chulo mío! ¡Mi vida! ¡Por fin! hemos conseguido follar con total libertad, y con el consentimiento de mi hija.

-¡Joder suegra!

-Por favor Félix, cuando follemos no me llames suegra, ¡Coño! que me enfrío.

-Lo siento Sara, no se me volverá a escapar. Pobre del señor Manolo… ¡Si levantara la cabeza!

-A ese, déjale donde está, que donde esté está muy bien. Y ahora “cabrón mío” échame ese par de polvos salvajes que me vienes echando todas las noches que mi hija tiene guardia de noche en el hospital.

FIN DEL RELATO

En la Boda con mi Sobrino

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Hola una vez más, mi nombre es Antonella y hoy les quiero contar como fue que cogí con mi sobrino en una boda de una tía.

Bueno, el domingo pasado se casó mi tía y pues nos tocaba organizar todo, mis papás se adelantaron porque iba a verificar que todo estuviera en perfecto orden, les dije que me arreglaba rápido para llegar allá antes de la ceremonia. Llevaba días encontrando un buen vestido, hasta que lo encontré, color negro y muy sexy.

Me dediqué a arreglar para verme lo más bonita, tanto por la fiesta y porque obvio estaría mi bebé de mi sobrino ahí, como sé que le encanta que use vestidos cortos, pues siempre lo complazco. Bueno, estaba ya por terminar de pintarme, cuando escucho la puerta, entra y era mi sobrino que cuando me vio se quedó con la boca abierta, sólo me dijo;

-Anto mi amor, pero que hermosa te ves, ¿para quién te arreglas tanto?

Y yo le respondí;

-¿Pues para quién más?, para ti mi vida.

A lo que él solo respondió sarcásticamente, ya lo sabía.

Total me esperó porque traía el carro, acabé de pintarme y nos fuimos, todo el camino iba metiéndome mano por debajo de mi vestido, al sentir que traía una tanga negra super sexy, con más razón siguió con el mete y saca con los dedos, yo ya estaba mojaba, vi cómo se le paró, yo como no suelo ser bien aventada le bajé el cierre, le saqué la verga y en todo el transcurso del camino hasta llegar a la iglesia se la fui mamando hasta que se vino, solo sentía como me agarraba la cabeza para que su verga entrara más en mi boca, para que no se me escapara ni una sola gota de su néctar. Terminé, me levanté, solo me sonrió y me dijo;

-Me encanta como me la mamas tía.

Y yo solo le dije;

-¿Es lo que te gusta, no?, pues a mí me encanta complacerte mi niño.

Se arregló el cierre y nos metimos a la iglesia.

Se casaron, todo estuvo como se planeó, de ahí nos dirigimos todos al salón de fiestas donde ya estaba todo preparado. Todos teníamos nuestras mesas apartadas, empezó primero el vals, pasaron todos, de ahí siguió la cena la cual estuvo muy rica, y después pusieron la música para que todos se pararan a bailar, yo bailé toda la noche con mi bebé pero obviamente disimulando sin estar tan pegados, ni nada, en eso le dije que iría al tocador porque necesitaba hacer mis deberes, a lo que solo me respondió que sí, que me esperaba en la mesa.

Llegué al tocador, hice mis cosas y estaba yo lavándome las manos cuando siento que unas manos me empiezan a acariciar mis pechos y mis nalgas, volteo al espejo y era mi sobrino, le dije;

-Ay Alan me espantas, estate quieto que aquí vienen seguido al baño.

Y el necio solo me dijo;

-Nadie vendrá Anto, tranquila mi amor, no cortes el momento y déjate llevar.

Y es que las caricias de él me matan, me ponen loca, me inunda una excitación que no saben, solo le recargué la cabeza y le dije;

-Date prisa que puede venir cualquier persona y nos verá.

A lo que solo me respondió;

-Calma mi amor, nadie vendrá, tu disfruta la cogida que te daré en este baño.

Sin quitarme nada, me alzó el vestido hasta la cintura, me hizo la tanga de lado y sentí como entraba su verga lenta y profundamente, el morbo de que alguien viniera me hizo excitarme más, solo escuchaba como gadeaba y aumentaba el mete y saca. Yo le decía;

-Ay bebé, sigue mi amor, no sabes lo rico que se siente, vamos bebé cógeme.

Y él con la voz agitada me dijo;

-Me encanta coger contigo Anto, eres mi tía preferida, me pones loco como vienes vestida, ¡ahh! ¡Tía!

Y es que solo a nosotros se nos ocurre cada cosa, en cualquier lugar que no medimos las consecuencias, sentir su verga entrar y salir es lo más rico, en eso sentí mi primer orgasmos, sin avisarle me vine y sólo le agarré la mano apretándosela. Ahí supo que me vine, él aceleró el mete y saca, se le hinchó bastante que me empezó a doler, pero ese dolorcito placentero, fue cuando me dijo que se vendría;

-¡Anto me vengo! ¡ahh! ¡Me vengo!

Yo ya casi gritando y tapándome la boca con la mano le dije;

-¡Yo también me volveré a venir! ¡Vente adentro y no la saques! ¡ahh! ¡Alan no la saques por favor y vente!, quiero sentir tu corrida en mí.

Fue cuando sentí como se vino como caballo, y yo igual por mi cuenta tuvo un hermoso segundo orgasmo, nos quedamos quietos porque en verdad se le hinchó la verga como no tienen una idea, si la sacaba así me iba a lastimar. Esperé que se le bajara un poco y lentamente me la fue sacando.

Me acomodé mi tanga y mi vestido, lo cual él hizo lo mismo con su pantalón, justo cuando íbamos saliendo, venían unos tíos al baño y se nos quedaron viendo, nos preguntaron que de dónde veníamos. A lo que yo le respondí que yo del baño y Alan de ir un refresco pero no supo dónde ir y me lo topé en el camino jajajajajajajaja si claro, si supieran que salíamos de cometer un gran pecado en ese baño jajajajaja

Nos dijimos a nuestros asientos y me dijo que si quería bailar, pero la verdad es que no sentía mis piernas, pero pues con tal de estar pegada con él, le dije que sí. Bailamos toda la demás noche, platicamos y reímos de lo que habíamos hecho en el baño.

Con él me la paso super bien, estoy enamorada de ese niño, y no sé si se los había dicho, pero tengo una relación formal con él. No me culpen, sucedió de la nada, por el morbo, pero al final tanta química entre los dos, pues surgió esta relación entre tía y sobrino.

Espero les haya gustado, quise contárselos antes de irme a dormir. Incestar no es tan malo cuando el deseo es de ambos, si tienen oportunidad aprovechen que vida solo hay una. Las oportunidad no se dan dos veces, yo por eso las aprovecho, aunque sigo pensando en lo que pasó con mi papá ese día, sueño que tengo sexo con él, pero prefiero no comentárselo, ni a mi sobrino, ese secreto me lo quedo yo y obviamente mi padre. Me despido mis lectores incestuosos, que tengan un fin de semana muy bonito.

Para cualquier cosa, ya saben mi correo, ahí podemos charlar y de todo lo que quieran mis amores ¡ah! Y antes que se me olvide, para todos esos que me están pidiendo una foto de mí por el Gmail, les dejo el link de una de mis fotos.

Nos vemos hasta el próximo relato mis lectores, bye.

Mi foto —–> http://i57.tinypic.com/2e2qu4k.jpg

Mi esposa me engañaba

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Mi esposa es como muchas esposas maduras, gordita, con defectos, sin carnes super firmes, pues es madre de tres hijos y tiene casi cincuenta. Pero es mujer y siente y puede hacer sentir. Así que esta historia, puede ser una historia que le puede suceder a cualquiera y cualquiera puede si quiere, disfrutarla o sufrirla.

Era ya algo tarde, las nubes de lluvia que se alejaban, le daban a esa hora del día, un aire de melancolía y el olor a lluvia llenaba todos los rincones de las casa. Cuando llegué, no llegué haciendo ningún ruido, no por algún motivo en especial, sino porque estaba tan ensimismado en mis asuntos, que no hice el menor ruido. Todavía se oían de vez en cuando, los imponentes truenos de los rayos que en algún lugar no muy lejano, acompañaban a la tormenta.

Desde que mis hijos se fueron de casa, el silencio que impera en ella me aterroriza y me llena de nostalgia por aquellas risas y conversaciones ausentes. Pero en aquel silencio, un pequeño ruido como jadeos opacados y respiraciones profundas, se distinguían claramente, aunque muy callados. Caminé a donde escuchaba aquel murmullo y llegué hasta nuestra habitación y allí estaba el motivo del ruido. Mi esposa tenía visita, yo no sabía de su aventura y ella no se dio cuenta que la observaba disfrutando con aquel desconocido para mí. Mi corazón casi se escapaba de su lugar y sentí como que las piernas no me respondían y reí caer. No sabía qué hacer, por un momento, la rabia invadió mi mente y quería matarlos, pero poco a poco la situación se fue transformando en algo casi placentero. ¡Ver a mi esposa teniendo sexo en mi cama! Eso era una situación que había fantaseado hacía unos años, pero nunca se dio, porque mi esposa decía que ella no podía tener sexo con otro que no fuera yo… ¡Ja!… ¡no será! Pero allí estaba de perrito y disfrutando de las envestidas que el tipo le daba.

Decidí no hacer evidente mi presencia y en silencio observe desde la penumbra del corredor y a través de la rendija de la puerta, como se cogían a mi mujer, la que hasta hace unos segundos, creía fiel y pura. La sesión duró unos veinte minutos en los cuales ella no dejo de jadear y pedir en vos muy queda, como queriendo no dar evidencia de su infidelidad, que se la metiera más duro. El tipo no era mejor parecido que yo y no más dotado, era en términos generales un tipo normal. Alguien como cualquiera y sin embargo, ella estaba disfrutando como loca aquella chimada que le estaba metiendo el tipo ese. De pronto ella le ordenó, que le diera más duro y empezó a gemir y para evitar el ruido, se cubría la boca con la almohada, mientras pedía a gritos casi inaudibles por la almohada, que le metiera la verga, sí, así mismo, “meteme la verga”, le gritaba. ¡Qué cosas! Yo siempre le pedí que me dijera esas cosas y nunca se atrevió, pero a él, se lo ordenaba a grito tendido.

Ella se vino y mientras se venía, el tipo también se vino dentro de ella, quedando los dos exhaustos acostados en la cama y en eso me di cuenta que el tipo no usaba condón. Me impactó el hecho de que mi mujer estuviera con otro y aún más que lo hiciera sin protección. Mientras ellos se tendieron en la cama, yo regresé a la puerta de entrada y abrí la puerta tratando de hacer el suficiente ruido, para hacer evidente mi presencia. ¡Ya vine mi amor! Dije, para que ella se diera cuenta que ya estaba allí. Caminé a mi cuarto y entré, el tipo ya no estaba, solo ella estaba en la cama, debajo de las sabanas. ¿Qué hacés en la cama? Le pregunte y se quedo como muda, solo balbuceo algo ininteligible que por supuesto no pude comprender y aunque ella agarraba las sabanas con fuerza, las jalé y estaba desnuda. –¿Qué hacés desnuda?– le pregunté y otra vez, se quedo como muda, no sabía que decir y se le notaba en su actuar muchísimos nervios. –¡Ah ya se! Estabas con tu amante y por eso estás desnuda en la cama…– ella palideció y me vio con una mirada de culpabilidad. –Jajajajaja, no te enojés—dije, fingiendo que confundía esa cara de culpabilidad con una cara de enojo, –solo estaba bromeando. Yo se que sos incapaz de hacer algo así.– –¿No han llamado los muchachos?– le pregunté y ella todavía no sabía que contesta y me dijo que no habían llamado, pero con una tremenda cara de susto y alivio de ver que lo había tomado a broma. Luego de todo eso, le pedí que fuéramos al comedor, que ya me moría del hambre y que le iba a hacer unos espaguetis. Ella se vistió y cuando llego a la cocina, ya su rostro estaba cambiado y otra vez era la mujer alegre que siempre había sido.

Empezamos a hacer la pasta, yo me dedique a hacer la salsa y ella puso los fideos a hervir. Cuando por fin salieron los fideos, me dijo que en lo que salía la salsa, se iba a dar una ducha. Se fue al baño y yo terminé de hacer la salsa, serví el espagueti y la llamé. Llegó radiante, con un olor a recién bañada y el pelo húmedo, con una sonrisa en la cara y se acerco a mi silla y me dio un beso y me dijo al oído, –te amo, nunca voy a engañarte, no podría estar con otro en la cama– ¡Que mentirosa! Hice como que le creí y le di un beso en la boca y aproveche a meterle la mano entre las piernas. Ella se rió de mi travesura y se sentó a comer. La cena transcurrió muy amena y entre risas, anécdotas y recuerdos, terminamos de comer, lavamos los platos y nos fuimos a la cama. Yo entre al baño a darme una ducha y luego regresé a la cama. Ella se juntó a mí y me abrazó de una manera muy tierna. La noche se terminó y la luz del sol, se colaba por entre las cortinas. Toqué a mi lado y ella no estaba. Muchas veces había ocurrido esto y nunca había pensado mal, así que me levanté muy lento y fui a donde estaba. Estaba en la cocina, la pude ver a través de los vidrios de la puerta, pero ella no me vio, pues estaba de espaldas a mí. Estaba con la computadora encendida y pude ver que se chateaba con alguien, pero no pude ver con quien era. Me fui al cuarto y la llame como siempre hacía cuando no la encontraba a mi lado. Ella llegó y le pedí que me fuera a comprar harina de panqueques al super, ella no quería, pero le insistí y le dije que le iba a hacer el desayuno. La idea era mandarla a hacer algo lejos, para que me diera tiempo de revisar su computadora.

Estuve atrás de ella todo el tiempo y no dejé que se acercara a la compu y borrara los datos. Salió de la casa y yo empecé a revisar su computadora y allí estaba el chat que estaba sosteniendo. Era con el mismo tipo de la noche, que le preguntaba que como le había ido conmigo, ella le comentó que bien y que no sospechaba nada. Ella le preguntó como había hecho para salir de la casa y él le dijo que había tenido que saltar la cerca para que no lo viera yo, pero que al salir la vecina lo vio y que ojalá no tuviera ningún problema. Quedaron de volverlo a hacer otra vez, ella le mencionó lo rico que le hacía el amor, pero que seguía estando enamorada de mi y que no fuera a creer que lo que ella sentía era como para tener una relación estable, que era más bien una aventura que estaba disfrutando mucho, y solo era puro sexo. Me di cuenta que el facebook que ella estaba usando, no era el que yo conocía, sino otro en donde se hacía llamara “la Silver”, así le decía yo, cuando se excitaba o se ponía muy sexi, cosa que era muy poco común. Tenía fotos de ella con ropas muy sensuales, fotos de sus pechos en blusas escotadas o transparente, fotos en minifalda y bueno, todo lo contrario a lo que me había convencido que era. Aunque ya no es una mujer joven y su cuerpo es el de una cincuentona y gordita, tenía muchos seguidores, la mayoría maduros, unos de treinta y tantos y algunos jóvenes, a lo mejor de bachillerato, que le ponían comentarios pasados de tono, a los que ella respondía de forma picara y sensual. La puerta se abrió y mi mujer traía lo que le pedí del super.

La computadora, la dejé tal y como la encontré y mientras desayunábamos le pregunté que qué hacía en la compu tan temprano. Me dijo que estaba jugando un juego virtual en línea, que se trata algo así como de crear una granja y… bueno, que tenía que superar unas pruebas y por eso estaba tan temprano en internet. Ya no hice más preguntas y traté de que la rutina matutina fuera la misa de siempre. Antes de salir de la casa, le dije que me acompañara a la sala y ya allí, empecé a acariciarla, pero aunque la imagen de mi mujer en cuatro mientras otro le daba por detrás no se me quitaba de la cabeza, me pude excitar lo suficiente para darle una cogida matutina. Si he de ser sincero, creo que esa imagen en mi mente, fue la que hizo que disfrutara como loco el cogerme a mi esposa. Cuando llegue a venirme, lo hice tan fuerte y profundo, que ella se estremeció debajo de mi cuerpo y la hice tener un orgasmo. Luego, al levantarnos del sofá donde estábamos, vestirnos e ir cada quien a sus labores, mi mente no podía entender, como era que ella podía disfrutar de tener sexo conmigo y con él. –Tengo la fantasía de verte teniendo sexo con otros…– le dije antes de salir de la casa, ella me vio y con una voz firme me dijo, –eso nunca lo haría, no podría tener sexo con ninguno que no fueras vos– –Siii, siii—dije en mi mente –como no–.

El día pasó increíblemente rápido, la imagen de mi esposa siendo cogida por alguien más y el esfuerzo de ella por ocultarlo y dar la apariencia de una fiel esposa, me tenía increíblemente excitado. Todo el día me pasé como quinceañero calenturiento, tanto que hasta me dolía el pene de tanto tiempo de estar duro. Quería tener a mi mujer cerca y darle una cogida espectacular, pero además de eso, quería saber qué hacer, para verla teniendo sexo otra vez, pero ahora con otros. Quería de alguna manera quitarle la máscara y a lo mejor por venganza o quien sabe por qué, hacerla tener sexo con tantos hombre como fuera posible, sin que ella se diera cuenta que era yo el que lo propiciaba y verla convertirse en puta. No precisamente convertirse en una prostituta de esas que cobran y viven de eso, no, sino quitarle la máscara y que me confesara que no era una mujer decente y aceptara que le gusta que se la cojan. Tampoco quería humillarla o insultarla, solo quería verla y que al final se diera cuenta que la había estado viendo todo el tiempo y que agarrara confianza para seguir permitiendo que se la cojan y que yo siguiera disfrutando el espectáculo y el morbo que verla coger me da.

Cuando llegué a la casa esa tarde, me tenía preparada una cena espectacular. Cordero horneado, puré de papas, vino tinto y velas en la mesa. –¿Que celebramos?— le pregunté y me dijo que qué bárbaro era, pues se me había olvidado nuestro aniversario. ¡Aaaah, si pues! Era nuestro aniversario y ni me recordaba. Le pedí disculpas y le dije que la iba a recompensarla, que después de la cena le iba a dar una sorpresa. Comimos muy románticamente y justo al terminar la cena, le dije que se pusiera aquella ropa que le había comprado hace un año, una falda muy corta, tacones muy altos y una blusa negra transparente. Ella decía que no le gustaba esa ropa, pues la hacía ver como prostituta, pero no sabía que de ese día en adelante, tenía la intención de que pareciera precisamente eso. Esa vez no fue la excepció y me dijo –¡No! Esa ropa no me la pongo, voy a parecer prostituta.– –Eso quiero—le dije y ella se enfureció. Siempre que le pedí, que se vistiera así, o que tratara de experimentar cosas como exhibirse en el carro o masturbarla en un cine, ella se ponía enojada y me hacia sentir que la estaba obligando a hacer algo que no queiria y hacia las cosas como para hacerme sentir culpable. Pero esta vez no me importó y le dije que quería que se pusiera esa ropa y que si me quería que se la pusiera. Muy brava, aceptó ponerse la ropa y la llevé a una discoteca. Ya allí, como que la furia que estaba aparentando se le comenzó a escapar y ya más animada, me dijo que bailara con ella. Yo no sé bailar, pero decidí que si quería lograr mi propósito, no debía contrariarla. Comenzamos a bailar en aquel ambiente bullicioso, medio oscuro y con estelas de humo de cigarrillos, que opacaban la poca luz que había y un joven la miraba disimulado, pero como queriendo hacerle el amor con los ojos. Bailamos dos muy movidas y alegres y luego vino una muy tranquila y mi esposa se abrazó a mí y empezó a moverse lentamente al compás de aquel ritmo romántico. Con un movimiento de dedos, le desabroché el sostén y ella no pareció molestarle mucho, así que comencé a intentar sacarle el sostén para que sus pechos quedaran casi expuestos por lo transparente de la blusa. Ella protestó y otra vez se hizo la enojada. Ella misma se quito el sostén, me lo puso dentro del bolsillo de mi pantalón, se fue a sentar y muy enojada me dijo –¿Satisfecho?–. Le dije que disculpara y que iba al baño. Cuando llegué al baño, una chispa de arrepentimiento me estaba haciendo estragos en la mente.

Al salir, decidí que ya no iba a hacer que hiciera nada más y le iba a decir que nos fuéramos a la casa. Pero al nomás llegar a la mesa, me vio con unos ojos que si hubieran tenido balas, me mata. ¿¡Cómo era posible que ella se enfadara tanto conmigo por eso, cuando ella le estaba dando las nalgas a un extraño a mis espaldas!? Eso me puso furioso y le dije –esperáme, solo voy a ver cómo está el carro.– Cuando salí de la disco, yo estaba que no quería ni que me hablaran. De pronto vi a ese muchacho algo fornido, de unos veintiún años a lo sumo, el cual, era quien veía a mi mujer cuando estaba bailando conmigo. Me acerqué a él y le comencé a hablar. Le pregunté si se acordaba de mi, que yo era el que estaba bailando con la señora a la que el miraba con ganas de comérsela. El se disculpó, pensando que yo quería hacerle algún daño y le dije que no se preocupara, que no le quería hacer nada malo. Le pregunté que si le gustaba la señora y el dijo que sí –¿y por qué? Pero se sincero– le dije y el dijo –es que esta muy bonita a pesar de su edad– –jajajajaja, no mano, que seás sincero te dije, decíme…¿Por qué te gusta mi vieja, si podía ser tu madre?—y él respondió ya con más confianza –Es que aunque esta vieja y un poco gorda, tiene un cuerpo que dan ganas de montarla y tiene unas chiches que dan ganas de estar chupándoselas todo el día—. –Ok, ok…te gusta, ¿verdad?– –Si– contestó. –Muy bien, mirá: ahorita la dejé en la mesa donde estábamos, andá allá e invitála a bailar. Esto es de ella…– le dije y le di el brasier, –Si le podés quitar lo de más me avisás– el muchacho se quedo sorprendido y me preguntó –¿Cómo así?– –Si, te reto a ver si podes cogerte a mi esposa en la pista de baile–

El muchacho no podía creerlo, pero al final aceptó y entró a la disco muy entusiasmado. Sin que él muchacho se diera cuenta, yo lo seguí y vi como se acercó a mi mujer y ella ni coco le puso, así que me metí a los baños de la discoteca y la llamé y le dije que ya me había ido y que ella llegara a la casa como pudiera. Eso indudablemente la iba a poner furiosa y precisamente fue lo que sucedió. Se molestó tanto y como el muchacho seguía insistiendo hablar con ella, de furia que tenía, le empezó a hablar y luego de unos minutos, ya estaban entrando en confianza. Él la invitó a bailar y ella aceptó. En aquel bullicio y alboroto de cuerpos contoneándose con la música estridente, no muchos se daban cuenta de cómo estaban vestidos los demás, pero mi mujer se veía exuberante con las tetas libres en aquella blusa que casi los dejaba al aire y el muchacho la estaba disfrutando y comiéndoselos con los ojos.

Cuando llego la música tranquila, ella quiso seguir bailando, el muchacho por supuesto no se negó y cuando sonó la segunda canción, ya le tenía las manos en las nalgas y trataba de quitarle el calzón, pero ella se oponía no con mucha resistencia, sino más bien como jugando con el chico. Poco a poco la llevo hasta la parte más oscura del salón. Donde había una pequeña baranda de madera, que les cortó el paso. Ella se atrancó en la baranda, mientras el muchacho le bajaba el calzón a las rodillas. Cuando el calzón estuvo en las rodillas de mi mujer, ella misma se lo termino de sacar y lo guardo en su bolso al regresar a la mesa. El muchacho, empezó a agarrar confianza y se sentó muy pegado a mi esposa y principió a acariciarle las piernas.

Ella por su parte, se dejaba hacer sin ningún reparo lo que el muchacho quería. La música sonaba otra vez como batallón de tanques en plena batalla y el joven ya le tenía la mano metida entre las piernas. Con mi celular quise sacarle algunas fotos, pues se veía tan sexi con las piernas abiertas y el muchacho metiéndole la mano, pero salieron muy borrosas. Todavía guardo unas de ellas en una usb, aunque la verdad no se puede ver muy bien lo que quería captar. Yo veía a mi mujer y estaba observando su rostro. Tenía esa cara que pone, cuando ya casi está por llegar al orgasmo, los ojos entreabiertos, la boca enseñando los dientes y con la lengua tocándose el labio superior. De pronto, apartó al muchacho y cerro las piernas, se levanto y jaló a su pareja de baile a la pista. La música moderna me desagrada un poco, pues no entiendo nada de ella. Solo se oyen tambores y ritmos, que al parecer enloquecen la mente de la gente que la baila.

El joven llevo a mi esposa hasta la baranda que estaba en lo más oscuro del salón y ella se puso de espaldas y le ponía las nalgas frente a él. Él por su parte se pegaba a ella y le subía de a poco aquella pequeña falda que me encantaba, pues dejaba verle las piernas y le daban un toque muy sensual. Vi como aquel muchacho la agarraba de la cintura y en círculos, movía su cintura contra las nalgas de mi esposa. Se bajó la bragueta y mientras bailaban en aquella semi oscuridad, se sacó el pene y se lo metió de un solo. Ella se sostuvo de la baranda con ambas manos, como quien se sostiene de algo cuando siente que se va a caer. La música seguía y el cuate ya tenía a mi mujer bien ensartada y parecía que ya no les importaba nada. Sus movimientos que hasta hacia poco eran acompasados a la música, ya no les importaba el compás ni el ritmo y se producían de un modo frenético, mientras los demás absortos en el baile, no se daban cuenta de la gran chimada que le estaban metiendo a mi mujer. Los gemidos y jadeos que salían de su boca, no se podían oír por el escándalo de la música, pero tantas veces había cogido a aquella mujer, que no necesitaba escucharla para oír sus gritos de placer y sus gemido. El muchacho le subió la blusa, hasta dejar que sus pechos se bambolearan a sus anchas al aire libre y con sus manos inexpertas, le estrujaba las chiches con tal fuerza, que supuse que le iba a dejar moretones. Vi el rostro de mi esposa y ya no aguantaba más, iba a tener un orgasmo, sus caderas se movían tratando de introducirse el pene y no dejar ni un centímetro sin ser metido y el muchacho le daba con fuerza a lo que ella respondía con gemidos apagados por la música.

El rostro de mi esposa explotó y deduje con certeza, que había llegado al orgasmo, aunque al parecer el muchachito no pudo venirse, así que ella siguió moviendo sus enormes y sensuales caderas de una forma poderosa, introduciéndose aquel pene, para darle satisfacción a su amante de ocasión. El rostro del chico reflejo una gran emoción, cuando por fin, luego de unos cinco minutos después, llego al clímax. Luego de eso, ella se compuso la ropa y jaló de la mano al muchacho y lo llevó a la mesa. Allí al parecer, se intercambiaron teléfonos o facebooks talvez y ella sacó de su bolso, el calzón que le había quitado el muchacho y se lo puso en la mano. El joven tomo el calzón y se lo metió al bolsillo delantero, del pantalón, donde según recuerdo se había metido el brasier que yo le di y ella le dio un beso en la mejilla y salió. La seguí con la mirada y la vi salir del establecimiento, comencé a caminar y antes de salir a la calle, la vi abordando un taxi. Cuando yo llegué a la casa, ella ya estaba acostada y bañada, yo entré al baño y al salir, tomé mi almohada, un edredón y me fui al cuarto que fue de mi hijo. Toda la noche disfruté de la imagen de mi mujer siendo penetrada, por aquel muchacho en ese salón repleto de personas que en ese frenesí de baile, no les permitía observar la escena erótica que se estaba desarrollando frente a sus narices.

A lo mejor algunos se dieron cuenta y no le pusieron importancia o a lo mejor nadie los vio, pero yo sí y lo goce en demasía. A la mañana siguiente, mi esposa andaba muy seria conmigo, pero de todas formas le pregunté a qué hora había llegado y dijo que solo la llamé y se fue a la casa. Según ella, yo me había atrasado en la calle por alguna otra cosa y me mentía, para que yo le creyera que ella llego al rato de dejarla en la disco. ¿Cuántas mentiras me habría dicho durante los casi veinticinco años de casados, cuantas mentiras le había creído durante todo ese tiempo? No sé, pero ahora me estaba dando cuenta que ella me mentía demasiado y no sabía que ahora era yo el que le iba a mentir y la iba a disfrutar, viéndola hacer muchas otras cosas. Luego les cuento otro poco de esta historia.

Lluvia de verano, una tarde de sexo muy especial

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Él y ella entraron en una caseta para resguardarse de la lluvia durante un rato, los dos mojados empezaron a tener frío y juntaron sus cuerpos para intentar darse calor pero aún así el frío persistía.

A ella se le ocurrió la idea de quitarse la ropa mojada para así poder darse calor mutuo, el chico avergonzado se quito la camiseta y por consiguiente ella también, él no sabia donde mirar al ver tal escena. Hasta que ella dijo que la parte de abajo también y solo quedaran en ropa interior, así lo hizo él pero con una gran vergüenza y todavía sin saber a donde mirar.

Cuando ella se acerco y le dio un abrazo, él noto su cuerpo caliente y suave a la vez que notaba como sus pechos apretaban hacia él, esa sensación le hizo poner un poco cachondo pero intentaba pensar en otras cosas para no tener una erección delante de ella… Cuando ella se separo de él los dos se vieron las caras y él no pudo evitar ver sus pechos que no eran ni grandes ni pequeños eran normales y a la vez muy llamativos y firmes, la tentación de querer acariciarlos era tan grande que… Se tuvo que dar la vuelta.

La chica le pregunto que le pasaba y él le respondió que nada y de repente se sentó, ella le volvió a preguntar si estaba bien y el dijo que le dolía un poco la barriga pero que no era nada.

Ella se acercó y se arre costo en su hombro, él pudo observar su linda cara suave y tierna y sin darse cuenta le acarició la cara y cuando ya lo había hecho ella le sonrió y observaba como él con sus ojos opacos la miraba, sentía algo extraño… Algo que le gustaba.

Sin pensarlo dos veces se acerco a él y le dio un beso. Los dos sentían los labios de cada uno, por parte de ella notaba que los labios de él eran suaves y a la vez besaba de forma muy apasionada y por parte de él sentía un cierto cosquilleo por dentro y sentía que de sus labios desprendía un calor muy suave, además de ser unos labios que se dejaban besar.

Él concentrado besándola empezó a bajar hacia el cuello y su pasión no disminuía la chica en ese momento pudo ver como su miembro destacaba de su ropa interior y sin pensarlo dos veces acerco su mano acariciándolo, notaba lo duro que estaba y lo grande que era… Cosa que la excitaba aún más. Él al notar sus manos en su miembro no pudo evitar ponerse aún más cosa que hizo que besara mas fuerte y de forma mas apasionada, a ella eso le gustaba.

Después de tanto beso y toqueteó ella le empezó a quitar los boxers y pudo ver en toda su esplendor un gran miembro delante suya… Lo empezó a tocar con las dos manos de arriba a bajo y las ganas de poder sentirlo aún más fueron aumentando y sin pensarlo dos veces cogió su miembro y lo empezó a acariciar suavemente con su lengua, él miro hacia abajo de como ella con su mano sujetaba su pene y con la otra daba un masaje suave y lento a sus huevos, mientras que con su boca hacia sentirlo en el mismo paraíso.

Las rotaciones que hacia con su lengua de forma lenta ponía aun mas al pobre que tenia unas ganas tremendas de querer meterla.

Ella empezó a ir un poco mas rápida y se metió la punta, él sintió como la punta de su pene experimentaba aquel calor de su boca, empezó a introducirse mas el pene hacía dentro, él se quedo impresionado al ver como le podía caber gran parte de su pene en la boca.

Después de un rato de una buena mamada la chica se saco el pene de la boca mientras se relamía sus labios y mirando al chico diciendo:

-Mmmm… Espero que te  haya gustado.
-…

Él se quedo sin palabras al oír eso y se dio cuenta de como era en realidad… Una chica muy picante y lujuriosa. Mientras él pensaba todo eso y estaba en su mundo cuando volvió a mirar hacía abajo observo que la chica estaba a dos patas sobre el suelo y su cara recostada, no hacían falta palabras, su cara lo decía todo… Lo quería sentir… Ese gran pene dentro suya de una vez por todas y por parte de él también quería experimentar el interior de su vagina que chorreaba y pedía a gritos que se la metiera y que no se andará con rodeos en su mundo.

Sin mas dilación cogió su pene y empezó a meter la puntita, ella nada mas sentir la punta ya sentía una pequeña sensación del goce que tendrá cuando la metiera entera. Su coño no presentaba ningún problema para que entrara el pene ya que sus fluidos permitían de que a pesar de que su pene era grande entraba con mucha facilidad, era como si se lo estuviera tragando poco a poco, él sentía esa sensación de como su pene iba entrando poco a poco y sentía el calor y la humedad de su vagina…

Y una vez por todas sin un respiro más él cogió y la metió entera de golpe chocando contra la pared de la vagina mientras oía como ella pegaba un tremendo gemido diciendo “OH DIOS, SI!”, sus caderas temblaban del gusto, de sentir como el grosor de su pene la hacía sentir en otro mundo y aunque le doliera un poco que chocara contra el final de su vagina sentía que el gusto compensaba el dolor y por nada del mundo dejaría que él se quitara.

“Por favor muévete… fóllame fuerte… reviéntame!” esas fueron sus palabras mientras ella se levanto con sus dos brazos y giro su cara para decirle esta frase. Él al ver su cara y oír sus palabras se puso mas cachondo y la cogió de la cintura y empezó a moverse y aumentado el ritmo poco a poco.

“SI, SI, SI… POR FAVOR NO PARES CONTINUA, CONTINUA…. Aaa… mmm… dios….” Después de un rato haciéndolo todo bestia y muy rápido el chico aun no sentía que se corría, era su momento idóneo quería follar horas y horas, no quería que el momento acabase y se fue mentalizando en eso.

Redujo su velocidad pero aumento su potencia, los golpes en seco contra su vagina hacía que sus pelotas chocaran contra ella, y esto le ponía a ella… Le ponía mucho… Mientras le daba todo su potencial con sus dos manos apretaba fuertemente sus tetas ya que era todo un bestia y solo podía hacer eso aunque intentaba hacerlo de forma delicada e acariciar sus pezones pero no podía era como si su parte animal primitivo hubiera despertado.

Él le dijo que se diera la vuelta y la chica le hizo caso dándose la vuelta los dos estaban sudando, la calor era inmensa, el frio había desaparecido, estaban agotados, su respiración estaba al máximo, pero aunque sintieran este inmenso agotamiento no podían parar… Querían seguir follando.

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Relaciones Laborales, follando en Junio con la compañera de labores

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Como todos los meses de Junio, en la empresa se realizan los controles de inventario.

Como trabajo solo en el deposito, mi jefe me dice que va a mandar alguien desde la sucursal para trabajar conmigo. Como siempre, medio en broma medio es serio, le pido que me mande una cajera.

A la media hora, golpean el portón y me sorprendo al ver que vino Dana. Una morocha de un metro 60 con terrible jeta, unas tetotas apetitosas, y un poto algo grande pero durito. Después de unos mates, empezamos a laburar. Terminamos bastante rápido y le avisamos al jefe. Cargamos los datos en el sistema y esperamos ordenes.

Como a la media hora de hablar boludeces, nos llama el jefe y nos dice que a ellos les falta como dos horas, que aprovechemos para almorzar y el nos avisaba cuando seguir. Fuimos a la roti de la vuelta y nos pedimos dos porciones de guiso, ya que era un dia fresco. Volvimos al deposito y nos acomodamos para comer.

Después de almorzar, Dana me dice como en joda (con una sonrisa picarona en sus labios), que re daba para una siestita. Ni lo dude y atore: “ya armo el catre… pero hay uno para los dos”. Lo arme y me acosté. Se saco la campera y me pregunto si habia frazada, a lo que respondí, sin decirle una palabra, abriendo mis brazos, como para abrazarla.

Me hizo la seña de ojito y se acostó a mi lado dándome la espalda. El catre de una plaza era perfecto para quedar bien pegaditos. Dormimos como una hora haciendo cucharita, hasta que quiso acomodarse y sintió que me “desperte”.

Tenia un sueño húmedo, por lo que se me había parado la pija; al despertar, sentí como Dana me sobaba por sobre el pantalón. Sin dudarlo, le agarre las tetas, y comencé a besarle la nuca.

Sin mediar palabra se incorporó hasta ponerse de pie, y comenzó a quitarse la ropa; si dudarlo hice lo mismo. Pude ver que su vedetina rosa estaba empapada. Me senté en el catre, ella se inclino sobre mi, me beso en los labios, se giro dándome la espalda, separo sus piernas y, tomando mi pene con su mano, lo guió hasta su concha, introdujo la cabeza y se sentó sobre mi, haciendo que mi verga le quedara toda adentro. Fue un cortito, pero uno muy bueno.

Mientras ella me cabalgaba, yo le sobaba con una mano sus tetas y con la otra acariciaba su clítoris. En unos diez minutos comencé a sentir su vagina contraerse y dejo de jadear para largar un profundo suspiro. Como pudo se incorporó y se puso de pie frente a mi. Al ver que aun continuaba erecto, la mire a los ojos, le guiñe uno y asentí con la cabeza. Entendió a la perfección, por lo que se puso de rodillas frente a mi, y comenzo a mamar. Se veía que no era su primera vez, por lo que no dure mucho. Cuando le dije que le iba a llenar la boca de leche, se la saco de la boca y, poniendo mi falo entre sus tetas, me masturbo hasta que eyaculé.

Con sus suaves manos limpio mi semen de mi pene y fue directo al baño a limpiarse.

Cuando salió entre yo y sono el telefono. Me dijo que era el jefe, diciendo que había mandado las diferencias por correo, que las viéramos y que hasta alli seria todo por hoy. Cuando salí del baño, nos vestimos, y entre besos revisamos las diferencias. Cuando terminamos, transamos otro rato, nos despedimos y, antes de irse me dijo: “Mañana vuelvo por mas”.

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El Orgasmo De Mi Vida con mi Familia “¡Sabía que no tenía que ir a esa fiesta…!”

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¡Sabía que no tenía que ir a esa fiesta…!

Algo muy dentro de mí me decía que esa fiesta sería para mí, más que una alegría, un terrible dolor de cabeza. Es que nunca me gustaron las reuniones de personas mayores donde una chica como yo, una jovencita de 18 años, no tiene ninguna posibilidad de entretenerse con chicos de su edad. Desde la tarde, cuando salí del colegio y vi al estúpido que me gusta haciéndose el baboso con la regalada del curso, una sensación de bronca se empezó a desatar en mi interior.

Llegué a casa y me colgué un rato de la Web para ver si encontraba alguna amiga para sacarme la mufa. Pero… nada de nada. Estaba anocheciendo cuando llegó mamá de su consultorio -es médica clínica- apurada porque tenía que ducharse y cambiarse para ir a una recepción a la que estábamos invitados. Peleamos un rato porque yo no quería ir, pero la decisión estaba tomada de acuerdo con papá, y eso en mi casa… es palabra de Ley. Cuando me di una ducha la esponja, suave y acariciante por el jabón… mi adorada compañera de miles de orgasmos solitarios… me invitaba tentadoramente a la lujuria. Era tal mi mufa que ni para eso estaba de ánimo.

Cuando llegó papá nos encontró peleando nuevamente con mamá, las dos en ropa interior en su pieza, porque me quería poner un vestido de ella. Por mi desarrollo prematuro y la similitud de nuestros cuerpos los vestidos de mamá me quedan perfectos, a pesar de que ella tiene 38 años. Mi altura, 1,78, solo sobrepasa en un centímetro la suya, pero en los 94 – 62 – 90 somos un calco exacto.

-. ¡Graciela… por favor!… siempre el mismo problema cada vez que tu hija se quiere poner un vestido tuyo – intervino papá para detener la discusión.- y vos Mariana… ¿no tenés suficiente ropa?… además… nena… cuando circules por la casa con esa minúscula ropa interior… trata de usar una bata… ¿me explico? -. ¡Ufaaaa… bueno! – contesté con bronca.- es que… me obligan a ir a una reunión de gente mayor… no puedo ir vestida como si fuera a una fiesta con las chicas… ¿o acaso quieren que vaya en jeans o con una minifalda de las que me gusta usar? -. ¡Noooo… nena… porfa!… Graciela, tu hija tiene razón… es la recepción al nuevo agregado comercial italiano… tiene que ir bien vestida… ¡vamos déjense de chiquilinadas!- -. Esta bien… dale… elegí el que quieras… no los que están en bolsas de plástico que están preparados para el congreso médico al que debo ir mañana.

Mirando en su perchero vi uno que se que a mamá le da odio verme puesto (yo lo puedo usar sin sostén y ella no, jajaja). Es un vestido azul de tela muy suave y vaporosa, bastante corto casi minifalda que al frente va tomado del cuello y casi no tiene espalda. El escote es tan pronunciado que ella casi no lo usa porque le resulta incomodo el brassier que debe usar, con armadura. Su color azul profundo queda muy bien con mi largo cabello rubio que llega hasta media espalda. Además, a mamá le da odio ver lo bien que me queda… así que es mi preferido… jajaja. Le robé unas sandalias nuevas, altísimas y súper eróticas, que cuando me las vio puestas puso el grito en el cielo… pero salí corriendo a refugiarme con papá que estaba en el living, ya cambiado y listo, esperándonos.

-. ¿Que paaaaasa, ahora?… pregunto papá fastidiado al ver que mami bajaba hecha una furia por las escaleras.

-. Es que esta mocosa no se da cuenta, Gustavo… ¡después se queja que los veteranos la miran con morbo!… ¡Mira la pinta que tiene!…

-. Es ropa tuya, mamá…- le dije en tono de broma, pero me tuve que esconder detrás de papá porque… el horno no estaba para bollos…

Llegamos a la fiesta. Como era de esperar… ¡un bodrio total! Como siempre un grupo de varones que se creen que porque son empresarios exitosos todas las mujeres se tienen que rendir a sus pies. Las mujeres… bueno en esta ocasión estaban bastante pasables. Pero me miran con precaución… son muy hábiles para detectar cuando sus maridos se ponen loquitos por algo. ¡Y a mí me encanta hacerlos poner loquitos!

Los varones que ya me conocían se acercaron a saludarme… lo mejorcito que había en la reunión era el tano que agasajaban. Un veterano que desde que entré no me sacaba los ojos de encima. Al saludarme busco la vuelta para que yo me quedara charlando en su grupo. Bajo la mirada atenta de papá y la vigilancia policial de mamá me quede, muy cómoda por cierto, en el grupo del italiano. Además, el saber el idioma bastante bien hizo que al rato estuviéramos los dos hablando animadamente y los demás se anotaran en conversaciones diferentes. Mario, era un italiano de Venecia con 43 años -la edad de papá- que cuando se dio cuenta que por el idioma podía hablar solo conmigo se lanzó a una conquista poco sutil y muy atrevida.

Frenó en seco cuando se enteró de mis 18 años y, sobre todo cuando, con una sonrisa muy suave y tenue le dije que era aún virgen como suponía lo sería su hija, aún en Italia, que tenía solo un año mas que yo. De todas maneras Mario no dejo de atenderme como a una reina. Bailamos bastante, pero se me presentó un problema. Su mano tibia en mi espalda desnuda y el roce constante de la suave tela del vestido puso mis pezones en un estado tal que se notaba a simple vista como sobresalían de la línea de caída del vestido. Cuando mi acompañante comenzó a dar señales de locura y no sacaba los ojos de mis pechos, pedí disculpas y fui hasta el toilette a tratar de solucionar el problema. De paso por una mesa vacía alcance a manotear un cigarrillo y un encendedor abandonados… moría de ganas de fumar. La cercanía de mis padres era mortal para esos trámites.

Pasé por el toilette y después me metí en una de las habitaciones de la planta alta en busca de un trozo de cinta adhesiva que me permitiera cubrir mis pezones para poder volver al salón principal. En eso andaba cuando sentí voces que se acercaban por el pasillo. En una actitud impensada -por haber estado fumando, supongo- me escondí dentro del placard de la habitación. Entraron a la habitación, sumamente excitadas y risueñas, la dueña de casa -una escritora cincuentona muy bien conservada- y una amiga, mas joven, que creo es la mujer del gerente de embarques de la empresa de exportaciones de papá.

-. ¡No se que hacer con ese tipo, Marta… ese hijo de puta esta que es un sueño esta noche… no me saca los ojos de encima… y cada vez que me mira… me mojo como una colegiala… mira como estoy…- decía excitadísima la mas joven levantándose el vestido largo de tela hindú y mostrando su tanga húmeda.

-. Es que no es para menos, Vivi… no por nada se dice que es un cogedor espectacular… me decía Margarita que su esposo le contó que en la empresa están todas las secretarias relocas por él… Vivi… estas hecha un fuego…- le dijo mirando el sexo de su amiga y pasando suavemente la mano por sobre la tanga que mostraba.

Vivi se acercó a Marta y mirándola lujuriosamente a los ojos tomó con sus dos manos su brazo forzando la mano a frotar con mas fuerza su sexo. Sus respiraciones comenzaron a agitarse y un desenfrenado beso las unió mientras sus manos intentaban desesperadamente quitarse la ropa mutuamente.

Dentro del placard mi corazón latía a mil por hora. Pero no latía de miedo… un cosquilleo incontenible invadía mi sexo y tuve que llevar mis manos para calmarlo. Fue peor. Las dos, después de echar llave a la puerta y desnudarse se habían tirado en la cama y se estaban comiendo mutuamente sus sexos con desesperación. La primera en llegar al orgasmo fue Vivi. Sus quejidos y sonidos guturales me empujaron a acabarme dentro del placard. Después Marta tomó del cajón de la mesita de luz un vibrador y compartiéndolo con Vivi llegó a su orgasmo sin problemas. Mientras se vestían y acomodaban un poco su presentación seguían con la charla interrumpida por la sesión de sexo reciente.

-. Vamos… apuremos… que quiero verlo un poco más antes que se vaya…

¡Que daría por tenerlo entre mis piernas…! – decía Vivi mientras arreglaba su pelo.

-. Ya lo tendrás… solo es cuestión de esperar… ya te dije que es un tipo que no ataca… se deja… solo hay que saber cazarlo… pero cuando lo agarras y se motiva… no te olvidas nunca más en tu puta vida de que te cogió ese macho. Mira sino su mujer… ¿vistes alguna vez una tipa con semejante cara de mujer re bien cogida?- decía Marta mientras encaraba la puerta.

-. No… Tenés razón… las chicas dicen que Graciela esta así porque Gustavo no le saca la pija de adentro en ningún momento. Las dos salieron y yo quedé petrificada dentro del placard. ¡Estaban hablando de mi papaaaaaaaa!

Quedé como atontada. Por los efectos del orgasmo que me habían provocado estas dos calentonas. Por la calentura que aún me quedaba encima, pero más que nada porque jamás me hubiera imaginado a mi papá como semejante objeto de deseo femenino. Salí del lugar de mi escondite y trate de recomponerme un poco frente al espejo. Mi pelo muy largo es fácil de acomodar pero mis tetas ya tenían una prominencia y dureza tal que me di por vencida y baje dispuesta a hacer frente a las miradas costara lo que costara.

Al rato de estar abajo me fui tranquilizando. Bailaba suelto para que no se notaran tanto mis pezones. Pero eso me frotaba más aun. ¡Un desastre, bah! Desde donde estaba bailando comencé a mirar un poco más en detalle, y de incógnito, a mi querido papi. Efectivamente, siguiendo la dirección de sus miradas -miradas que nunca le había visto antes- me di cuenta que había tres minas en el lugar que estaban entregadas con él. Tan entregadas que parecía que si les hacían una seña se empezarían a poner en bolas allí delante de todos. Lo que más me llamó la atención es que una de las tres eran Violeta, la esposa de Gerardo.

Este era el matrimonio amigo más íntimo que tienen mis padres. Salen siempre juntos, vacacionamos juntos, Gerardo y papá hacen tenis juntos, Violeta y mamá van juntas al gimnasio… me tenían confundida las miradas que descubrí. Sobre todo habiendo descubierto recién que mi padre era, casi, un sátiro sexual. Las reiteradas copas de champagne que me traían todos los que querían bailar conmigo… la calentura de mis tetas al rojo vivo y mi orgasmo reciente, me sacaron del estado de razonamiento lógico, que ya no volví a recuperar en el resto de la noche.

Entre nebulosas recuerdo que papá me rescató de la pista de baile porque ya nos íbamos. Sentada en el asiento trasero de nuestra camioneta sentí que papá y mamá se ponían de acuerdo, ventanilla por medio, con otro auto para tomar una copa en casa para despedir a mamá que viajaba al congreso. Luego entré en una nube hermosa hasta llegar a casa. Tratando de parecer lo mas controlada posible saludé a papá y mamá, que aguardaban en la puerta el ingreso de la pareja amiga, y subí las escaleras directo a mi habitación donde caí en la cama como muerta. Sentía, como entre sueños, las conversaciones en la sala de abajo.

La música no muy fuerte y algunas risas. Como estaba aún vestida me levante de la cama para sacarme el vestido. Mi tanga estaba hecha sopa. Al sacármela, levante la vista, al verme en el espejo totalmente desnuda y con esas altísimas sandalias súper eróticas… en la nube alcohólica que me dominaba se me ocurrió pensar como reaccionaria mi papá si me viera así… y me asuste… mucho… porque el pensar en mi papi mirándome… me dio una cosquilla intensísima por todo el cuerpo. Me asomé a la puerta de mi dormitorio y vi que abajo estaban mis padres con Violeta y Gerardo. Estaban muy divertidos tomando champagne. Destapaban la segunda botella.

-. Cinco días en Brasil… que culo tenés, Graciela… ¿Cómo hago yo para conseguir un congreso que me saque de encima a este pesado (miraba a su marido) durante cinco días?… jajaja… además… Gustavo… ¿te cree que te vas a portar bien?… jajaja…- decía Violeta arrastrando un poco las palabras por el efecto del alcohol. Se notaba que era la más ebria de los cuatro.

-. Por supuesto que me voy a portar muy bien… como que me pienso ir muy bien provista para no tentarme.- decía mamá mirando provocativamente a papá.

Todos reían. Me pareció ver que la mano de mamá estaba sobre la entrepierna de papá. Me sacudió entera el ver que, efectivamente, le estaba sobando el miembro, por sobre el pantalón, en presencia de sus amigos.

Mi madre se acercó melosamente a la boca de mi padre. Desde arriba veía nítidamente como pasaba su lengua por los labios de papá mientras había metido la mano dentro de su pantalón. Me agitaba ver el movimiento de esa mano debajo de la tela. Cuando sali&oac

ute; enarbolando la verga dura de mi padre. No pude contenerme y metí las manos en mi sexo. Violeta había imitado a mamá pero directamente se metió el sexo de Gerardo en la boca por lo que, entusiasmada como estaba con lo que hacia mamá, no lo pude ver bien. De un tirón mamá puso de pie a papá y le sacó la camisa y los pantalones poniéndolo desnudo en un santiamén.

Violeta, de rodillas en la alfombra, entre las piernas de su esposo, chupaba con tal alevosía que el ruido de la succión se sentía desde arriba. El temblor de mi cuerpo y mis piernas me hacía difícil mantenerme parada, desnuda como estaba me senté en la alfombra del pasillo para ver mejor lo que ocurría en la sala de abajo. Nunca había visto totalmente desnudo a papá. Verlo de costado y de arriba, cuando mamá lo volvió a sentar en el sillón grande, con su verga parada esperando entrar en combate… me mató. Recorrían mi cuerpo extrañas sensaciones… de excitación… de angustia… de deseo… de ternura.

Mamá sacó su vestido y casi arrancó su soutien y su tanga… con las medias y el portaligas aún puestas se sentó en el regazo de papá tomándose del respaldar del sillón y por detrás de su nuca para atraerlo a sus labios. Intuía como papá estaba acomodando su verga debajo de mamá y mis dedos frotaban mi clítoris con desesperación. Mamá comenzó a quejarse y a jadear…

-. Ahhhhhhhh… maldito… que despacio que me… penetras… máaaaasss… no me… retacees… aaaahhh… siiiiiii… déjame… aguantar… no… No… No me hagas… acabar… enseguida… aaaahhhhh… tomaaaaa… ¿sentís?…. tomaaaa… toda mi mascada… tomaaa….

Mamá acababa sobre la verga de mi padre y a mí el orgasmo simultáneo me mojaba los dedos que tenía en los labios de mi sexo. Mi vagina parecía una hoguera.

Violeta se incorporó y sacándose el vestido procedió a desnudar totalmente a Gerardo. ¡Mi Dios! ¡Que pedazo de verga tenía ese hombre! Mientras Violeta, en cuatro patas sobre la alfombra metió su boca entre las nalgas de mi madre, que seguía moviéndose lánguidamente sobre mi padre, Gerardo tomo su verga con una mano y de un solo envión la metió, por detrás, en la vagina de su mujer. El ruido del sexo múltiple que se estaba desarrollando abajo me hizo entrar en un delirio que no lograba controlar. Me dolía el clítoris del maltrato que le estaban propinando mis dedos. Violeta se incorporó, se corrió detrás de Gerardo y empujando a su marido hacia adelante guió sus manos para que tomaran las tetas mamá desde atrás.

-. Vamos… mi amor… asegúrate que a Graciela no le queden ganas de portarse mal en Brasil… yo ya lubriqué el camino y el mensajero… siiii… asíi… ves… – ordenaba Violeta a su marido mientras separaba las nalgas de mamá para facilitar la doble penetración. Mamá, que estaba enlazada en un beso salvaje con papá se desprendió de su boca y estirando su cuello hacia adelante expulso con fuerza un quejido fuerte y profundo, casi como un eructo. Comenzó a jadear y su voz se puso ronca y cavernosa.

-. Despacio Gerardo… des… despacio… es… despacio… mmmmm… jueputaaaaassss… como… me…están… haciendo… gozar… que… No… puedo… es… que… me… hacen… mear… Gerardo y papá serruchaban con una suavidad y sincronización que, a pesar de que estaba ciega de lujuria por un orgasmo que no terminaba nunca, me di cuenta que no era la primera vez que agarraban a mamá entre los dos.

Mamá tuvo dos orgasmos más y terminó pidiendo tregua. Cuando Gerardo desenvainó su terrible tranca del culo de mamá ella se tiro de lado en la parte del sillón que quedaba vacía. Violeta se acercó a mi padre y metiendo su legua supongo que hasta la garganta se sentó en su verga con violencia… Gerardo volvió a su posición y la ensartó por el culo de un solo envión. Los gritos de placer de Violeta me demostraron porque miraba a papá de forma en que lo hacía en la fiesta. Aturdida por mi deteriorado estado después de los múltiples orgasmos y con los gritos de Violeta, Gerardo y papá enfrascados en un orgasmo salvaje me tiré en la cama y quedé profundamente dormida. Cuando desperté, a la mañana siguiente, mi cuerpo y mi cabeza eran despojos de lo que alguna vez fue una jovencita deportista y gimnasta de primera línea.

No me acordaba ni que día era. Escuché los preparativos de mamá y recordé su viaje a Brasil. El nerviosismo de los movimientos en la pieza de al lado me indicaban que hoy era sábado, el día de la partida. Desde dentro de las sabanas sentía un fuerte olor que invadía mi nariz. Mis dedos estaban impregnados en el mismo olor. Indudablemente era olor a sexo. Lentamente me dirigí al baño y metí mi entumecido cuerpo debajo de la lluvia tibia. Mi sexo, al pasar mis manos con jabón, se sentía muy irritado. Mamá vino hasta el baño a buscar su cepillo de dientes.

-. Buen día, Mariana. Estaba por ir a llamarte. Estoy casi a punto de salir.

Estoy esperando que pase tu padre a buscarme para llevarme al aeropuerto. Te encargo hija que te hagas cargo de todo lo que atañe a la casa. El lunes, cuando venga Dora le decís que se ocupe de la ropa y la limpieza. Papá dice que se hará cargo del tema comida. Supongo que será todo de la rosticería de la esquina, jajaja. Pero… confío en vos nena. La casa esta a tu cargo. Sos ahora la ama de casa.

-. Bueno, mamá. ¿Puedo acompañarlos a llevarte al aeropuerto? Solo dos minutos. Me seco y me pongo algo así nomás. ¿Puedo? -. Si, pero no te demores. Sabes que a tu padre no le gusta esperar.

Salí del baño y como una saeta me puse una solera muy amplia y una chinelas de playa… alise mi pelo con el cepillo, mis lentes para sol y listo. Cuando bajaba las escaleras, papá tocaba bocina para que mamá saliera con su equipaje. La ayude con los dos bolsos mientras ella llevaba la valija y su bolso de mano. Por una semana mamá tendría vacaciones. Papá se extrañó al verme. Es que los sábados, cuando el viernes a la noche salgo con mis amigas, duermo hasta pasado el mediodía. Las once de la mañana es madrugada para mi, jajajaja. En el aeropuerto, después de esperar a que el vuelo de mamá partiera, volvimos a la camioneta para regresar. Papá pregunto que comeríamos, eran casi las dos de la tarde. Terminamos comiendo en un restaurante muy lindo cerca del aeropuerto. Era muy notorio que varias mesas ocupadas por varones me miraban con insistencia. Se lo comente a papá risueñamente.

-. Son unos babosos.- me contestó algo ofuscado.

-. ¿O será que piensan… mira la joven que se atracó el veterano?- le pregunté pícaramente con una sonrisa.

-. Puede ser… – me dijo sonriente.- trata de decir fuerte papá así se les van las ideas truculentas de la cabeza, jajajaja

En ese momento se acercó el mozo consultando que plato íbamos a encargar. Con una sonrisa entre burlona y cómplice le dije mirándolo a los ojos.

-. Para mi carne de pollo grillada y… ¿vos, Gustavo?… pedí algo afrodisíaco para vos.

Los ojos del mozo y la mirada sorprendida de mi papá hacían juego. En broma, desde ese momento, comencé a llamarlo por su nombre de pila. Es más… me sentía eufórica… me erotizaba llamarlo por su nombre. Lo acompañé al club donde jugó sus reglamentarios dos partidos de tenis con Gerardo y sus amigos. Después compartí con ellos la abundante cerveza con que siempre calman su sed después de esos eventos. La cerveza se me subió un poco a la cabeza. Además, sentirme rodeada de varones apuestos, maduros y mimosos para conmigo… mientras el viento de la tarde pasaba por debajo de la amplia solera refrescando mis dolidos labios vaginales desnudos… me resultaba hermosamente placentero.

En realidad me sentía un poco desprotegida y vulnerable sin ropa interior… pero el aplomo y la seguridad que me transmitía mi papá… mejor dicho, Gustavo… me hacia sentir segura y… hasta excitada. Mientras Gustavo charlaba con sus amigos… (Antes en la camioneta y durante el almuerzo, también) lo miraba con detenimiento y comenzaba a descubrir ciertas actitudes, gestos y costumbres de mi padre que antes jamás había notado. Algunas me resultaban de una carga erótica tal que entendía lo que había escuchado desde el placard de la habitación de Marta la noche anterior.

Era un machazo en todo el sentido de la palabra. Recio, duro y varonil, pero tierno y dulce como un caramelo cuando se dirigía a las mujeres… desde la camarera del club hasta la cajera del peaje de la autopista. Además, cuando de vez en cuando me miraba dulcemente, mi mente saltaba como un rayo al sillón de la sala y mis ojos se iban a sus manos. So

ñando despierta las veía acomodando su corta pero muy gruesa verga entre mis piernas. Imaginarme en el lugar de mamá me producía un hormigueo insoportable en mis entrañas que apenas lograba disimular. Cuando volvíamos a casa una tormenta muy fuerte se desató sobre la ciudad de Buenos Aires. Llegamos y pedimos a la rosticería la comida para cenar.

Cenamos a la luz de las velas porque por la tormenta se cortó la luz.

-. Papá… el día que decida tener sexo con un chico por primera vez… a quien me conviene consultar… ¿a mamá? ¿O a vos?- le pregunté de sopetón sorprendiéndolo al punto tal que se quedó petrificado con el bocado a medio masticar.

-. Pero… por… por… ¿por qué se te ocurre semejante pregunta?- estaba boquiabierto… realmente sorprendido.

-. Es que mamá y vos son muy cariñosos, mimosos y tiernos conmigo. Pero hay momentos en que uno necesita consultar algunas cosas… como entre amigos, digamos… pienso que el consejo de mamá sería mas técnico… desde su condición de médica, digo… en cambio vos… me aconsejarías desde tu experiencia… desde tus kilómetros recorridos, digamos… sino… para que tiene una un padre tan deseado y codiciado por las mujeres… ¡que joder!… jajaja.

-. Mariana ¡¿de dónde sacaste vos semejante cosa?!- me preguntó poniéndose colorado como un tomate.

-. Gustavo… ahora es en serio… siempre tuve la sensación de que mamá es más autoritaria conmigo… te diría que en algunas cosas… hasta compite conmigo. En cambio a vos… te veo… te siento… siempre te sentí… mucho más compinche conmigo… ¿o no? -. Mariana… yo soy tu padre… nunca voy a ser tu cómplice…

-. Na, na, na, na… no me cambies el sentido de las cosas. Yo ya soy una mujer. No tendré experiencia… ¡pero en cualquier momento voy a empezar!, jijijiji… y sabrás, porque soy tu hija y me conoces, que soy virgen aún, pero no porque ustedes me controlan… sino porque soy lo suficientemente madura para saber lo que me conviene…

-. Si, por supuesto Mariana… esto lo hemos hablado muchas veces con tu madre… muchas veces preocupados por tu prematuro desarrollo físico…

-. ¡Mira si supieran el terrible volcán que llevo adentro!… no dormirían, jajajajaja… bueno… lo importante es que cuento con los dos… cada uno en su rol… jajajaja.

No quedó muy conforme con la charla… en la semipenumbra que dejaban las velas yo lo miraba con dulzura. Me pareció que se sentía algo incomodo. Me levanté y parándome a su lado abrace su cabeza apretándolo contra mi pecho. Con mucha delicadeza, al levantar él la cara hacia la mía le di un beso muy húmedo, casi con la lengua, en la punta de su nariz. Me sonrió y pasó su brazo por detrás mío para devolverme el abrazo. Al estar parada a su lado, e inclinada hacia él, su brazo pasó directamente por debajo de mi corta solera y abrazo mis piernas desnudas. Inocentemente levanto su mano para darme una nalgada y lo hizo sobre mi cola desnuda.

-. Nenaaaaa… con tu madre usan cada vez más diminuta la ropa interior… ¡parece que estuvieran desnudas! -. No papi… yo… ahora… estoy desnuda…

-. ¿Queeeee?

Poniendo cara de nena que ha sido pescada en una travesura… enderece mi cuerpo y levanté lentamente la falda delantera de mi solera… así, quedaron al descubierto los cuidados labios de mi sexo que, por el estado de excitación que sentía en ese momento y por la cercanía con su cara estoy segura que los vio totalmente mojados y sintió el olor a hembra en celo que desprendían. Sin mediar palabra volví a besarlo voluptuosa y dulcemente en la comisura de sus labios y deseándole buenas noches tomé una vela y me fui a mi habitación. Mi habitación era permanentemente alumbrada por los relámpagos de una fuertísima tormenta eléctrica que se desataba afuera. No me podía dormir del estado de excitación que tenía encima. Estaba totalmente loca… de pasión… de lujuria… de desenfreno.

Como a la hora de estar en la más absoluta oscuridad cayó muy cerca de casa un rayo que sacudió toda la casa con terrible estruendo. Como muchas veces he hecho, desde que era muy chiquita, rápidamente fui a calmar mi miedo a la cama de mis padres. Esta vez había tres cosas que no eran habituales. Primero… mamá no estaba en la cama. Segundo…yo, debajo del corto camisolín, estaba totalmente desnuda. Tercer

o… me sentía terriblemente caliente.

-. Papi… hacéme lugar… que tengo mucho miedo…- le dije en la más absoluta oscuridad mientras levantaba la ropa de cama y me metía por su lado obligándolo a correrse hacia el medio de la cama matrimonial.

-. Bueno Mariana… pero solo un ratito y volvés a tu cama, estamos?-

Pasé mi mano sobre su pecho desnudo y apoy mi cabeza en su hombro. El olor de su cuerpo… sus vibraciones… el vello de su pecho que acariciaba mi brazo… me hizo entrar en un paraíso nunca soñado. Instantes después otro rayo sacudió la noche con estrépito. El sacudón que pegué junto a papá hizo que él, girando un poco su cuerpo hasta ponerlo de costado frente a mí, tomara con su mano mi cabeza y me besara dulcemente en la frente.

-. No tengas miedo, nena… papá esta acá… trata de dormir… – me decía en el oído mientras su mano pasaba reiterada y suavemente por mi cabeza hasta casi la nuca.

Invadida por escalofríos y ráfagas de fuego interno me acurruque en su pecho y abrazándolo pegue aún más mi cuerpo al suyo. Un rayo más fuerte que el anterior me permitió abrazar con más fuerza su cuerpo semidesnudo. Mi corazón latía con una fuerza inusitada… parecía que se saldría por mi boca.

Mi liviana ropa de dormir se había subido por sobre mi cintura hasta amontonarse debajo de mis tetas. El pantalón corto de su pijama, única prenda que cubría su desnudez, era la única barrera que quedaba entre mi sexo, palpitante y encendido, y el suyo aún en calma. Estaba tan pegada a él que sentía, apoyado en mi pelvis, un bulto sin ninguna rigidez, pero de un tamaño considerable. Su brazo derecho, al ponerse de costado para acariciarme la cabeza con el izquierdo, había quedado junto con mi brazo izquierdo apretado entre los dos cuerpos y la cama.

Lentamente tomé su mano con la mía y nuestros dedos se entrelazaron. Casi instintivamente acerqué esa unión a mi sexo. Los labios de mi vulva sintieron el contacto con el dorso de su mano. Al sentir la humedad de mis labios vaginales Gustavo hizo un intento de sacar la mano. Con fuerza apreté los dedos para evitarlo y acerqué aún más mi sexo para que el contacto fuera fuerte y pleno.

-. Mariana… es conveniente que te mudes a tu…- comenzó a decir papá. Se interrumpió de inmediato para evitar un problema mayor.

Cuando empezó a hablar, en la total oscuridad de la tormentosa noche, puse mis labios a escasos milímetros de su boca. Mi ya agitada respiración, producto de la excitación que me transmitía el frotar con desesperación el dorso de su mano por mi clítoris, le dio la clara señal de que si seguía hablando… yo lo besaría en la boca sin remedio. Cerró, como sellándolos, sus labios e intentó darse vuelta para darme la espalda. En una rápida y esforzada maniobra lo obligue a volver lo poco que había logrado y levantando mi pierna derecha la pase por sobre su cintura para evitar que volviera a intentarlo. Era una lucha sorda… en silencio absoluto, solo quebrado por mis jadeos ya no contenidos y por los truenos de la tormenta que arreciaba afuera.

Al tener la pierna levantada mi sexo se abrió y el dorso de su mano ahora tenía un contacto directo y pleno con mi vulva. Mi clítoris desencadenó un orgasmo que, por primera vez en mi vida en contacto de piel con un hombre, me sacudía en espasmos que me hacían sentir que estaba tocando el cielo con las manos. Gustavo aprovechó para, refunfuñando un reto contenido, abandonar la posición y detener lo que estaba ocurriendo. Haciendo uso de mis habilidades gimnásticas cuando intento darse vuelta lo acompañe enganchada con mi pierna y mi brazo y evité que terminara de darse vuelta. Quedó acostado de espaldas con mi cuerpo montado sobre el suyo.

Al pegar mi sexo a su cuerpo sentí que él ya no era el mismo de un rato antes. Plegado contra su pelvis, y apretado con mi sexo, una dureza me hacía enloquecer de lujuria. En la oscuridad, él trató de tomar con sus dos manos mi torso para sacarme de encima de él. Sus manos fueron a parar, por debajo del camisolín, directamente a mis tetas. En ese momento volvió la luz y el velador, que había quedado prendido, iluminó la escena produciendo una especie de cámara detenida, por la sorpresa. La escena era sumamente erotizante y de un morbo que me volvió loca. Gustavo como encandilado con los ojos bien abiertos miraba con desorientación mi cara y mi cuerpo.

Mi largo cabello rubio, enmarañado y salvaje, caía sobre su cara. Mis ojos, húmedos de lujuria y desesperación, miraban su boca como el fruto prohibido que estaba a punto de comer. Mi pelvis, con vida propia y descontrolada, frotaba por sobre la empapada tela de su pijamas, esa estaca corta y gruesísima que me llevaba aceleradamente a un nuevo orgasmo. Sus manos en mis pechos, que en un primer momento empujaban hacia arriba para sacarme, ahora habían quedado quietas y mis pezones, duros y súper sensibilizados, comenzaron a sentir una sutil y leve caricia que iba en aumento.

La mirada extraviada de Gustavo y su cabeza haciendo el movimiento de la negación no eran suficientes para detener en huracán de sexo que se acaba de desatar.

-. No lo hagas mas difícil, Gustavo… te necesito… sos la persona que más quiero y en quien mas confío… no me falles… yo no te voy a fallar.

-. Pero… Mariana… es que…- no lo deje terminar. Mi lengua se introdujo en su boca como una bala. Intento rechazarme pero mis manos tomaron su cara y la presión de mi sexo sobre el suyo aumentó… finalmente sentí su lengua penetrar en mi boca y el sabor de su boca condimentar el tremendo orgasmo que estaba volcando desde dentro de mi volcánico cuerpo.

Cuando me pude recomponer de semejante temblor descontrolado sentí que Gustavo ya no oponía resistencia a mi posición sobre él. Levanté mi cuerpo y me senté sobre su pelvis… la sensación de sentir su sexo durísimo contra el mío aún hoy es indescriptible. Mirándolo con morbo y lujuria saque por sobre mi cabeza el camisolín que me molestaba. Me erotizó aún más el ver con la avidez que miraba mis soberbias tetas que se bamboleaban por el vaivén de mis caderas que yo no lograba controlar.

Tomé una de mis tetas con mi mano y agachándome se la ofrecí a escasos milímetros de su boca. Miraba mi erecto pezón y su inflamada aureola como un bebé hambriento. Comencé a rozar sus labios con mi afiebrado pezón y sus manos en mi espalda lo ayudaron a meterse de golpe todo lo que entraba de mi teta en su boca. Chupaba alternadamente mis pezones con un ansia y maestría que logró que el fuego que consumía mis entrañas entre mis piernas se trasladara como un reguero de pólvora a mi pecho. Dos golpes instintivos de su cintura presionaron aún más mi clítoris y escuchando mis propios gritos y jadeos acabé nuevamente en un orgasmo que ya no sabía de donde salía.

Mis movimientos de coito sobre su verga ya totalmente parada habían corrido hacia abajo el elástico del pantalón de su pijama. Ahora los labios de mi vulva estaban frotando directamente sobre su verga desnuda… mis reiterados orgasmos habían transformado toda esa zona en un mar de flujo en el que resbalaban hasta mis piernas por sobre los laterales de su cadera. Tomando con mis manos su cabeza, la saqué de entre mis tetas y mirándolo a la cara, loca de deseos y de pasión, le dije: -. Quiero ser tuya… quiero sentirme tuya… penetrarme por favor, papito querido.

Gustavo enderezó su cuerpo sentándose en la cama. Yo quedé sentada sobre sus pantorrillas con las piernas muy abiertas y flexionadas a ambos lados de su cuerpo. Él miró hacia abajo y yo seguí la dirección de su mirada. Abajo, entre nuestros cuerpos, nuestros sexos habían quedado enfrentados. Los labios de mi vulva, brillantes y empapados, estaban asombrosamente abiertos por la posición de mis piernas; entre ellos asomaba mi clítoris duro y enrojecido.

A escasos milímetros el miembro duro y palpitante de mi papito. No eran más de 16 ó 17 centímetros de largo pero en la punta florecían en un tremendo sombrero color morado, de piel muy suave, que engrosaban notoriamente los seis centímetros de diámetro de todo su trayecto. Empapado en mis flujos y surcado por venas que se marcaban claramente en su superficie… se veía imponente. Un cosquilleo en mi vagina me indujo a tomarme con una mano de la nuca de papá. Con la otra mano tomé ese tronco y comencé a frotarlo entre los labios de mi vulva.

La posición de la luz del velador daba de lleno en esa zona. Ver los labios de mi vulva separase para dar paso entre ellos a semejante pedazo me producía un morbo terrible. Cuando el recorrido llegaba arriba el glande apretaba mi clítoris para después, al bajar, meterlo hacia adentro. Al seguir su camino hacia abajo lo soltaba, y este volvía a su rígida posición original. Ver esto como si fuera en cámara lenta y sentir en mi cuerpo las corrientes eléctricas que desataba, me iban empujando al momento decisivo.

Casi juntos levantamos la vista y nos miramos a los ojos. Me imagino que la forma en como nos miramos hubiera alcanzado para, esperando unos minutos, llegar a otro orgasmo. Dejé la cabeza de su verga calzada entre los labios de mi vulva. Me tomé de su nuca entrelazando por detrás los dedos de mis manos. Miraba con lujuria incontenible a mi papá cuando sentí que, lentamente, sus manos, húmedas y temblorosas, comenzaban a tomarme de mis nalgas. Una suave presión sobre mi cola me hizo comenzar a resbalar sobre sus empapadas pantorrillas. Sentí en mi sexo el estiramiento paulatino de los labios vaginales.

Un orgasmo muy extraño… como sintiendo ganas de orinar… me hacia vibrar la vagina. Miramos nuevamente hacia abajo. Los labios se habían abierto hasta el máximo, pero la parte más ancha del glande no lograba entrar. Papá, con sus manos en mi cola, imprimía una presión constante a pesar de que la penetración se había detenido. Aflojó levemente la presión y por entre la tersa piel de su glande y mis labios vaginales salió una bocanada de flujos del rarísimo orgasmo que sentía en mi vagina. Al volver con la presión la cabezota resbaló lentamente hasta perderse dentro de mi vulva.

-. Ay… mi vida… que sensación… más hermosa… es sentir… que entras

Miraba con morbo y deseos todo lo que describo y, a su vez, sentía como resbalaba dentro de mí esa cosa que parecía que estaba partiendo en dos mi conchita.

-. Ahhhhhh… que hermoso es tenerte dentro míooooooo… no… No…No la saques… ¿porqueeee?… ayyy si de nuevoooo… me enloquecesssss… cuando… la haces… salir y entrar… no… No la saques… no me hagas desear asiiii… siiii…. de nuevo… ahora entra más fácil… como me gustaaaa… papi… quiero que… me hagas mujer… no sigas… sacando la cabeza y metiendolaaaaaa…. por favor

Gustavo se manejaba con una calma total. Había tomado como un jueguito entrar su glande y sacarla… cada vez que entraba sentía deseos de seguir hasta arrasar con todo al paso de semejante tronco… cada vez que salía mis flujos lubricaban todo de nuevo para el siguiente deslizamiento. De pronto, su boca retomó de nuevo el juego erótico con mis durísimos y sensibilizados pezones. Mi estado de excitación llegó a su clímax. ¡No soportaba más…! Sentía que la cabeza del falo de papá estaba empujando el himen con mucho cuidado… ¡ya era el momento! Levantó la vista y me di cuenta que con la mirada me estaba preguntando si estaba lista.

-. Siiiiiii… por favor… que no aguanto másssss… dame toda tu pija, papito… hacéme mujer…

Mis jadeos ya no tenían control… no podía moverme por mis propios medios porque estaba calzada en esta tranca que se preparaba para perforarme y mis piernas carecían de fuerza… ¡estaba entregada! Gustavo tomó delicadamente con ambas manos mi cola. Levantándola levemente la comenzó a correr hacia arriba y adelante… la presión del trépano en mis entrañas se hizo insostenible… Entonces, muy lentamente, dejó caer su cuerpo hacia atrás dejándome ensartada y derecha sobre su tremenda verga.

Sentí un agudo dolor en mis entrañas… mientras mil fogonazos de flash inundaban mi mente… mi vagina resbaló hacia abajo tragándose por completo el barreno hasta su base. No se si fueron unos segundos o minutos u horas… cuando reaccioné estaba sentada sobre la pelvis de mi papá, tenía su verga palpitante metida hasta sus huevos -que acariciaban delicadamente mi cola- y sus manos amasaban mis tetas apretando delicadamente mis pezones.

El estar absolutamente quietos no me producía dolor alguno. Sí sentía un terrible ardor dentro de mi vagina. Mire hacia abajo y entre los ensortijados pelos de ambos que se mezclaban húmedos y pegajosos, algo de sangre mezclada con mis flujos era el mudo testigo de la sublime inmolación de mi himen. Sentía unos deseos irrefrenables de moverme. Pasado el fuerte dolor inicial, y a pesar del ardor, comencé a sentir lo que tantas veces había soñado despierta en mis masturbaciones… ¡tenía una verga dentro de mi vagina!… y… tenía la más importante y sublime de todas. Bajé mi cuerpo hasta apoyarlo en el pecho de papá. Lo hice lentamente y mirándolo fijamente a los ojos… cuando mi boca llego a su boca nos fundimos en un beso salvaje… que me abrió las puertas al paraíso.

Mientras me besaba con desesperación papá me tomó de la cola y comenzó a hacerme resbalar, en la mezcla de flujos y transpiración que empapaban nuestro cuerpos, su sexo entraba y salía de mi cueva frotando intensamente las paredes de mi vagina. Mi clítoris se frotaba con fuerza en la pelvis enmarañada de papá. Pasé los brazos, a ambos lados de su cabeza, por debajo de la almohada, y tomándome del respaldar de la cama comencé a imprimir violencia a esa cogida que me estaba llevando, irremediablemente al clímax total.

Perdí totalmente el control y la noción de todo. Chillaba, pataleaba… me retorcía sobre el cuerpo agitado y convulsivo de mi padre… mordía sus hombros, su cuello, sus brazos… me enderezaba hasta la vertical para sentir su verga tocando el fondo de mi vagina… tomaba sus manos y las frotaba en los flujos que cubrían nuestros cuerpos para después frotarlas por mi tetas…

De pronto sentí que no iba a poder aguantar mucho más sin que se me desprendiera este orgasmo gigante que estaba gestando. Me puse en cuclillas sobre la verga de mi papito y flexionando las piernas comencé a recorrer todo el largo con mi afiebrada vagina.

-. Papi… no voy… a poder… aguantar… quiero… que… me des…

-. No podemos… tesoro… es peligroso -. Noooooo… hace solo dos días… podes… quiero… la quiero… todita… por favor… la quierooo… no hay… riesgo… lo se… es que… me estoy… no aguantoooo.

Gustavo me tomó de la cola con sus manos empapadas en flujos. De pronto sentí que un dedo suyo entraba en mi cola. ¡Fue el detonador del volcán! Me acurruqué hacia adelante en su pecho y moviendo mis caderas en todos los sentidos posibles hacía que el barreno me terminara de desfondar para que el sublime orgasmo que estaba sintiendo, no tuviera fin.

El dedo de papá presionó con más fuerza y una sensación extraña dentro de mi vagina me dio la pauta de que me estaba volcando a chorros su semen dentro de mí. Prendida como una sanguijuela… chupando su boca con desesperación… sintiendo que su verga seguía volcando semen dentro de mis entrañas… terminé de experimentar lo que, estoy segura, será por el resto de mis días… el orgasmo más importante de mi vida.

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El Jefe De Mi Marido “los mismos que apenas un instante atrás estuvieron besando una verga rebosante de semen”

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Llegué apenas unos minutos tarde, lo justo para que mi marido Carlos no sospechara nada. Lo encontré leyendo un libro, ya había preparado la cena. Nos saludamos como siempre, me dio un ligero beso en los labios. Mis labios, los mismos que apenas un instante atrás estuvieron besando una verga rebosante de semen. La del hombre más odiado por mi marido.

Carlos no sabía que yo era la amante de su jefe, Roberto. Se odiaban profundamente, se despreciaban. ¿Por qué entonces me dejo poseer por él, por qué le permito que me haga cosas que ningún hombre me hizo jamás? No es fácil responder. Yo amo a Carlos, y haría lo que sea por ayudarlo. Por eso esta historia comenzó cuando me enteré de que Roberto estaba a punto de despedirlo. Así fue que aparecí en su oficina un día que mi marido no estaba, a pedir clemencia. Y descubrí que Roberto es el ser más despreciable de la tierra, pero también el que cambió profundamente mi vida. Miré a Carlos, aún de pie y con mi abrigo en la mano.

Mi marido leía tranquilamente, ni se dio cuenta de que debajo de la falda no llevaba bragas. Se las había quedado Roberto como un trofeo. Mi sexo estaba libre, al aire, todavía húmedo y abierto, con las huellas frescas de la penetración dura, fuerte, persistente, que me había hecho la verga de mi amante. No me había lavado, porque así me lo había pedido, de modo que si Carlos hubiera prestado más atención habría sentido el fuerte aroma del abundante semen ajeno mezclado con el olor de mis jugos.

-¿Querés sentarte? -me preguntó.

-No, voy a cambiarme las ropas.

No hubiera podido sentarme. El ano me ardía de manera insoportable, porque le había permitido a Roberto que me tomara por detrás. Cuando me tenía en cuatro sobre la cama como a una perra, con todo mi cuerpo sudado, gimiendo de dolor, tirándome del cabello, me había dicho al oído: -¿Lo hacés así con tu marido? -No… nunca… -respondí entre jadeos.

-Mejor… esta cola es mía, sólo para mí… solamente yo te puedo romper el culo, ¿Sabés? Para el cornudo de tu marido… nada.

En silencio, yo lloré del dolor, de la humillación, del placer. Roberto me abrió las nalgas al máximo, la penetración fue más profunda, su pene era una barra de carne increíblemente dura hundiéndose en Tu marido sabe que estás acá? -fue lo primero que me preguntó.

-No, ni debe saberlo.

Yo le hablaba y él me miraba intensamente. Observaba mi rostro, y también el escote de mi blusa y mis piernas. En sus ojos había un brillo cuyo significado comprendí inmediatamente. Yo le hablé de Carlos, de cuánto necesitaba el trabajo, de cuánto se esforzaba para cumplir todas las tareas.

-Mi marido está dispuesto a hacer lo que sea para que usted no lo despida.

-¿Y vos, su esposa, estás dispuesta a hacer lo que sea? Dijo eso, y apoyó una de sus manos en su paquete. Podría haberlo abofeteado y salir corriendo, pero yo era una mujer desesperada. Desde el momento que decidí ir a verlo me preparé para cualquier cosa. Me deslicé del sillón y quedé de rodillas entre sus piernas. Mirándolo a los ojos le desabroché el pantalón, metí la mano dentro y encontré su verga gorda, grande. Roberto sonrió. Se la saqué afuera, la miré unos segundos, me incliné y la tragué toda.

Yo no he estado con muchos hombres. Tuve un par de novios, luego conocí a Carlos, nos casamos, y le he sido fiel. Y en el sexo, siempre hice cosas tradicionales. De modo que la de Roberto era la tercera verga que mamaba en mi vida, y por lejos la más grande.

¿Por qué hice eso, por qué tuve ese gesto inesperado que me sorprendió hasta a mí misma? Ya dije que estaba desesperada, pero además soy una mujer fácilmente influenciable, y me sentí intimidada por la personalidad de Roberto. Descubrí que me hubiera sido imposible decirle que no. ¿Me sentía atraída por él? Quizá, pero más bien me sentía domina

da por él. Me tomó del cabello y la nuca para marcarme el ritmo, arriba, abajo, arriba, abajo. Roberto gemía y musitaba cosas con voz entrecortada.

-Así… así… mmm… qué boquita preciosa…

Jamás había estado en una situación así. A veces le hacía mamadas a Carlos, pero sólo un ratito, hasta que se le ponía dura. Nunca me la tragaba entera, sólo le chupaba la cabeza. Pero Roberto hacía que todo su tronco mojado se me deslizara hasta la garganta, provocándome arcadas. Y lo que menos hubiera esperado es que explotara en mi boca. Cuando sentí su leche saliendo a chorros intenté retirarme, pero me agarró más fuerte de la cabeza.

-¿Adónde vas? Tomátela toda mi amor, sentí qué rica está…

Así fue como, por primera vez, bebí semen. Su sabor me pareció imposible de definir o comparar, y aunque traté de tragarlo rápido, sentí que se me quedaba pegado en la garganta.

-Mmmm qué bien la chupás… vos en la cama debés ser un infierno -me dijo Roberto.

Limpié mis labios carnosos con un pañuelo de papel y bebí un sorbo de agua. El me acarició las piernas. Cuando sentí su mano subiendo debajo de mi falda lo detuve.

-Tenés unas piernas espectaculares, deberías lucirlas con faldas más cortas.

Recogí mi abrigo y fui hasta la puerta. Giré y volví a mirarlo a los ojos.

-Carlos seguirá trabajando aquí, ¿verdad? -Por ahora sí -contestó Roberto con una sonrisa maliciosa.

Iba a salir cuando me tomó por el brazo.

-Déjame hacerte una pregunta Silvia. ¿Te mojaste? Puso su mano en mi entrepierna por encima de la falda. Sin responder, me fui.

Caminé hasta mi casa, me parecía que todo el mundo me miraba. Compré varios caramelos de menta, pero era inútil, aún sentía el sabor del semen en mi boca. Y lo peor de todo Pasó a buscarme por allí en su auto y me llevó a un hotel. Me hizo de todo, cosas que jamás hice con nadie, frente a los espejos de la habitación para que yo no perdiera detalle. Pude observar su verga penetrando en mi boca, entre mis pechos, en mi vagina, en mi ano. Me lo hizo en todas las posiciones, sobre la cama, sobre el piso alfombrado, de pie, en el baño. Tres veces me dio su semen. Quedé agotada, dolorida. Y, algo que me cuesta admitir, tuve una increíble cantidad de orgasmos. Intensos, profundos, que me hicieron gritar como nunca antes lo había hecho al tiempo que me retorcía, clavada por su verga. Roberto fumaba un cigarrillo, yo estaba desnuda a su lado, hecha un ovillo, me sentía bien y mal al mismo tiempo. Bien por todo lo que había gozado, mal porque pensaba que en ese mismo momento mi marido estaba entre papeles, haciendo su trabajo, ignorando todo, creyendo que su mujer acompañaba a su madre enferma.

Roberto tenía una particularidad: me halagaba como nadie. Carlos ya había dejado de hacerlo, muy de vez en cuando me decía que estaba linda o cosas así. No era muy demostrativo, pero su jefe era todo lo contrario.

-Sos hermosa, tenés una cara de muñeca y un cuerpo precioso. No entiendo qué hacés con ese imbécil de tu marido. Yo me sonrojaba al escucharlo.

-Tus tetas son un sueño, tienen pezones hermosos. Y tus piernas, tu culo… y la concha que tenés es perfecta. Además resultó como yo pensaba, en la cama sos un infierno.

Roberto se estaba entusiasmando otra vez, pero yo ya no quería más.

-Es tarde, tenemos que irnos.

-Sí, es una lástima.

-Voy a bañarme.

-No, no, no, nada de bañarte, llévate la lechita en el cuerpo, te hace bien a la piel.

-Pero, tengo que volver a mi casa.

-Tu marido ni se va a dar cuenta, vas a ver -dijo riendo con maldad.

Cuando me estaba vistiendo tomó mis bragas y se las guardó en el bolsillo.

-Me las quedo como recuerdo.

En el camino de regreso no hablamos, y cuando bajé del auto quiso besarme, pero no se lo permití. Llegué a casa, encontré a Carlos leyendo un libro con la cena lista.

-¿Querés sentarte? -No, voy a cambiarme de ropas.

-¿Cómo está tu madre? -Bien, tenía ganas de verme, por eso me pidió que fuera.

Me alejé hacia el dormitorio.

-Silvia.

-¿Qué? -¿Esa pollera es nueva? -Ah, sí, la compré el otro día. ¿Por qué?

-Nada, es linda. Es más corta que las que usás habitualmente.

Traté de que mi voz no temblara al responder.

-Sí, un poco más corta. Carlos, voy a bañarme.

-OK, te espero para cenar.

Bajo la ducha noté mis pezones enrojecidos por los chupones y mordidas de Roberto. Los acaricié suavemente, estaban muy sensibles y no pude evitar excitarme. Froté el resto de mi cuerpo con lentitud, regalándome un masaje sensual. Me toqué con cautela el ano, estaba cerrado otra vez, me parecía mentira que se hubiera abierto tanto como para soportar todo el miembro del jefe de mi marido. Luego me vi desnuda al espejo. Roberto tenía razón, a mis casi 30 años mi cuerpo era bonito, proporcionado. Soy alta, de largo cabello castaño claro, mis pechos son grandes, tengo buena cintura, el trasero levantado y las piernas firmes y torneadas. Suspiré y me vestí para la cena. Casi no podía concentrarme en la charla con Carlos. A cada momento me venían a la mente imágenes de la tarde que había pasado con Roberto. Veía en ráfagas su cuerpo desnudo, velludo, con una erección inmensa, o me veía a mí misma en los espejos, rodeando su cintura c sensación de estar otra vez desnuda bajo su cuerpo, clavada por su verga, me pareció escucharlo cuando me decía “qué lindo es cogerse a la mujercita de ese imbécil de Carlos”.

-Es la peor persona que he conocido.

-Basta Carlos, no pienses más en eso -le dije, pero para obligarme también a mí misma a quitar los pensamientos que me rondaban la cabeza.

Fuimos a la cama y por suerte Carlos se durmió enseguida. No tenía deseos de hacer el amor con él.

Tres días después llamaron a la puerta de casa. Carlos recién se había ido al trabajo, pensé que había regresado porque se había olvidado algo. Yo aún estaba desayunando, y atendí en camisón. Casi me caigo del susto cuando encontré a Roberto parado, sonriente, con un ramo de flores en la mano.

-¿Qué hacés acá? -Vine a visitarte.

-Estás completamente loco, Carlos puede volver en cualquier momento.

Roberto sonrió.

-No te preocupes, en la oficina lo espera mucho trabajo. No podés quejarte, ahora trabajo le sobra.

-¿Qué querés? -Nada, quería ver cómo sos a esta hora. Dicen que para conocer a una mujer hay que verla recién levantada. Y confirmé mis sospechas: sos hermosa a cualquier hora del día.

El corazón me latía a mil palpitaciones por minuto. Roberto recorrió un poco la casa, pero sobre todo me miraba de pies a cabeza.

-¿Siempre usás ese camisón? -Tengo otros -respondí con timidez, sin alzar la vista. Su presencia me perturbaba fuertemente.

-¿Y siempre sin sostén? -preguntó apretándome los pechos.

-Déjame Roberto.

-Yo te pediría que uses siempre camisones transparentes. Con tu cuerpo, te quedarían perfectos. El que llevás puesto ahora no está mal, deja ver la sombra de tus hermosos pezones.

Me tomó por la cintura y me dio un largo beso, metiéndome la lengua en la boca. Yo apenas me resistí.

-Quiero conocer tu dormitorio -me susurró al oído.

-No, tenés que irte, no podés estar acá.

Pero lejos de hacerme caso me tomó de la mano y comenzó a recorrer la casa.

-¿Dónde es, por acá, o por acá? No tardó en encontrarlo, y se sentó en la cama matrimonial.

-Así que acá es donde ese idiota te tiene todas las noches.

-Basta Roberto, tenés que irte.

-¿Anoche hicieron el amor? ¿Hoy a la mañana quizá? -No te interesa.

-Estoy seguro que ni anoche, ni hoy. Lo percibo en tu mirada. Tus ojos son los de una mujer insatisfecha.

-Basta, andáte.

Yo seguía de pie, cruzada de brazos, como protegiendo mis pechos, y él sentado sonriendo, dominando la situación.

-Contéstame una sola cosa y me voy. ¿Te coge bien? Acá, en esta cama, ¿te hace gozar como te merecés? ¿Gritás como gritaste conmigo, llegás a sentir tanto placer en tu cuerpo que te parece que vas a explotar, que no vas a poder resistirlo? -Basta Roberto.

-Contestáme sólo eso, con la verdad, y me voy.

-Carlos es mi marido, lo amo.

-Eso está muy bien, pero te pregunté otra cosa.

Roberto comenzó a acariciarme las piernas. Su mano subía lentamente, y yo no hacía nada para detenerla.

-Es muy bueno conmigo, me ama.

-Perfecto. ¿Y qué hay de lo que te pregunté? Su mano ya estaba en mis bragas, me las bajó lentamente.

-Somos felices juntos -dije, con mi cuerpo temblando.

-Me gusta saber eso.

Subí suavemente un pie y el otro para que me quitara las bragas. Luego su mano volvió a subir por mis piernas, llegó hasta completamente mojada. Luego me soltó, y yo seguí repitiendo el movimiento sola. Me estaba masturbando en su presencia, mientras él me lamía el clítoris. Poco a poco me fue metiendo un dedo en el culo, hasta que no aguanté más y tuve un orgasmo en su boca. El primero que lograba así en mi vida.

Caí sobre la cama como si tuviera convulsiones, jadeando. Roberto se desnudó lentamente y luego me subió el camisón hasta el cuello. Me abrió las piernas y se ubicó sobre mí.

-No, acá no, -imploré.

-Sí, justo acá quiero poseerte.

Todo su tronco se deslizó hasta el fondo de mi sexo mojado y abierto. Yo decidí no cooperar, así que me quedé con las piernas abiertas, pero recostadas a los lados, sin moverme. Pero no resistí mucho. Roberto se deslizaba adelante y atrás, penetrándome muy suavemente, con lentitud y profundidad, y luego comenzó a moverse en círculos. Su pene era un palo que revolvía en el caldero de mi vagina. Su pelvis rozaba mi clítoris y me volvía loca de placer. Al mismo tiempo me amasaba las tetas, chupaba mis pezones, los mordía, estiraba y lamía. Yo me mordí los nudillos de una mano. Cuando no aguanté más alcé las piernas. Lancé un “ahhh” porque en esa posición la penetración era más profunda y el roce sobre mi clítoris más intenso. Roberto seguía moviéndose con suavidad, yo rodeé su cintura con mis piernas, su boca encontró la mía y nos besamos. En esa posición me penetró largo rato y ni siquiera dejó de besarme cuando tuve un orgasmo y quise liberarlo con un grito. No pude, su boca dominaba la mía.

-Sos exquisita, la mejor mujer que he conocido. Sólo hay que saber encender la pasión que llevás adentro.

Yo sentía esa mezcla de culpa y placer que me atormentaba. No quería, pero quería escucharlo hablar.

-Conmigo te sentís más mujer, ¿no es cierto? Y sentís que estás con un macho de verdad. Recién ahora estás descubriendo que el sexo no es esa tontería que hacés con tu marido.

Me la sacó lentamente y me susurró: -Date vuelta.

Roberto era el dueño de mi voluntad. Giré en la cama hasta quedar boca abajo.

-Levantá el culo, quebrá la espalda, eso es.

Yo obedecía, sumisa, a todo lo que me pedía.

-Abríte las nalgas.

Clavé mis uñas en mis nalgas y las abrí, mi agujerito más íntimo y prohibido se ofreció para él como una flor secreta.

-Mmmm hermosa, la vista es hermosa.

Se inclinó y me metió la lengua en el ano. Yo gemí, estremecida como si una corriente eléctrica me hubiera atravesado el cuerpo. Me chupó un rato, dilatándome. Yo no quería ni mirarlo, pero sabía que estaba detrás de mí preparando su formidable herramienta para penetrarme. Con un dedo me tocó los bordes del ano, luego lo metió.

-¿Se lo entregaste a tu marido? ¿Te la metió por aquí? Hice que no con la cabeza.

-Así me gusta, fuiste obediente. Ya te dije que tu culito es sólo para mí, solamente mi verga lo conoce.

Retiró el dedo y me depositó bastante saliva en el huequito.

-¿Estás lista para recibirme? No respondí. Sentí que me frotaba la cabeza de su verga. Siguió hablándome con suavidad.

-¿La querés, no es verdad? Vamos, conmigo no tenés que fingir. Yo sé que querés sentirla otra vez en el culo, ¿o no?Mi cuerpo estaba cubierto de sudor, yo gemía, creí que iba a tener otro orgasmo, un placer nuevo, desconocido, intenso. Yo grité, pero ahora de puro gozo, grité como una loca, me escuché pidiendo “más, más, más”.

-Sí, te doy más, te gusta tenerla en el culo ¿eh? ¿La sentís bien? ¿La sentís toda? -Ahhggg, sí, sí, sí.

Era imposible no sentir ese tronco duro clavado en mis entrañas.

Roberto me tomó por la

cintura, por los hombros, por las tetas. Me dio palmetazos en las nalgas, me tiró del cabello, me obligó a mirarlo a los ojos, me pasó la lengua por la cara, me besó. Yo deliraba.

-Tenés un culo perfecto, sólo yo te lo rompo, es mío, sólo mío.

Sus embestidas eran fuertes, profundas, sentía su vientre rebotar contra mis nalgas. En medio de uno de mis orgasmos más intensos, Roberto se vació dentro de mí, llenándome de semen. Después se puso a fumar un cigarrillo tranquilamente. Yo estaba estremecida, mi piel vibraba, me parecía sentir su esperma moviéndose en mis intestinos, deslizarse, y salir suavemente por el hueco abierto de mi ano. Roberto se incorporó a medias, apoyado sobre uno de sus brazos. Observó mi cuerpo desnudo, lo recorrió con sus dedos, jugó con mis pezones erectos. Me parecía increíble estar en mi cama matrimonial desnuda junto a otro hombre.

-Sos hermosa, no me canso de mirarte, de tocarte, de cogerte. Me gusta cuando ronroneas como una gata, como ahora, y cuando gritás salvajemente en el momento en que acabás.

-Me da un poco de vergüenza, -¿Por qué? -No sé, yo, nunca había gritado así.

-Lo sé. No te tiene que dar vergüenza. Conmigo gozás como una mujer de verdad, eso es lo que pasa, y no estabas acostumbrada a eso.

En eso sonó su teléfono celular. Tuvo una conversación corta, en la que escuchó más de lo que habló. Dijo “está bien, voy para allá” secamente, y cortó.

-¿Pasó algo? -pregunté.

-Era tu marido.

Me asusté, como si Carlos pudiera vernos y supiera todo. Roberto rió al ver mi cara.

-Es un inútil, tiene un problema que no sabe resolver y tengo que ir a la oficina. Estuve a punto de decirle dónde estaba.

-No por favor, ¿cómo se te ocurre algo así? -dije escandalizada.

-Jajaja, sos muy ingenua, eso me gusta de vos. No te preocupes, no voy a decirle nada. Aunque pensándolo bien, ¿cómo te parece que reaccionaría si supiera lo nuestro? -Nos mataría a los dos -respondí sin dudar.

-No lo creo. Al contrario, no haría nada. Es un idiota. Me estoy cogiendo a su mujercita casi en sus narices y no sospecha nada.

-Bueno andáte, te está esperando.

-No hay apuro, tengo un poco de tiempo.

Roberto tomó mi mano y la guió hacia su verga. Bastó que se la sobara un poco y ya se puso dura otra vez. Estaba pegajosa, con una mezcla de sus jugos y los míos.

-¿Te gusta? -me preguntó.

Yo tenía la vista fija en su miembro, hice que sí con la cabeza.

-¿Te parece que está bien su tamaño? -Es grande -dije yo.

-Haceme una mamada Silvia.

Nunca antes había tenido en la boca una verga sucia. Dudé un poco, él me empujó suavemente la nuca, me incliné hacia delante y la tragué toda mientras Roberto me metía dos dedos en el culo. Se la chupé hasta que me dio toda su savia en la boca. Pasaron algunos meses. Cada semana nos veíamos por lo menos dos veces, siempre en hoteles. Pero una tarde volvió a presentarse en mi casa. Fue la vez en que todo cambió.

Estábamos en el sillón de la sala, besándonos.

Carlos estaba con la boca abierta.

-Silvia, vos, qué humillación, -musitó.

-Tenés que estarle agradecido a ella, que hizo el sacrificio por vos. No tenés nada para reprocharle.

Secretamente admiré a Roberto por la forma que manejaba la situación. Y también me di cuenta de que Carlos estaba absolutamente intimidado. El dominio que su jefe ejercía sobre mí también lo ejercía sobre mi marido.

-Bueno, supongo que esta historia termina acá. Yo me voy. Vos Carlos, mañana podés pasar a buscar tus cosas por la oficina.

-¿Buscar mis cosas? -balbuceó mi marido.

-Sí. Supongo que vas a renunciar, y si no tendré que despedirte.

-¿Renunciar, despedirme? Pero, ¿por qué?Roberto esbozó esa sonrisa malvada que tan bien le conozco y volvió a sentarse en el sillón junto a mí.

-¿Querés seguir trabajando para mí? -Roberto, sabés que necesito el trabajo, que no puedo ir a buscar a otro lado porque no lo voy a conseguir, -Bueno, en ese caso podemos llegar a un acuerdo.

Roberto dijo eso y me abrió otra vez la blusa. Mis pechos quedaron al aire nuevamente. Yo me sorprendí sin saber qué hacer.

-Vos podés seguir trabajando para mí, pero con ciertas condiciones. Después de esa frase, me chupó un pezón. Yo me estremecí involuntariamente. Carlos miraba la escena de pie, con los ojos desmesuradamente abiertos. Creí que iba a reaccionar, pero no hizo nada.

-Tenés una mujer hermosa, y está muy rica. Me dolería mucho tener que dejar de verla.

Me chupó otra vez el pezón, con más fuerza, y me metió un dedo en la concha. Como por acto reflejo, abrí mis piernas.

-Tu mujer es una delicia, un bocado digno de un rey.

Yo tampoco pude reaccionar, los dos estábamos dominados por Roberto, no nos atrevíamos a contradecirlo.

-Silvia, vos, vos, -dijo Carlos, sin poder articular una frase.

-Yo te amo Carlos -susurré entre gemidos, sintiendo que me encaminaba hacia un orgasmo por efecto de los hábiles dedos de Roberto.

-Yo también mi amor, -dijo con lágrimas en los ojos.

-Creo que todos estamos de acuerdo -interrumpió Roberto- y todos quedamos conformes con este arreglo.

Carlos y yo nos miramos largamente. Roberto se puso de pie y me hizo incorporar también a mí, tomándome de la mano.

-Con permiso, nosotros nos vamos a la habitación. Vos Carlos podés acompañarnos, pero sólo a mirar.

Dicho eso me llevó hasta el dormitorio y nos acostamos en la cama matrimonial.

-Sos muy cruel -le dije a Roberto cuando lo tuve encima mío.

-Es tu marido el que no sabe defender lo que tiene, por eso lo pierde. O, por lo menos, tiene que compartirlo.

Me penetró con más intensidad que otras veces. Yo grité más que nunca, mis orgasmos eran múltiples, uno detrás del otro. Carlos estaba parado bajo el marco de la puerta, observando todo con ojos asombrados, viendo como su odiado jefe se cogía a su mujer y viendo a su mujer, o sea a mí, gozar como una poseída. Cuando Roberto me dio vuelta y me la metió por el culo, Carlos tuvo que apoyarse en la pared para no caerse. Se lo veía apabullado, incrédulo de lo que estaba viendo y escuchando, con la boca seca y la mirada fija en nuestros cuerpos. Estaba pálido, era la imagen de la desolación.

Roberto se cansó de penetrarme por todos mis agujeros y llenó mi cuerpo de semen. Luego fue a servirse una copa. Carlos aprovechó que nos quedamos solos en la habitación, vino a mi lado y me abrazó.

-¿Cómo estás? Mi respiración era entrecortada, nos observa masturbándose y espera obediente su turno. Dice que prefiere vernos antes que escuchar mis gritos desde otra habitación, y lo cierto es que verme sometida por Roberto le provoca terribles erecciones. Con Carlos nos amamos más que nunca. Con él hago el amor, y tiene prohibido hacerme anal. Con Roberto tengo sexo salvaje, desenfrenado, y cogerme por el culo sigue siendo lo que más le gusta. Después de estar con él quedo temblando, agotada, dolorida. Entonces viene Carlos, me contiene entre sus brazos, me acaricia con ternura y me penetra suavemente.

Vamos juntos a todas partes. Es muy curiosa la reacción de los demás. Por ejemplo en los restaurantes, no saben distinguir cuál es mi marido. Y cuando vamos de vacaciones pedimos una habitación para los tres, la cara del conserje es increíble y antes me daba vergüenza, pero ahora me causa gracia. Roberto nunca permitió que yo compartiera la cama con los dos a la vez. Carlos y yo aceptamos la situación. La situación de mi marido en la empresa mejoró, tiene buen sueldo y ya no hay peligro de despido. Ahora estoy embarazada y no sé cuál de mis dos hombres es el padre.

Me interesa conocer opiniones sobre mi historia.

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El Chico De La Tienda Erótica “no tenía ni la menor idea de lo que era el sexo”

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He de decir que la historia que os voy a relatar hoy es de hace ya mucho tiempo pero, no sé por qué, ayer me acordé de él, será porque escuché su nombre en algún sitio.

El chico de la sexshop. No voy a decir la edad que yo tenía por aquel entonces para que no comencéis a querer indagar pero, la verdad es que, yo era bastante joven por aquellos tiempos y, lo cierto es que, no tenía ni la menor idea de lo que era el sexo o lo que era una sexshop. Vamos, tampoco me toméis como una ignorante, creo que eso era lo más normal a esa edad, se sospechaban cosas pero, no se sabía nada a ciencia cierta.

Él se llamaba Brian (sí, Brian, ¿no os he contado nunca que vengo de Nueva Jersey? Antes de vivir en Valencia, vivía en Haptom, New Jersey, United States of America ¡Wow!) Era el chico más guapo que yo había visto nunca, tenía unos inmensos ojos color azul intenso que con sólo mirarlos te arrastraban a una dimensión desconocida, el pelo rubio que en verano podía confundirse con los rayos del sol y unos labios y una dentadura perfectos que acentuaba siempre con su espectacular sonrisa que quitaba el hipo, puede que todo esto lo recuerde desde mis ojos de jovencita enamorada pero, lo cierto es que no recuerdo chico más guapo, siempre pensé que podría ser un gran actor o un modelo cotizado pero no, ¡el chico trabajaba en una sexshop! Por aquel entonces supongo que él tendría unos 18 años, nunca le pregunté, me daba lo mismo. Yo me conformaba con mirarle, la verdad, podía pasarme las horas enteras mirándole. Me sabía de memoria sus horarios de trabajo y siempre que podía iba al centro comercial donde estaba la tienda en la que trabajaba; si mi madre iba al centro comercial a comprar, yo iba, me plantaba en la puerta de la tienda y ahí me tiraba las horas muertas hasta que mi madre terminaba de hacer todas sus compras; lo mismo hacía cuando acompañaba a mi prima o a la chica que nos cuidaba de vez en cuando a mi hermano y a mí; ir al centro comercial significaba quedarse frente al trabajo de Brian y no quitarle el ojo de encima. No recuerdo cuánto tiempo pasé así, sin hacer nada, sólo le miraba; él alguna vez salía de la tienda y me sonreía al verme en la puerta y yo me emocionaba por esa simple sonrisa y soñaba con ella durante días.

Luego ya, yo pasaba tanto tiempo en ese lugar que un día se acercó a mí y me dijo “¡Hola! ¿Otra vez aquí?” “Sí” “¿Qué haces aquí tan sola siempre?” “Esperar a que mi madre termine de hacer la compra.” Y así empezamos a hablar, cada día un poquito más, así supe que se llamaba Brian, que trabajaba allí para ganar algo de dinero porque quería ahorrar para comprarse una moto, etc., etc.

Mi prima Amy en aquel tiempo tenía 19 años y nos llevábamos muy bien; ella no tenía hermanas así que me trataba como si yo lo fuera y pasábamos mucho tiempo juntas; alguna vez cuidaba de mi hermano y de mí y era amiga de Becky, nuestra canguro. Por supuesto, las dos sabían que a mí me gustaba Brian y les hacía mucha gracia que me gustara un chico que trabajaba en un lugar como ése, siempre estaban haciendo bromas pero, como es lógico, yo no las entendía porque no sabía de lo que hablaban, hasta que un día me aleccionaron. ¡Y menuda lección!…

Ese fin de semana mis padres se habían tenido que ir de viaje así que mi hermano y yo nos quedamos al cargo de Becky y Amy también se vino a casa a pasar el fin de semana. Nada más llegar, Amy me dijo “Bueno, Hest, después Becky y yo te enseñaremos qué tipo de cosas vende tu querido Brian y lo que podrías hacer para conquistarlo.” y se rió (por cierto, a los que os haya podido sorprender que me llamara Hest es porque me llamo Hester, Hester Elsa; dado que mi padre es norteamericano y mi madre española me pusieron nombre inglés y nombre español) Mis padres se fueron y nos quedamos solas; en cuanto mi hermano se fue con sus amigos después de comer, fui con Becky y Amy al salón y allí empezaron a sacar todo tipo de cosas extrañas que yo no había visto nunca, bueno, miento, sólo las había visto a través del cristal de la tienda donde trabajaba Brian. También había una cinta de vídeo en cuya portada salía una chica semidesnuda en una actitud de lo más provocativa. “¿Por dónde empezamos,”, preguntó Becky, “por el vídeo o los juguetes?…” Amy contestó que seguramente el vídeo fuera lo más “instructivo”.

Me preguntó que, qué sabía yo de sexo y le contesté que nada; lo cierto es que la pregunta me sorprendió; he de decir una cosa a mi favor, aunque Brian trabajara en una sexshop por ningún sitio aparecía la palabra sexo, se daba por hecho que la gente lo sabía por lo que se veía por fuera y el nombre de la tienda. Bueno, yo por aquel entonces no sabía el significado de “¿Estás cachonda?”… Y por fuera tampoco es que se viera mucho, la verdad, se veían pocas cosas y las pocas cosas que se pudieran ver os aseguro que aunque las viera un niño no tendría ni idea de lo que eran. Le pregunté a Amy por qué me había hecho esa pregunta y me dijo “Hest, ¡ya te he dicho que vamos a enseñarte el tipo de cosas que vende Brian!… Becky, pon el vídeo. ¿Has visto alguna vez una peli porno, Hest?” Yo estaba totalmente perdida “No, ¿qué es eso?” “Ahora lo verás” Y Becky y ella se rieron.

Pusieron la peli y yo me quedé con la boca abierta aunque he de reconocer que me excitó, fue mi primer contacto con el sexo y he de admitir que la primera vez que se me mojaron las bragas. No sabía exactamente cómo iba el tema, pero con esa clase de imágenes explícitas de sexo pero no duro sino sensual y provocativo me puse “cachonda” y no me quité ni un segundo de la cabeza a Brian.

Cuando acabó pregunté “Esto. ¿Esto vende Brian?…” “Sí, pero eso no es todo. Espera que hay más.” contestaron, “Tengo las bragas mojadas” dije yo con timidez, ellas se rieron y dijeron “Normal.” Me preguntaron que si alguna vez había tocado mi coño y había sentido placer a lo que, como es lógico, contesté que no. Entonces empezaron a sacar toda clase de instrumentos para el placer, un vibrador, un consolador, bolas chinas, y me fueron explicando cómo funcionaban y diciendo que Brian vendía todas esas cosas y muchas más y que seguro que la gente le estaba muy agradecida. La verdad es que yo no salía de mi asombro con semejante descubrimiento sobre el trabajo de Brian, pero la verdad, quería saber más, mucho más; ¡quería descubrir el placer! Y, por supuesto, quería hacer todo lo que había visto en el vídeo con Brian.

Con un poco de miedo me atreví a preguntar si creían que Brian había hecho las cosas que se veían en el vídeo con alguna chica y me contestaron “Seguro. De hecho, si quieres ser la novia de Brian, ¡tú también lo tendrás que hacer! Tendrás que perder tu virginidad” “Pero yo no sé nada de eso.” “¡Que te enseñe él! ¡Seguro que es buen profesor!” “¿Pero cómo se va a fijar en mí?” “¡Ya lo ha hecho!… Te explicaremos nuestro plan.” Y ahí, las dos me explicaron lo que se les había ocurrido que podía hacer para conquistar a Brian.

El sábado por la mañana fuimos al centro comercial para comprar las cosas que necesitaría para llevar a cabo “el plan”. Yo estaba bastante nerviosa pero, a ellas se las veía tan seguras que me dejé aconsejar en todo. Compramos un conjunto de ropa interior ni muy soso ni demasiado sexy, la verdad, hoy en día lo hubiera llamado soso pero, por aquel tiempo, ¡me pareció perfecto! Una minifalda roja y una camiseta negra bastante ajustada aunque no con demasiado escote fue la siguiente elección y por último un brillo de labios y una sombra de ojos bastante clarita. Hechas las compras nos fuimos a comer, a mí casi no me entraba la comida de los nervios que tenía. ¿Saldría todo bien?… ¿Vosotras qué pensáis?…

Por la tarde, volvimos otra vez al centro comercial, ellas me dejaron allí y se fueron al cine para que Brian no les viera. Entré en la tienda y fui directa a él “¡Hester!, ¿qué haces aquí? No me dirás que necesitas algo de esta tienda.” “No, para mí no.” dije yo y proseguí “Es para mi prima. Bueno, para una amiga de mi prima. Es que se va a casar y quieren prepararle una despedida de soltera en casa y, bueno, como ellas están muy ocupadas para venir y mi prima sabe que te conozco me ha pedido que le hiciera el favor y viniera yo en su lugar. Sé que tendría que venir ella pero es que justo ha encontrado un trabajo y, bueno, ¡no ha tenido más remedio que mandarme a mí!…” “OK, OK” dijo Brian sin quitarme el ojo de encima. “¿En qué puedo ayudarte, Hester?” “Bueno, me han dicho que compre un vibrador pero, yo no tengo ni idea de esas cosas.” “Un vibrador. Bueno, te enseñaré los vibradores que tenemos y trataré de aconsejarte, aunque yo tampoco esté muy puesto en ese tema”.

Nos reímos y empezó a enseñarme los vibradores que tenía por ahí, explicándome cómo era cada uno. Y de pronto dijo, “y mi favorito es el siguiente que te voy a enseñar.” “¿Tú favorito?” dije yo sorprendida “Sí, verás.” Y sacó un vibrador con forma de barra de labios, perfecto para llevar en el bolso en cualquier momento. Yo sabía de la existencia de ese vibrador porque una amiga de Becky se lo había contado a ella y ella nos lo contó a mi prima y a mí el día anterior. También sabía lo siguiente que me iba a decir Brian. De momento, el plan estaba saliendo a pedir de boca. “Además, hay una oferta especial, si te llevas éste, te regalamos unas bolas chinas. Podrías darle el vibrador a tu prima y quedarte tú con las bolas chinas, si quieres.” “¡Genial! Eeeem, ¿qué son las bolas chinas?…” “¿No lo sabes? Ven, te enseñaré cómo funcionan.”

Cogió las bolas chinas que regalaban con el vibrador, me cogió de la mano y le dijo a uno de sus compañeros que en seguida volvía. Me llevó a una especie de habitación escondida, supongo que nadie sabría de su existencia a no ser que trabajara en la tienda. Llegamos a ella por un pequeño pasillo con cientos de puertas cerradas y, allá, en el fondo del pasillo, estaba esa habitación. “A veces me quedo aquí a dormir cuando me toca trabajar hasta tarde y no tengo ganas de coger el coche. Es cómodo. Mi tío me la cedió” (acababa de descubrir que trabajaba para su tío, interesante.) No se veía mucho, una mesa, una silla, un pequeño lavabo y un gran biombo, supuse que detrás estaría la cama, si no hubiera dicho que a veces dormía allí, no lo hubiera pensado. “Si se entera mi tío de que te he traído aquí en horas de trabajo, me mata.” “Bueno, estás trabajando, ¿no?” No me quitaba el ojo de encima y yo no me quitaba sus ojos de la cabeza, estaba segura de que si cerrara mis ojos, vería los suyos. “Bueno, ¿cómo se usan?…” “Tienes que masturbarte un poco o estar bastante cachonda y cuando estás excitada te las metes ahí y ellas hacen su trabajo.” “¿Ahí?” “Sí, ahí. Ya sabes.”

Se puso rojo. Sonreí. Durante su explicación yo me había apoyado en la mesa, él se acercó y pasó su dedo índice por mis labios, sus ojos se clavaron en los míos, “Te enseñaré cómo se hace” dijo, su mano pasó a acariciar mi mejilla y de ahí pasó a mi cuello. Me estremecí y, entonces, me besó, fue un beso largo y apasionado, un beso increíble. Rodeó mi cuerpo con sus brazos y bajó sus manos por mi espalda hasta mi cadera, mi culo, mis muslos. A la vez mis manos hicieron algo parecido pero, en lugar de seguir bajando a sus muslos, se pararon en su culo y ahí se quedaron, acercándole a mí, de mis muslos, una de sus manos subió hacia mi vientre y después bajó, primero por encima de mi ropa empezó a acariciar mi pubis, luego metió la mano por debajo de mi mini falda y empezó a acariciarlo por encima de mis braguitas, yo desabroché los dos botones de mi falda y cayó al suelo (era estilo escocés), él hizo un gesto de sorpresa porque no se lo esperaba, pero siguió besándome sin parar y esta vez metió su mano por debajo de mis bragas.

Cada gesto que él hacía con mi cuerpo yo lo repetía con el suyo. Bajó mis bragas, al tiempo que yo desabrochaba y bajaba su pantalón, los dos movimos un poco las piernas para que cayeran por su propio peso.

Él empezó a acariciar mi clítoris mientras yo acariciaba su polla y soltaba pequeños gemidos de placer. Él se corrió y yo sentí mi primer orgasmo. Entonces sus labios bajaron de mis labios a mi cuello, al tiempo que acariciaba mi culo, y su cabeza bajó más hasta que quedó a la altura de mi coño y empezó a lamerlo y chuparlo, ¡yo no cabía en mí de gozo! Al poco, se levantó, se quitó la camiseta, me quitó a mí la mía, yo me desabroché el sujetador y él me llevó a la cama. Se puso encima de mí y empezamos a besarnos otra vez, nuestras lenguas se entrelazaban y jugaban la una con la otra como si les fuera la vida en ello.

Luego él besó mi cuerpo de arriba abajo, creo que recorrió todos y cada uno de los rincones que encontró, no se dejó ninguno. Se puso a mi altura y me miró con sus increíbles ojos, “Eres preciosa”, yo le di un pequeño beso en los labios y volvimos a mirarnos. “Brian.” “¿Qué?” “Métemela. Quiero saber qué se siente. Quiero sentirte dentro de mí” La verdad es que no sé cómo pudieron salir esas palabras de mi boca en aquel momento pero, estaba loca por él y lo que estaba diciendo era cierto. “¿Eres virgen?” “Sí.” Sonrió, “Te vas a reír cuando te lo diga pero. Yo también”.

Esa afirmación evidentemente me sorprendió, bueno, más que nada, me chocó pero, le creí, creí a sus ojos. “Eres. ¡Eres virgen!” “Sí”. Se le notaba aún más cortado que a mí así que traté de no darle importancia “Bueno, ¿y por qué no ibas a serlo? Qué más da. No por trabajar en una tienda de este tipo, tienes por qué haberte acostado con alguien. Una cosa no implica la otra.” Y bueno, lo cierto es que aquí nos cortamos el rollo porque tuvimos una conversación sobre el tema. Lo cierto es que Brian nunca había tenido novia porque era muy tímido y las chicas no se atrevían a acercarse a él, tampoco nunca le había gustado una lo suficiente como para dejar atrás su timidez. Hasta entonces. Y todo lo que sabía de sexo lo había aprendido a través de las películas que vendían y alquilaban en la tienda.

“¿De verdad quieres hacerlo?” “¿Y tú?” “Sí, sería increíble.” Nos besamos una vez más. Sus manos acariciaban mi cuerpo, lo mismo que las mías acariciaban el suyo. La temperatura fue subiendo otra vez entre caricias y besos, un toqueteo por aquí, otro por allá, y una gran excitación que podía más que nosotros. Nos dejamos llevar por la pasión. Así, hasta que él torpemente se puso un condón, se colocó encima de mí y me penetró una y otra vez, el único sonido que se escuchó fueron mis jadeos y al sentir el orgasmo él me tapó la boca con un beso para que no nos oyeran en la tienda. Al acabar, nos dimos un beso en los labios, me retiró el pelo de la cara, hablamos un poco, nos vestimos y volvimos a la tienda.

Compré el famoso vibrador y me dijo “Al final. No te he enseñado cómo se usan las bolas chinas.”

“Otro día”.

Autor: Elsa

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Claudia tienes dos opciones o follamos o te vas a la cárcel por robar en un centro comercial

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Esta historia me sucedió el pasado mes yo soy guarda de seguridad en una gran superficie.

Tengo 35 años de edad, me paso el día vigilando posibles robos. Mi carácter es tímido, con lo que me cuesta tanto entablar conversación con mujeres sobre todo guapas.

Una mañana en una ronda, estaba paseando por la gran superficie para estirar las piernas y distraerme un rato después de estar dos horas en la puerta. Cuando paso por delante de la góndola de bebidas alcohólicas. Al mirar veo a una chica que me mira con cara asustada, con su manos dentro de su bolso del cual salía los dos cuellos de dos botellas de alcohol.,

-¿Qué hace usted aquí señorita?- Pregunté.

-Yo…

-No, no hace falta que conteste, acompáñeme – le dije.

-La he cagado…- Dijo la chica mientras me entregaba su bolso con la botellas y me seguía a la garita de seguridad.

-Pues sí, la ha cagado señorita, voy a tener que informar a la policía.

-No por favor, a la policía no, que mis padres me matarán, no le diga nada a la policía por favor.

-No tengo más remedio señorita, conoce usted bien las leyes y el robo es algo grabe .

-Por favor, haré lo que sea, pero no le diga nada a nadie.

Me quedé un momento pensando, estas palabras iban a ser la perdición de esa chica, ya que mi caliente mente empezó a pensar en cómo aprovecharse de esa situación y cerrando el pestillo de la garita de seguridad.

-Muy bien, …- dije señalándola.

-Claudia,- dijo ella

-Gracias, Claudia, tienes dos opciones, o le digo a la policía que te he encontrado robando en una gran superficie lo que hará que ellos informen a tus padres , o me complaces sexualmente. Piénsalo bien y dime que prefieres.

En cuanto la chica se hubo recuperado de la primera impresión, se puso a pensar en ello, si a la policía venía tendría graves problemas en casa, ya había tenido varios patinazos con los estudios, pero su padre no consentiría que fuera arrestada por robar, las consecuencias podían ser realmente graves. Finalmente, sin estar muy segura aún, aceptó mi oferta.

-Muy bien preciosa, lo primero que quiero que hagas me hagas un striptis, y con tranquilidad, que tenemos toda la tarde.

Claudia comenzó a bailar sin ganas, en su cabeza no entendía porque estaba haciendo eso, pero por otro lado se arriesgaba a que su padre le pusiera un castigo bastante grave. Ante esos pensamientos decidió hacer lo que le pedían de la mejor forma posible, así que decidió dejar la mente en blanco y se puso a bailar de la forma más sensual que fue capaz.

Yo la miraba complacido mientras observaba los movimientos de la chica sin perder detalle, poco a poco cada una de las prendas fue terminando en el suelo de la garita, hasta que la chica quedó completamente desnuda frente de mí. Su pelo moreno caía por sus hombros hasta sus grandes y firmes pechos, su cara ruborizada por la vergüenza invitaba a la perversión, su vientre plano, su culo firme y redondo y su entrepierna depilada ofrecían un deleite visual, yo estaba deseoso por degustar. Me levanté de mi silla, me acerqué a la chica y comencé a acariciarle todo su cuerpo. Mis manos recorrían su cuerpo, que sentía escalofríos por la suavidad con la que la estaba acariciando. Comencé a acariciarle el pecho con suavidad, pasando el dedo suavemente por sus pezones hasta ponerlos bien duros, con la otra mano acariciaba suavemente su trasero. Luego comencé a bajar la mano de los pechos hasta su entrepierna, y comencé a acariciar su clítoris con mucha dulzura, la verdad es que Claudia se estaba poniendo muy cachonda.

-Ahora quiero que me quites la ropa tu a mi.

La chica sin pensarlo mucho comenzó a quitarme la ropa, mientras yo pensaba en la suerte que estaba teniendo, nunca en su vida había estado con una chica así, con la piel tan suave y aterciopelada, con unos pechos tan firmes que me llenaban la mano, con un culo tan redondo y prieto que daban ganas de estrujar. Estaba tremenda mente excitado y deseoso de que mi pene dejará de estar preso dentro del pantalón, pero pretendía saborear cada momento de esa tarde sin tener prisa para nada, ya que era una ocasión única que nunca más tendría en mis manos.

Cuando Claudia me bajó el pantalón, se quedó impresionada por el bulto que revelaban mis calzoncillos, realmente se veía grande. Entonces me bajó los calzoncillos rápidamente más por curiosidad que por otra cosa. Ahí se veía una gran polla que la miraba directamente, desafiante, impresionante a la chica. Yo estaba enorgullecido de la cara de impresión que se reflejaba en ella.

-Chúpamela.

Claudia me miró asustada, nunca había probado una polla y no sabía qué sabor tendría, me daba miedo que le diera asco y acabara vomitando.

-¿Vamos a qué esperas?- le insistí.

Entonces la chica acercó mi polla a su boca, pensó que era mejor no pensarlo y acabar cuanto antes, así que se la metió en la boca y se puso a chuparla. Un escalofrío de placer recorrió mi cuerpo entero cuando aquella preciosidad comenzó a comerme la polla de esa forma. A pesar del tamaño, se la metía casi entera dentro de la boca, y al mismo tiempo jugaba con su lengua, cosa que me daba un gran placer. Después de unos minutos de estar de pie, disfrutando de la boca de esa preciosidad, decidí sentarme. Una vez sentado, Claudia volvió a comerme la polla. Iba disfrutando de cada mamada de la joven mientras observaba el rostro de la chica moverse arriba y abajo con la polla en la boca.

-Voy a correrme- le dije.

Ella se armó de valor y se puso a chupársela todo lo rápido que podía. Y la leche no se hizo esperar, empecé a gemir de placer mientras chorros de leche salían de mi polla. Claudia se esforzaba por tragar cada gota antes de que su lengua pudiera notar el sabor. El placer que sentí era increíble, nunca me había corrido en la boca de ninguna mujer, y la situación me dió mucho morbo. La chica se dio cuenta de que no era tan grave lo del semen, pudo sentir el sabor en su boca, pero no me resultó desagradable en ningún momento.

-No pares de chupar aún.- Le dije.

Y así lo hizo, la chica siguió chupando mi polla por unos minutos más. Entonces le pedí que se sentara en la mesa. Desde mi silla, tenía el coño de esa preciosidad justo en frente. Me acerqué y comencé a lamerlo, jugando con mi lengua por toda la raja, y en especial el clítoris. Claudia sentía como mi lengua recorría su rajita, y no pudo evitar excitarse, su cuerpo respondía por si solo al cunnilingus que le estaba dando. Pronto la zona comenzó a humedecerse, me dí cuenta y no pude evitar esbozar una sonrisa triunfal, decidí que terminaría mi trabajo, así que seguí comiéndole ese rico pastelito con más ganas aún. La chica no daba crédito a lo que le estaba sucediendo, resulta que ese guarda de seguridad que le había pillado robando le estaba provocando el placer más grande que había sentido hasta ahora, realmente lo estaba haciendo bien, y no pudo evitar correrse salvajemente, derramando todos sus flujos en mi boca. Yo seguía lamiendo sin parar mientras ella gemía cada vez más fuerte, hasta que terminó de correrse. Entonces me levanté y se me acerqué a su oído.

-¿Pensabas que solo iba a disfrutar yo? tranquila que solo es el principio.

Sin darle tiempo a reaccionar, apunté mi polla a la entrada de su coño, y comencé a metérsela muy lentamente. Claudia sentía dentro de si como ese enorme pene se iba abriendo paso. Cada vez estaba más adentro y parecía que nunca iba a terminar. Sentía toda su almeja llena y aún seguía entrando más profundo. Finalmente mi pelvis chocaba contra sus caderas y ella sintió como había tocado el fondo de su cueva. Le resultaba increíble esa sensación de tener un pene que la llenaba entera y encajaba a la perfección.

Por mi parte, sentía algo parecido al ver como mi pene entraba de esa forma en ese coño, que era lo suficientemente estrecho como para que le apretara, pero no demasiado. Sentí un escalofrío al tocar el fondo de la chica con la polla, y soltó un gemido de placer. Entonces comencé a moverme suavemente, degustando ese precioso coño y cada una de las sensaciones que me producía. La chica soltaba pequeños gemidos de placer, acompasados con los movimientos de mi polla, que acelera el ritmo poco a poco.

De nuevo Claudia llegó al orgasmo, mis movimientos se habían más acelerado hasta el punto de producirse ese placer tan enorme, la chica gritaba y gritaba sin parar, con la espalda arqueada y el cuerpo totalmente tenso.

-Chúpame la un poco más.- Le dije cuando terminó su orgasmo.

La chica se bajó de la mesa y se agachó enfrente de mí, y comenzó a chupármela de nuevo, esta vez con más ganas que antes. Al cabo de un momento le pedí que se pusiera en pié, y se diera la vuelta, ella apoyándose en la mesa y agacharse me dio a entender de saber lo que yo quería y ella deseaba. Con una mano la apreté la cabeza contra la mesa, mientras con la otra volvía a meterla en el coño, estaba húmedo. De nuevo comencé a follármela, mientras que con la otra mano jugaba con su ano, la chica se aferraba a la mesa disfrutando de esa enorme polla y de lo que mis dedos hacían en su ano.

Estaba disfrutando de la imagen de mi polla entrando y saliendo entre esas preciosas nalgas, los gritos de placer de la ladrona eran música para mis oídos. Sin duda era una experiencia que nunca iba a olvidar. Cada vez se sentía más cerca del orgasmo, pero no quería correr el riesgo de embarazar a la chica.

-Quiero follarte el culo.- Le dije.

-¿El culo? eso no por favor, nunca me lo han hecho por el culo, me va a doler mucho.- dijo la muchacha levantándose de la mesa.

-Tranquila preciosa, puede que te duela al principio, pero al final te acabará gustando, la alternativa ya la sabes.

Con lágrimas de miedo en los ojos, Claudia volvió a apoyarse en la mesa. Yo me senté en la silla y comencé a lamer le de nuevo el coño. La chica se excitó de nuevo y por un momento se olvidó de lo que iba a pasar. Entonces le metí un dedo en el culo lentamente, sin dejar de comerle el coño. Claudia se sintió incómoda por un momento, pero sabía que era mejor relajarse y se centró en lo que sentía en su almeja. Pronto volvía a sentirse cómoda, y yo le metí otro dedo, esta vez le dolió un poco, pero pudo soportarlo sin problemas.

Por suerte, tenía la suficiente paciencia como para que la chica no sufriera demasiado. Cuando metí el tercer dedo el dolor fue algo más intenso, pero aún no se hacía insoportable. Yo seguía lamiéndola el coño sin parar, cosa que le daba a la chica algo en lo que centrarse para poder olvidar el dolor hasta que desaparecía. Entonces saqué los dedos del culo,me levanté y acerqué mi pene a ese precioso culo virgen que me moría por follar. Lentamente comencé a apretar, esta vez a Claudia si que le dolía de verdad. Poco a poco, mi enorme polla se abría paso en su culo, y ella no podía evitar soltar gemidos de dolor. Se aferraba al borde de la mesa con sus manos, tratando de soportar el dolor. Una vez hube metido unos centímetros, comencé un suave mete-saca con el fin de acostumbrar el culo de la muchacha a la presencia y grosor de mi polla.

Con mucha paciencia, fui metiendo la polla cada vez más profundo, la chica no paraba de sufrir, pero yo sabía que pronto se iría acostumbrando y comenzaría a disfrutar. Hasta que llegó en el cual estaba metida entera. recosté a la chica, con toda la polla metida en su culo, ella lloraba del dolor, y le habló al oído.

-Tranquila preciosa, lo peor ya ha pasado, ya verás como poco a poco te va gustando.

Entonces le saqué la polla entera, escupí sobre mi polla y su culo, llenándolo de saliva con el fin de lubricar, y volvió a meterla, esta vez con mucha facilidad, gracias a la saliva. Poco a poco empezó a moverse dentro de ella, y la chica poco a poco sintió como el dolor se iba reduciendo. al poco mi polla ya se movía con total facilidad dentro de su recto, y ella ya no sentía nada de dolor. En realidad había comenzado a sentir placer. Un placer distinto al de siempre, algo nuevo y excitante que no paraba de crecer.

El esfuerzo me estaba quemando y me senté en la silla. Claudia que ya no sentí mi polla miró hacía atrás con curiosidad de porque se había acabado ese nuevo placer la tomé por el culo y ella sin esperar, se sentó sobre mi polla y volvió a meterse la en el culo. Ahora era ella la que marcaba el ritmo, Yo simplemente me dedicaba a disfrutar del placer de ese agujero tan estrecho, observar las nalgas de Claudia subiendo y bajando y acariciar y pellizcar sus pechos. Unos minutos más tarde, la chica volvió a gritar, y de nuevo eran gritos de placer. Saltaba sin parar sobre mi polla y me hacía sentir un placer enorme. No tardé mucho más en correrme, un orgasmo que también se sintió distinto a los demás, no mejor ni peor, tampoco era mas intenso, simplemente era otro tipo de placer. En cuanto terminé de correrme cayó ella rendida sobre mí.

Cuando recuperamos el aliento, Claudia seguía encima de mí, y mi polla ya estaba flácida y manchada por su leche.

-¿Hemos terminado?- Preguntó la chica cuando consiguió articular palabra.

-Claro que si preciosa, tranquila que no le diré a nadie lo que estabas haciendo.

Sin decir una palabra más, Claudia se vistió yo abrí el fax de la puerta y salió de la sala camino a su casa. Yo me quedé un rato mirando como ella andaba con las piernas abiertas por el anal que le había hecho casi no podía andar. Me quedé un rato en la sala desnudo, no acababa de creerse que hubiera tenido la suerte de poder disfrutar de una preciosidad como esa. Ese recuerdo me lo guardaría para toda mi vida.

Finalmente me vestí y salí a hacer la ronda. Esa noche dormí mucho mejor de lo que podía recordar, y al día siguiente me marché a trabajar totalmente feliz. Durante el día no vi al Claudia ni creo que volviera a ver.

Al final del día estaba totalmente enfrascado en mi trabajo cuando llamaron a la puerta. Cual fue su sorpresa cuando ví a mi compañero con Claudia cogida del brazo.

-Hemos cogido a esta ladrona robando alcohol.
– Déjamela a mí y cierra la puerta yo me encargo de ella.- le dije a mi compañero

Claudia había venido a verle. Ahí entendió perfectamente de que lo que había pasado el día anterior no era una experiencia única, a la chica le había gustado y quería repetir. Al parecer iba a poder disfrutar de esa preciosidad una vez más.

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